El espíritu y la materia son las categorías filosóficas que han transitado los saberes más complejos en el núcleo filosófico de la cultura occidental, y la historia de la filosofía está impregnada de amantes de la sabiduría que le han apostado al espíritu, como Platón que daba a las ideas una simultanea existencia en un […]
El espíritu y la materia son las categorías filosóficas que han transitado los saberes más complejos en el núcleo filosófico de la cultura occidental, y la historia de la filosofía está impregnada de amantes de la sabiduría que le han apostado al espíritu, como Platón que daba a las ideas una simultanea existencia en un mundo cargado de ideas generales que como máquinas en serie generaban las ideas particulares en nuestro mundo. Kant y Descartes se decidieron por el idealismo, en el que conviven categorías universales y saberes innatos y una conciencia que crea la existencia. Demócrito en cambio se decanta por esa minúscula partícula que vive aquí y funda lo existente. Karl Marx entiende que la fantasía religiosa es la culpable de gran parte de la tragedia humana porque lo trascendental hace olvidar este mundo en que las desigualdades son explicadas por destinos divinos.
Marx celebra lo material, pero eso no le impide reconocer que la estructuración de la dialéctica hegeliana que viene de una posición idealista, es una de las explicaciones más fantásticas para explicar el movimiento, el devenir y la evolución del mundo. Sin embargo, esta evolución de un espíritu absoluto o de una idea absoluta tiene que ser sustituida por un proceso histórico que explica la evolución del ser humano hacia estadios cada vez más cualitativos. Por eso es común decir que la dialéctica hegeliana, Carlos Marx la pone patas arriba, porque los filósofos solo se han ocupado de interpretar al mundo y es necesario su transformación.
Hugo Chávez Frías es fruto de esa dialéctica, porque nadie con una lógica elemental interpretativa puede explicar lo que significó Chávez para Venezuela, para el retorno del socialismo como proceso de construcción de un proyecto histórico viable, y lo que significa en el momento actual para un mundo que cae bajo las garras de modelos de la usura financiera, y de la entrega de soberanías territoriales, económicas y políticas que embargan el futuro de los países.
Bolívar no es ajeno a este momento actual porque sus ideas libertarias influidas por el movimiento revolucionario francés implantaron un atisbo de tradición militar que fue muy bien manejada por Chávez, y ahora es ajena a las políticas de contrainsurgencia y de contención popular que practican otros ejércitos. Aunque oprobiosa fue necesaria la dictadura de Juan Vicente Gómez, la apertura de Medina Angarita, Betancourt y el mismo Carlos Andrés Pérez y el caracazo para que los saberes se multiplicaran, las conciencias colectivas conocieran la marginación y la exclusión para que aquel monaguillo, vendedor de arañas, soldado patriótico recorriera la patria y leyera el espíritu de Venezuela para transformar de forma incesante el laberinto de miseria y desesperanza en que habían postrado a la patria. Y ello es así, porque la realidad está formada por opuestos, ida y retorno de saberes, que en el conflicto inevitable que generan, engrendan nuevas categorías y conceptos que en contacto con la realidad entran en contraposición con otras definiciones.
¿Quién creería que después del período de intrascendencia ideológica que generó la caída del socialismo real un nuevo socialismo se estuviera incubando 10 años después? ¿Y quién creería sobre todo que un proceso constituyente sería el creador de nuevas relaciones políticas, económicas y sociales, sí el mismo Carlos Marx descartó en la coyuntura francesa de finales del siglo XIX, no así en otras coyunturas, una institución que reproducía las relaciones de producción del sistema capitalista? Así lo apunta Lenin: «Marx apreció en todo su valor el empleo de los medios legales de lucha en los tiempos de estancamiento político y de dominio de la legalidad burguesa». Por esa razón, es novedoso que las grandes transformaciones en Venezuela, se realicen en la superestructura que ha sido tradicionalmente la legitimadora del sistema capitalista, pero ha sido aprovechada en los procesos constituyentes del sur para darle base legal al cambio y a la transformación de la sociedad.
Los números de Venezuela no engañan. De 1999 a 2011 la pobreza se redujo de 42.8 al 26.7%. La inversión social que es considerada gasto para el neoliberalismo pasó de 12% al 22.8%. El desempleo pasó del 15% al 8.5%. La educación superior se incrementó en un 86% y la erradicación del analfabetismo y el hambre son reconocidos por la Unesco. Venezuela con Chávez fue relevante internacionalmente como no lo había sido presidente alguno, y limitó la injerencia de Estados Unidos en el sur, y como agente de cambio en el paradigma de la adopción de sistemas económicos le dio la espalda al neoliberalismo.
Los pueblos europeos ven una esperanza en el socialismo del siglo XXI porque son los pueblos los que se apoderan de las decisiones y de los cambios, y no los bancos y las transnacionales. Solo el grupo Prisa atacó y sigue atacando en el gobierno de Maduro un Modelo que es diferente al de España en el que la gente se suicida porque le quitan su casa, su arraigo y lo que los hace sentirse personas y no cosas. El número de pensionados en Venezuela pasaron de 475,000 a 1,900,000, y la construcción de proyectos habitacionales para los pobres fue uno de los mayores logros en Venezuela.
Con estas cifras y con un arañero y monaguillo que se ha ido de materia pero está en el espíritu de su pueblo y que le arrancó millones y millones de páginas a los científicos sociales, millones y millones de dolores de cabeza a los dueños del mundo, reflexiones y teorías tras otras, y sobre todo esperanza para el mundo entero, es difícil negar el gran aporte que ha dado la dialéctica al milagro venezolano y al mundo entero.