La Unión Europea (UE) no solo voltea para otro lado, sino que continúa a la cola de Donald Trump en su empecinada agresión contra Venezuela. Cuando varias instancias de Estados Unidos -como The Washington Post- han revelado los móviles que desde el Gobierno estadounidense se usaron para dirigir la operación mercenaria del pasado 3 de mayo, con la cual la extrema derecha pretendía realizar acciones terroristas, sembrar caos, destrucción y muerte en nuestro país, la UE solo hace un mutis cómplice ante tan abominable crimen.
Otra vez queda en evidencia que la UE es el resultado histórico de un proyecto de EE.UU., para poner al Viejo Continente a su servicio después de la II Guerra Mundial. Fue el cobro de la factura por el Plan Marshall, el cual nunca fue el plan altruista para la reconstrucción europea, como dice lo que sembró la mediática corporativa en el imaginario popular, sino que fue “…una forma de disciplinamiento de los gobiernos europeos, de cara a su subordinación a la nueva potencia hegemónica que es Estados Unidos” como acertadamente asegura el profesor Xabier Arrizabalo (2013).
Una demostración de esa subordinación de la UE fueron las declaraciones dadas a El Universal, el pasado 12 de mayo, por su embajadora en Venezuela, Isabel Brilhante Pedrosa. Con cinismo la embajadora ratificó la manida mentira de “…que las medidas restrictivas de la UE no afectan de ninguna manera el pueblo, o la economía venezolana y no impiden que ayuda llegue a las personas necesitadas…”, cinismo que ya no sorprende a los venezolanos que padecemos el brutal bloqueo económico –-aumentado en plena lucha contra el COVID-19– disimulado por Brilhante Pedrosa.
Pero el cinismo no paró ahí: “…Se trata de medidas individuales o muy específicas,…a personas que figuran en puestos oficiales y consideradas responsables de violaciones de los derechos humanos y/o de socavar la democracia y el estado de derecho en Venezuela”, la misma letanía de Estados Unidos, que juzga y condena unilateralmente –mediante farsas- solo a quienes no se le someten, pero que en Venezuela sabemos que son medidas criminales contra todo el país.
La embajadora de la UE no pudo dejar de repetir el ultimátum: “…además flexibles y reversibles –las medidas- en presencia de pasos concretos que demuestren la buena voluntad para salir de la crisis política en que se encuentra el país”, y lo completó con otras opiniones injerencistas; pero no debe olvidar que al pueblo venezolano no lo intimida nada ni nadie.