El futuro de nuestra patria está atado, en buena medida, a la confrontación geopolítica global que está en desarrollo en el mundo. Ya en anteriores artículos, nos hemos referido a los aspectos más relevantes de esa disputa. Ella tiene diversos matices que le dan al asunto una complejidad particular. Por diversas razones, también abordadas, la América latina está en el centro, junto con el Medio Oriente, de esa confrontación. Venezuela, por sus riquezas naturales y su envidiable posición geopolítica es, sin dudas, algo así como el epicentro del torbellino, “la joya de La Corona”, como suelen decir.
Lo que suceda en América latina y particularmente en nuestro país, inclinaría la balanza hacia uno de los dos bloques. Como ya se sabe, el gobierno bolivariano ha definido su posición al lado del bloque encabezado por China y Rusia. Ello, en buena parte, explica el que las medidas ilegales de asedio, bloqueo y guerra multiforme se hayan acentuado, y, por supuesto, no cesarán.
La hegemonía estadounidense, hoy en evidente declive, data desde hace bastante tiempo. Aún cuando ella quedó determinada en firme a partir de los acuerdos de Bretton Woods, en 1944, el desplazamiento de la Libra Esterlina por el Dólar a partir de 1913, ya anunciaba lo que luego se materializó a partir del final de la II Guerra “mundial”. Una gobernanza, también en decadencia, con todo un cuerpo de instituciones (ONU, FMI, BM, OMC, etc.) rige desde entonces, y se ha mantenido hasta hoy, con muy pocas variantes. El dólar estadounidense, entonces respaldado en oro, formó parte principal de esos acuerdos y se impuso como moneda de intercambio a nivel mundial, y principal reserva de los Bancos Centrales del mundo. En agosto de 1971, Richard Nixon, ante una situación determinada por los excesivos gastos militares de sus propias guerras de rapiña, en ese entonces, la de Vietnam, decidió romper con el Patrón Oro. A partir de allí los papeles verdes emitidos por la FED, no tenían más respaldo que la “confianza” que generaba su condición de gran potencia mundial. Han transcurrido desde entonces casi 50 años, y, esa confianza, aún cuando se ha venido desvaneciendo cada día que pasa, es, al lado de otros factores, la que sigue garantizando la incesante emisión de dólares por parte de la Reserva Federal estadounidense (FED).
Es evidente, pues, que el dólar es hoy el arma más poderosa que tienen los Estados Unidos para seguir aspirando a ser el Hegemón del Sistema Mundo Capitalista. Hay otras, claro, pero es esta, la de mayor significación. Resulta cuando menos sorprendente que la sola confianza haya podido mantener al dólar en la posición privilegiada que sigue ocupando en la actualidad. Pero en el mundo financiero, en la economía y en geopolítica las cosas no obran por pura casualidad. Aún cuándo opera, en cierto modo, un mundo de ficción financiera que pretende sobreponerse a la economía real, al final es la realidad la que termina imponiéndose. El dólar, pues, encontró a partir de 1975, el soporte que no le podía dar sólo la confianza. En esa fecha, la OPEP, bastante influenciada por EE.UU, “instituyó” él Petrodólar que obligaba a vender el petróleo sólo en dólares estadounidenses.
La relativa “fortaleza” que sigue manteniendo el dólar como principal divisa de intercambio comercial mundial se la debe fundamentalmente al Petrodólar. No es poca cosa que la necesidad que tienen todos los países de surtirse del combustible energético que mueve al mundo, tengan que hacerlo en la divisa norteamericana. El control que históricamente ha tenido los EEUU de algunos de los países de la OPEP, principalmente Arabia Saudita, le ha permitido que eso hasta hoy siga siendo así. Venezuela formó parte durante mucho tiempo de ese “cartel” al servicio de los intereses norteamericanos y de sus transnacionales petroleras.
Con la llegada del Comandante Chávez al gobierno, a partir de 1999, la política petrolera de Venezuela dejó de estar subordinada a la Casa Blanca. Por otra parte, en este siglo las cosas han comenzado a cambiar, pese a la política guerrerista e intervencionista norteamericana. Saddam Hussein y Muammar Gaddafi pagaron con algo más que sus vidas, el atreverse a retar al imperio norteamericano en ese escenario. Irán y Venezuela, cada una con sus particularidades, están, como ya sabemos, sometidas a un asedio y bloqueo internacional permanente, por no ser sumisos a la política que se define desde Washington.
Es más que evidente que enfrentarse al Hegemón del Sistema Mundo Capitalista, no es nada fácil, ni puede ser una tarea aislada que pueda desarrollar un solo país. China y Rusia, con todo el poderío que tienen, actuando aisladamente, les resultaría cuesta arriba lograrlo. Ambos lo saben, y desde hace varios años vienen trabajando, por separado, y concertadamente, en esa dirección. Algunas cosas que han venido sucediendo, así lo confirman:
Ambos países realizan su intercambio comercial bilateral en sus propias monedas.
La presencia de ambos en el BRICS ha sido decisiva para que también los acuerdos e intercambios comerciales entre los países que lo integran, se orienten en la misma tónica.
China y Rusia han sido los países que más han comprado oro en los últimos 4 años, y están ubicados de primer y tercer lugar como productores de oro, respectivamente, a nivel global.
China es el país que más importa petróleo en la actualidad (8 millones de barriles diarios) y Rusia es un factor determinante como país productor no OPEP, en los acuerdos OPEP+, y en la estabilidad del mercado, incluido los precios.
China con el posicionamiento del Petroyuan y los contratos a futuro de petróleo en La Bolsa de Shanghai, ha venido disminuyendo el espacio ocupado por el dólar en el mercado petrolero mundial.
La implementación de la Nueva Ruta de la Seda, con un proyecto de infraestructuras por un billón de dólares, le confiere a China, una particular ventaja en consolidar su influencia en toda Eurasia y convertirse en centro económico de la economía mundial.
Los seis aspectos señalados ponen de bulto, el hecho que en la confrontación geopolítica a nivel global, el bloque encabezado por China y Rusia se ubican en una posición de ventaja indiscutible. Nada avizora un fenómeno político que pueda variar esa tendencia. Por el contrario, la aparición del covid-19 ha afectado la economía estadounidense como a ninguna otra economía. El indiscutible liderazgo de Xi Ji Ping en China y de Vladimir Putin en Rusia, contrasta con el cada vez más debilitado liderazgo de Donald Trump en Estados Unidos, y a nivel global.
Lo que facilitó en 1975 la institución del Petrodólar como moneda de uso exclusivo en el comercio petrolero, fue el hecho que Estados Unidos era el principal consumidor y Arabia Saudita el principal importador, en ese entonces. La situación hoy en 2020, nos presenta a China como el principal importador y Arabia Saudita no vive precisamente su mejor momento. Tom Luongo, en un artículo publicado recientemente en Red Angostura, aborda el tema. Veamos lo que nos dice, citando un informe de Bloomberg: “China está construyendo un grupo de compradores (o cartel) compuesto por sus principales compañías petroleras estatales”. La intención evidente no es otra, que continuar debilitando la posición de Arabia Saudita en el mercado petrolero y en la fijación de precios. Se señala más adelante, en el mencionado artículo: “el grupo representa a las refinerías que importan más de 5 millones de barriles al día. Eso es casi una quinta parte de la producción total de la OPEP, lo que lo convertiría en el mayor comprador de petróleo del mundo”. Es decir, los factores que posibilitaron el surgimiento del Petrodólar, estarían, ahora bajo el control de China, de concretarse el acuerdo. Esto al tener el visto bueno, de la alta dirección gubernamental y partidista china, existe una alta probabilidad que sea una realidad en corto plazo.
Es dentro de ese cuadro arriba planteado, dónde debe nuestro país buscarle un horizonte cierto a la grave situación económica por la que atraviesa. Entendemos que el gobierno tiene claro el panorama, y de hecho, viene estableciendo acuerdos importantes no sólo con China y Rusia, sino que otros países, como Irán y Turquía, forman parte de un abanico de alianzas, construido por la Diplomacia de Paz.
Hemos venido insistiendo que el ataque a nuestra moneda es la más letal de las armas que continúan usando contra nuestro país. En eso he coincidido con todos los que han abordado este tema. He manifestado, como muchos otros, mi adhesión a la propuesta del Bolívar Oro. Sin embargo, pienso que la propuesta del PETRO resolviendo el problema de su “USABILIDAD”, sería también una alternativa viable.
Pienso que el marco coyuntural y geopolítico es excepcional. Deben dejarse a un lado los pruritos y chantajes de siempre, de una izquierda esclerotizada por los dogmas y los principios “librescos” que nada tienen que ver con la realidad concreta. Estamos de hecho alineados a uno de los bloques en confrontación geopolítica. Errados están quienes, con mucha frecuencia, quieren “meter en un mismo saco” a China y Estados Unidos. Algunos, incluso, se refieren a China como el nuevo imperialismo, con el cual “debemos tener cuidado”.
No es la intención, por ahora, polemizar sobre el carácter capitalista o socialista de China. Sobre eso he venido construyendo una opinión, pero al estilo chino, con mucha calma y sin apuros. Invito a otros a estudiar y reflexionar sobre la experiencia china. Allí tenemos mucho que aprender.
Hay dos planteamientos contrapuestos en la escena geopolítica global. La del “Destino Manifiesto” que resume la práctica geopolítica del actual gobierno de los Estados Unidos, y la de una “Comunidad de Destino Compartido para la Humanidad” que guía la política exterior china desde 2011 y que, desde octubre de 2017, tiene categoría constitucional (Javier Tolcachier, 2019). Este analista argentino, también dice en el mismo artículo, publicado en Rebelión: “Resolver el acertijo de hasta dónde el lema de una “comunidad de futuro compartido” es una interesada movida publicitaria o una honesta visión de un nuevo sistema-mundo, no es fácil. Desde ya, para el imaginario chino, poco afecto a los absolutos del binarismo dialéctico, la respuesta puede ser ambas.”. También creo.
Sin dudas, nadie ubicado en las filas patriotas, podría remotamente creer en el “destino manifiesto”. Pero, si hay quienes dudan de una “comunidad de destino compartido”. Ashley Smith, activista socialista estadounidense, al analizar la rivalidad geopolítica de ambos países expresa lo siguiente: “No debemos caer en la política ingenua, falsamente antiimperialista de que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, sino oponernos tanto a los EEUU como a China”. Opiniones las hay en ambos sentidos.
En conclusión, en mi criterio, el gobierno nacional debe desarrollar una política audaz, sin ningún tipo de complejos y temores, al lado de China y Rusia y el bloque de países que le acompañan, aprovechando todas las ventajas que le confiere esta excepcional coyuntura geopolítica, para desprenderse de una vez por todas de la perniciosa influencia del dólar estadounidense. ES AHORA, MAÑANA PUEDE SER TARDE.