¿Es la última crisis económica un producto, en última instancia, del sistema de producción capitalista? ¿O surge, en definitiva, como afirmaría el bloque subconsumista, de la decreciente remuneración a los trabajadores y/o de la baja proporción del reparto del ingreso nacional que les corresponde? La evidencia que presentaré aquí muestra que la versión subconsumista de las causas que subyacen a la crisis es incorrecta por tres razones. Primero, la participación en el ingreso nacional que recibe la clase trabajadora de los Estados Unidos no ha cambiado en los últimos 40 años y es bastante más alta que la de 1960. Segundo, durante las últimas tres décadas, la compensación a los trabajadores en los Estados Unidos ha subido (casi tanto como un 35%, de acuerdo a una medición propia) incluso después de que se ajusta por la inflación. Tercero, el eje de la teoría subconsumista de las crisis económicas –la supuesta incapacidad del gasto en inversiones productivas de crecer más rápidamente que el gasto en consumo personal a largo plazo- es simplemente falso. El gasto en inversiones de negocios en los Estados Unidos creció casi cinco veces más rápido que el gasto en consumo personal entre 1933 y 2008.
La participación no decreciente en el ingreso nacional de los trabajadores
La noción de que la última crisis económica es una irreducible crisis financiera, una crisis de una forma particular del capitalismo dominada por las finanzas –en vez de ser una crisis de la producción capitalista- se ha vuelto un popular entre los economistas radicales. John Bellamy Foster y Fred Magdoff, dos escritores de la revista Monthly Review, una publicación keynesiana de izquierda y subconsumista, han recientemente fusionado la noción de crisis financiera con el subconsumismo:
“Fue la realidad del estancamiento económico comenzado en los ’70 (…) la que llevó al surgimiento de un ‘nuevo régimen capitalista financiarizado’ (…) donde la demanda en la economía se estimuló principalmente ‘gracias a burbujas de activos.’ (…) Pero tal patrón de crecimiento financiarizado era incapaz de producir un rápido avance económico por un período de tiempo demasiado largo, y era insostenible (….) Un elemento clave en la explicación de esta dinámica se encuentra en la porción decreciente de sueldos y salarios como un porcentaje del ingreso nacional en los Estados Unidos. El estancamiento en los ‘70 llevó al capital a lanzar una acelerada guerra de clases contra los trabajadores para aumentar las ganancias por medio de la puja hacia abajo de los costos de mano de obra (…) El cuadro 3 muestra un severo declive en la participación de sueldos y salarios en el PBI [producto bruto interno] entre la última parte de los ‘60s y el presente.”(2)
Su cuadro 3 muestra que los sueldos y salarios bajaron de un 52% del PBI en 1960 y un 53% en 1970 a, aproximadamente, un 46% en el 2007. Se ve convincente. A menos que uno también se fije en las categorías del gasto gubernamental y se dé cuenta que Foster y Magdoff dejaron afuera una grande y creciente porción del ingreso de los trabajadores. Información para estos otros componentes del ingreso de los trabajadores son fáciles de obtener. De hecho, están registrados en la misma tabla de la cual Foster y Magdoff sacaron sus cifras de sueldos y salarios.
¿Qué es lo que se deja afuera cuando uno restringe su atención solamente a los sueldos y salarios? Primero, muchos empleadores pagan beneficios de salud y jubilación y también impuestos de seguro social y cuidado médico. Todo esto es parte de la “compensación total” de los empleados. Ya que la población de los Estados Unidos está envejeciendo y viviendo más después de jubilarse, y ya que los costos de seguro de salud han estado aumentando de un modo especialmente acelerado, estos componentes adicionales de la compensación total se han incrementado dos veces más rápido que el ingreso por sueldos y salarios desde 1970. En efecto, los trabajadores ahora están retirando menos de su compensación total y ahorrando más de la misma para cuando sean más viejos.
Segundo, el gobierno le paga a la población, y en especial a la clase trabajadora, muchos “beneficios sociales”: el seguro social y beneficios de cuidado médico, asistencia para el bienestar, beneficios de seguro de desempleo, etc. A medida que la población se ha vuelto más vieja y más gente es cubierta por el sistema de seguro social, estos beneficios sociales también se han ido incrementando como una porción del PBI. Los beneficios sociales netos (los beneficios menos los impuestos que en parte pagan por ellos) se han incrementado casi cuatro veces más rápido que el ingreso por sueldos y salarios.
El Cuadro 1 compara los resultados de Foster y Magdoff con los resultados que obtenemos cuando miramos la compensación total y también agregamos los beneficios sociales netos. Entre 1960 y el 2009, la porción de PBI que corresponde a sueldos y salarios cayó 7 puntos, pero la compensación total cayó sólo 0,8 y la porción correspondiente a compensación total más beneficios netos creció 5,5 puntos. Entre 1970 y el 2009, la porción correspondiente a sueldos y salarios del PBI cayó 8,3 puntos, pero la compensación total cayó sólo 3,9 puntos, la porción correspondiente a compensación total más beneficios netos creció por 1,4.
No quiero decir con esto que el pueblo trabajador está viviendo bien. Este no es el caso. Pero la razón por la cual no es el caso no tiene que ver con el supuesto, pero inexistente, deterioro en la participación del ingreso nacional que reciben. Tiene que ver con un agudo declive en el crecimiento de PBI que comenzó a mediados de los ‘70 y ha, más o menos, persistido de ahí en adelante. Debido a que el PBI no está creciendo rápidamente y el pueblo trabajador recibe una porción aproximadamente constante del mismo, sus ingresos tampoco están creciendo rápidamente.
La creciente compensación real de los trabajadores
Foster y Magdoff luego escriben que la caída en la porción de sueldos y salarios del PBI
“reflejó el hecho de que los sueldos reales (ajustados por inflación) de trabajadores privados no agrícolas en los Estados Unidos (en dólares de 1982) tuvieron un pico en 1972 a $8,99 por hora, y que para el 2006 habían bajado a $8,24 (equivalente a la tasa de salario real por hora de 1967), a pesar del enorme crecimiento en productividad y ganancias de las últimas décadas.”
Uno de los problemas con esta afirmación es que, nuevamente, Foster y Magdoff están solamente mirando la tendencia en sueldos y salarios, y no a la tendencia en la compensación total. Otro problema es que hay diferentes maneras de ajustar por inflación y estas llevan a resultados distintos, pero Foster y Magdoff no explicaron esto a sus lectores. Un tercer problema es que usaron datos de salarios para “producción y trabajadores no supervisores” en el sector privado. Hace unos cuantos años, el gobierno de los Estados Unidos anunció que descontinuaría la publicación de estas series de datos (aunque después decidió no hacerlo), en parte porque la categoría no tenía mucho sentido para la gente que respondía las preguntas de las encuestas del gobierno.
El Cuadro 2a usa el índice de precios de gastos de consumo personal para ajustar por inflación. El uso de este índice lleva a la clara conclusión de que la compensación real ha subido, y no bajado, ya sea que consideremos sueldos y salarios o compensación total, y ya sea para trabajadores en producción y no supervisores o para trabajadores del sector privado. Desde 1972, los sueldos reales de los trabajadores en producción y no supervisores han crecido un 12% y su compensación total real ha crecido (según mis estimaciones) un 25%. El conjunto de los sueldos y salarios reales de los trabajadores del sector privado ha crecido un 22% desde 1976, y su compensación total real ha crecido por un 35% desde 1980.
El Cuadro 2b usa el índice de precios para consumidores para ajustar por inflación; este es el método que eligen Foster y Magdoff. Nuevamente, cuando nos concentramos en la compensación total, nos encontramos con que la remuneración de los trabajadores ha subido. La compensación total real de todos los trabajadores del sector privado ha subido un 25% desde 1980 y (mi estimación de) la compensación total real de los trabajadores en producción y no supervisores ha crecido un 8% desde 1972. Los sueldos y salarios de todos los trabajores de sector privado también ha crecido, un 7% desde 1976. La única serie que muestra un declive es la de sueldos y salarios para trabajadores en producción y no supervisores, que ha bajado un 4% desde 1972. Esta es la serie que Foster y Magdoff deciden presentar.
La producción por el bien de la producción
Fialmente, volvamos al eje de la teoría subconsumista de las crisis económicas, que dice que las crisis económicas radican en última instancia en la caída de los sueldos o la porción del ingreso nacional correspondiente a los trabajadores. Hemos visto que no han caído, pero dejemos eso a un lado por el momento para concentrarnos en la noción de que si a los trabajadores les va mal, entonces a la economía también le irá mal.
Esta noción parece un tanto extraña, ya que estamos hablando aquí de una economía capitalista. Cuando la remuneración a los trabadores se reduce, lo que ellos pierden es por supuesto un lucro para las compañías que los emplean, una ganancia extra, y la ganancia es el combustible que potencia el sistema capitalista. Lo que crea problemas para el sistema capitalista no es una suba en la tasa de ganancia, sino una caída.
Sin embargo, el bloque subsonsumista señala el hecho de que al estar los trabajadores en peores condiciones que los administradores, dueños, etc., ellos gastarán una fracción mayor de sus ingresos en bienes de consumo y servicios. Entonces, si la porción del ingreso que les corresponde a los trabajadores baja, la demanda de consumo personal tenderá a bajar. Esto verdaderamente reduciría las ganancias, y podría preparar el escenario para una crisis económica o una recesión, a menos que el declive en la demanda de consumo personal sea compensado por un aumento en otro componente de la demanda.
Consideremos la demanda de inversiones productivas –el gasto de negocios para construir fábricas, centros comerciales y oficinas, y para comprar equipos y software. Si la demanda de inversiones aumenta, y el aumento es lo suficientemente grande para compensar la caída en la demanda de consumo personal, una baja en los sueldos o la porción del ingreso que corresponde a los trabajadores no llevará a un declive en la demanda total, y por lo tanto no llevará a una crisis económica o una recesión.
Pero los subconsumistas afirman que la demanda de inversiones no puede crecer más rápido que la demanda de consumo personal a largo plazo. ¿Por qué no? Bueno, dicen ellos, si los negocios invierten en fábricas, máquinas y demás, y las usan para producir más cosas, entonces las tienen que vender, en última instancia, a la gente. Pero ¿por qué es eso? ¿Por qué no se las pueden vender entre ellos? Por ejemplo, ¿por qué no pueden las compañías mineras venderle hierro a las que usan hierro para producir acero? ¿Y por qué no pueden las compañías de acero vendérselo a las compañías que usan acero para hacer equipos de minería? ¿Y por qué no pueden las compañías que hacen equipos de minería vendérselos a las compañías mineras? Y así sucesivamente. Por supuesto, no estoy hablando de un sistema sin ninguna producción de bienes de consumo, sólo uno en el que la producción de bienes de consumo y la demanda por ellos sube menos rápidamente que la producción y la demanda por bienes de inversión.
El bloque subconsumista nunca ha sido capaz de proveer una verdadera respuesta. Lo mejor que han hecho es afirmar que, a largo plazo, “el proceso de producción es y debe permanecer, sea cual fuere su forma histórica, un proceso de producción de bienes para el consumo humano.”(3) Esta afirmación no tiene como propósito negar que se produzcan bienes de producción. El punto es más bien que el proceso en definitiva resulta en más zapatos y más iPods, y sólo tantos más bienes de inversión adicionales como sean necesarios para producir más zapatos y iPods –no más hierro, acero, y equipo de minería que no resulte en zapatos y iPods adicionales. Sin embargo, el bloque subconsumista no ha provisto ninguna evidencia o argumento para defender la afirmación de que la producción siempre está dirigida al consumo humano. Es simplemente un dogma.
Y es un dogma que en los hechos es incorrecto (por lo menos en el caso de los Estados Unidos). El Cuadro 3 muestra el crecimiento en la demanda de consumo personal y la demanda real de inversión por negocios privados en estructuras, equipo, y software, así como el crecimiento real de PBI. Todo bajó en el 2009 debido a la recesión. Pero en los tres cuartos del siglo pasado anteriores, la demanda real de inversión creció 73 veces más, mientras que el PBI creció solo 18 veces y la demanda de consumo personal sólo 15 veces. De manera que la demanda de inversiones creció cuatro veces más rápido que el PBI y casi cinco veces más rápido que la demanda de consumo personal.
¿Cómo era eso de que la demanda de inversiones no era capaz de crecer más rápidamente que la demanda de consumo personal a largo plazo? ¿Cómo era eso de que toda la producción al fin y al cabo es producción para el consumo humano? ¿Cuánto más tenemos que esperar? ¿Hasta que, como decía Rosa Luxemburgo, se venga “la extinción del Sol”?
La característica distintiva del capitalismo, esa que lo diferencia de todos los modos de producción previos, es que es un sistema para “la producción por el bien de la producción,” no un sistema para “la producción por el bien del consumo humano.” En otras palabras, la producción de medios de producción, bienes de inversión, crece más rápidamente que la producción de bienes de consumo. Lo que hace esto posible es que, como los datos anteriores indican, la demanda de bienes de inversión también crece más rápido que la demanda de bienes de consumo.
Este era el núcleo del argumento de Marx en contra de lo que se llama estos días la “teoría económica del derrame” –la noción de que eso que es bueno para la General Motors termina siendo bueno para los trabajadores también- que también está basada en el dogma de que todos los aumentos en la demanda son “en última instancia” aumentos en la demanda de bienes de consumo.(4) Y la razón principal por la que Raya Dunayevskaya sostuvo que la Rusia stalinista era una sociedad capitalista (de Estado) es que su desarrollo económico se basó firmemente en la característica distintiva del capitalismo, la producción por el bien de la producción. Al igual que en el “Occidente,” la demanda de inversiones en Rusia creció más rápido que la demanda de consumo personal. Esta última de hecho creció por un largo período, y las vidas de decenas de millones de campesinos y trabajadores fueron arruinadas y acortadas.(5)
Notas:
(1) Versión abreviada de un artículo publicado en Con Sentido Soberbio, www.marxist-humanist-initiative.org/economic-crisis/lies-damned-lies-and-underconsumptionist-statistics.html. Traducción de Leonardo Kosloff.
(2) Foster y Magdoff, “Implosión financiera y estancamiento: la vuelta a la economía real,” Monthly Review 6:7, Dic. 2008
(3) Paul M. Sweezy, La teoría del desarrollo capitalista, New York, Monthly Review Press, 1970, p. 172.
(4) Veáse El Capital, vol. 1, cap. 24, sección 2
(5) Veáse Marxismo y Libertad de Dunayevskaya, cap. 13, para una discusión sobre Rusia, y su Rosa Luxemburgo, cap.3 para una discusión sobre “la producción por el bien de la producción”.