El área de Italia más devastada por la Covid-19 es un gran polo industrial. No se declaró nunca zona roja debido a las presiones de los empresarios.
Hay imágenes que marcan una época, que quedan grabadas en el imaginario colectivo de un país. La que no podrán olvidar en años los italianos es la que fotografiaron los vecinos de Bérgamo desde sus ventanas la noche del 18 de marzo. Setenta camiones militares cruzaron la ciudad en medio de un silencio sepulcral, uno detrás de otro, en una marcha lenta en señal de respeto: transportaban cadáveres. Los llevaban a otras ciudades fuera de Lombardía porque el cementerio, el tanatorio, la iglesia convertida en tanatorio de emergencia y el crematorio en funcionamiento 24 horas al día ya no daban abasto… Pero, ¿por qué la situación es tan dramática precisamente en Bérgamo?…
El 23 de febrero los positivos en coronavirus en la provincia de Bérgamo eran 2. En una semana, llegaban ya a 220; casi todos en Val Seriana. En Codogno, población lombarda donde el 21 de febrero se detectó el primer caso oficial de coronavirus, bastaron 50 casos diagnosticados para cerrar la ciudad y declararla zona roja. ¿Por qué no se hizo lo mismo en Val Seriana? Porque en este valle del río Serio se concentra uno de los polos industriales más importantes de Italia, y la patronal industrial presionó a todas las instituciones para evitar cerrar sus fábricas y perder dinero. Y por increíble que parezca, la zona con más muertos por coronavirus por habitante de Italia –y de Europa– nunca ha sido declarada zona roja, a pesar del estupor de los alcaldes que lo reclamaban, y de los ciudadanos, que ahora exigen responsabilidades…
La historia es aún más turbia: quienes tienen intereses en mantener las fábricas abiertas son, en algunos casos, los mismos que tienen intereses en las clínicas privadas. La Lombardía es la región italiana que más representa el modelo de mercantilización de la sanidad y ha sido víctima de un sistema corrupto a gran escala liderado por el que fue su gobernador durante 18 años (del 1995 al 2013), Roberto Formigoni, miembro destacado de Comunión y Liberación. Era del partido de Berlusconi, quien le definía como “gobernador vitalicio de la Lombardía” Su sucesor, Roberto Maroni, inició en 2017 una reforma de la sanidad que recortó aún más las inversiones en la pública y que prácticamente ha abolido la figura del médico de familia, sustituyéndolo por la del “gestor”.
La epidemia en la zona de Bérgamo, la llamada Bergamasca, se inició oficialmente la tarde del domingo 23 de febrero, aunque los médicos de cabecera…aseguran que ya desde finales de diciembre atendían muchísimos casos de pulmonías anómalas en personas incluso de 40 años. En el hospital Pesenti Fenaroli, de Alzano Lombardo, un municipio de 13.670 habitantes a pocos kilómetros de Bérgamo, ese 23 de febrero llegaron los resultados de los tests de coronavirus de dos pacientes ingresados: eran positivos. Dado que ambos habían estado en contacto con otros pacientes y con médicos y enfermeros, la dirección del hospital decidió cerrar las puertas. …el personal médico estuvo una semana trabajando sin protección; un buen número de sanitarios del hospital se contagió y extendió el virus entre la población. Los contagios se multiplicaron por todo el valle. El hospital resultó ser el primer gran foco de infección….
Los alcaldes de los dos municipios más golpeados de la Val Seriana, Nembro y Alzano Lombardo, esperaban cada día a las siete de la tarde que les llegara la orden de cerrar la población, que era lo que habían acordado. Todo estaba listo: las ordenanzas redactadas, el ejército movilizado; el jefe de la policía les había comunicado los turnos que se harían en las guardias y las tiendas estaban montadas. Pero la orden no llegó nunca, y nadie supo explicarles por qué. En cambio, sí llegaron continuas llamadas de los empresarios y dueños de las fábricas de la zona, preocupadísimos por evitar a toda costa el cierre de sus actividades.
Sin ningún pudor, el 28 de febrero, en plena emergencia por Coronavirus… la patronal industrial italiana, Confindustria, inició una campaña en redes con el hashtag #YesWeWork. “Tenemos que bajar el tono, hacer entender a la opinión pública que la situación se está normalizando, que la gente puede volver a vivir como antes”…
El mismo día, Confindustria Bergamo lanzó su propia campaña dirigida a los inversores extranjeros para convencerles de que allí no sucedía nada y de que ni de broma iban a cerrar. El eslogan era inequívoco: “Bergamo non si ferma / Bergamo is running” (Bérgamo no se detiene).
El mensaje del vídeo promocional para los socios internacionales era un despropósito: “Se han diagnosticado casos de Coronavirus en Italia, pero como en muchos otros países”, minimizaban. Y mentían: “El riesgo de infección es bajo”. Echaban la culpa a los medios por un injustificado alarmismo, y mientras mostraban a obreros trabajando en sus fábricas presumían de que todas las fábricas continuarían “abiertas y a pleno rendimiento, como siempre”.
Tan solo cinco días después estalló el enorme brote de contagios y muertes que acabó siendo el más importante de Italia y de Europa. Pero ni así retiraron la campaña, ni mucho menos se plantearon cerrar las fábricas. Confindustria Bergamo agrupa a 1.200 empresas que emplean a más de 80.000 trabajadores. Todos fueron expuestos al virus, obligados a ir a trabajar, en buena parte sin medidas adecuadas –hacinados, sin distancia de seguridad ni material de protección–, poniéndose en peligro a ellos mismos y a todo su entorno.
El alcalde de Bérgamo, Giorgio Gori, del Partido Democrático, también se había unido al clamor de no cerrar la ciudad y el 1 de marzo invitaba a la gente a llenar los negocios del centro con el eslogan “Bérgamo no se detiene”…
El 8 de marzo los contagios oficiales en la Bergamasca habían pasado, en una semana, de 220 a 997….Después de horas de caos en que muchos abandonaron Milán en estampida, Giuseppe Conte apareció, ya de madrugada, en una confusa rueda de prensa a través de Facebook para anunciar el decreto… nada de zona roja, sino naranja. Es decir, se restringían las entradas y salidas de los municipios, pero todo el mundo podía seguir yendo al trabajo.
Al cabo de dos días, el confinamiento se extendió a toda Italia por igual. Y nada cambió en la zona de la Bergamasca, donde los contagios crecían y crecían al mismo ritmo imparable de sus fábricas funcionando a toda máquina. “Cuando todos en la zona, sobre todo en Nembro y Alzano Lombardo, daban por descontado que se iba a declarar la zona roja, algunas empresas importantes de la zona hicieron presión para retrasarla lo más posible”… “Confindustria jugó sus cartas y el gobierno eligió de qué parte iba a estar”.
Los contagios y las muertes aumentaron imparables, especialmente en las zonas industriales de la Lombardía situadas entre Bérgamo y Brescia. Un mes exacto después del primer caso oficial de coronavirus en Italia, el sábado 21 de marzo, se llegó al triste récord de casi 800 muertos diarios. Los gobernadores de la Lombardía y el Piamonte –otro gran polo industrial– declararon que la situación era insostenible y que era necesario detener la actividad productiva. Conte, que hasta entonces se había mostrado contrario a la medida, apareció por la noche abrumado para decir que sí, que ahora sí, se cerrarían “todas las actividades económicas productivas no esenciales”.
Las fábricas de la Bergamasca continuaron prácticamente todas abiertas hasta el 23 de marzo…
Confindustria se activó de inmediato e inició una ofensiva de presión al Gobierno. “No se pueden cerrar todas las actividades no esenciales”, decían en una carta al premier detallando sus exigencias. Los industriales lograron que el decreto tardara 24 horas en ser aprobado y que Conte aceptara sus condiciones. En efecto, el Gobierno había elegido de qué parte estar, y no era la de los trabajadores.
Los sindicatos, en bloque, se pusieron en pie de guerra y amenazaron con una huelga general si no se cumplía el cierre real de las actividades productivas no esenciales. Confindustria había conseguido que se añadieran a la lista de actividades que podían seguir funcionando muchas que no eran de primera necesidad, como las de la industria de armas y municiones. Además, incluyeron una especie de cláusula que permitía, en la práctica, que cualquier empresa que declarase que era “funcional” para una actividad económica esencial pudiese permanecer abierta…
”No entiendo los motivos por los que los sindicatos querrían hacer huelga. El decreto ya es muy restrictivo: ¿qué más se tendría que hacer?”, dijo, poco empático, el presidente de Confindustria, Vincenzo Boccia. Y añadió: “Ya perderemos 100.000 millones de euros al mes; no detener la economía conviene a todo el país”…
Las fábricas de la Bergamasca continuaron prácticamente todas abiertas hasta el 23 de marzo, cuando los contagios oficiales en la zona ya eran casi 6.500. Una semana después, el 30 de marzo, a pesar del decreto de cierre de “todas las actividades productivas no esenciales”, había 1.800 fábricas abiertas y 8.670 infectados oficiales en la zona.
Pongamos nombre a las fábricas que no quisieron cerrar. Una de las empresas de la zona es Tenaris, líder mundial en la fabricación de tubos y servicios para la exploración y producción de petróleo y gas, con una facturación de 7.300 millones de dólares y sede legal en Luxemburgo. Emplea a 1.700 trabajadores en su fábrica de la Bergamasca y pertenece a la familia Rocca, con Gianfelice Rocca, el octavo hombre más rico de Italia, de propietario. En la provincia de Bérgamo, como en toda la Lombardía, la sanidad privada es muy potente. En la Bergamasca, en concreto, la mitad de los servicios sanitarios pasan por la privada. Las dos clínicas privadas más importantes de la zona, que facturan más de 15 millones de euros anuales cada una, pertenecen al grupo San Donato –cuyo presidente es nada menos que el ex-viceprimer ministro italiano Angelino Alfano, exdelfín de Berlusconi– y al grupo Humanitas. El presidente de Humanitas es Gianfelice Rocca, también propietario de Tenaris, la industria que no ha querido mandar sus trabajadores a casa. La sanidad privada bergamasca no se activó por la emergencia Coronavirus hasta el 8 de marzo, cuando, por decreto, se tuvieron que posponer todos los servicios no urgentes. Solo entonces empezaron a hacer sitio para los pacientes con Covid-19.
Brembo es otra gran empresa con fábricas en la Bergamasca. Pertenece a la potente familia Bombassei, también metida en política: Alberto, el hijo del fundador, fue diputado por Scelta Civica, el partido de Mario Monti. Tiene 3.000 trabajadores en sus fábricas de la zona de Bérgamo, donde producen frenos para coches. Factura 2.600 millones de euros. No quisieron cerrar.
La Val Seriana fue industrializada en gran parte por empresas suizas hace más de 100 años, por lo que la presencia de fábricas ligadas a Suiza es aún importante. Otra gran empresa que tiene más de 6.000 trabajadores en Italia, más de 850 en la Bergamasca, es ABB, con capital suizo y sueco. Líder en robótica, factura 2.000 millones de euros. El 30 de marzo seguía abierta con total normalidad.
Persico, empresa italiana que produce componentes de automoción, con 400 trabajadores y 159 millones de facturación, tiene sede en Nembro, el municipio con más muertes por Covid-19 por habitante de Italia. Pierino Persico, el propietario, fue uno de los que más se opuso a que se declarase la zona roja.
…Ahora, frente a los miles de cadáveres y a una población que empieza a convertir su dolor en rabia, todos se sacuden las culpas…La verdad es que ninguna autoridad ha estado a la altura, excepto los alcaldes de las poblaciones pequeñas, que son los únicos que han reconocido –y denunciado públicamente– las presiones de los industriales, que les asediaban a llamadas para intentar de todas todas evitar o posponer el cierre de las fábricas. Desde una Bérgamo herida y aún en shock, los ciudadanos empiezan a organizarse para pedir que se esclarezcan los hechos y que alguien asuma, al menos, la responsabilidad de haber permitido que los intereses económicos primasen sobre la salud –es decir, la vida– de los trabajadores de la Bergamasca. Muchos de ellos, por cierto, precarios.