"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

Lo que Trump y la pandemia dejó… En su sigiloso silencio

Se mostró dejándose sentir la senilidad de su piel blanca
adornada por un manojo de jazmines,
cuyo rojo capitoso no dejaba de deshacerse
con pétalos de sangre entre sus dedos,
que pervertían con su pegadiza presencia
a los niños con caras polvorientas.
Haciéndolos barbolear como que si fueran abalorios perfumados,
que dejaban ver en su hirsuto clinaje
sus facciones flébiles, finas y vibrátiles,
que con ojos sepurantes y rojisos
imponía su postura amarga,
que recomendaba utilizar desinfestante
para ambientalizar su putrefacción.
En el que hay que comprender
la inhábil verbalización de lo perdido,
que evadían los arcordes putilladores de armoniosos versos.
Ante un Iscariote que con sus vasallos latinos y europeos
hacía sentir su pigmentación blanca amarillenta,
y su linaje de viejas composición,
que dejaban en el ambiente su progenie pudrida.
Quien con velas prendidas, lámparas de carburos y aves disecadas
estaba sonriente ante su auréola dorada,
que con voz alta hacía rimar su funebre postura
la cual cabrillaba con ojos desorbitados,
apoyado por aguijones y flagelos maléficos
que hurgaban los pistilos y túrdigas de las flores
obligándolas a arrodillarse ante su reseco espuramajo.
Quien con mucha prepotencia
imponía su acento burlón impositivo,
cuando obsequiaba pápiros de muertes
donde se repetía la sadomia de los versos,
cuyo rojo capitoso no dejaba de deshacerse
cargados de imposibles proyectos,
que imploraban construir el relato de lo desconstruido,
puesto que en el proceso del duelo
es necesario acercarnos a dialogar con lo perdido
y llorar…, para no negarnos a olvidarlos
si es que negamos su existencia,.
porque para negar los que estaban ausentes
es necesario comprender que estaban vivos,
porque estamos pagando con sarcasmo y opolucencia
el tributo…, que se combró con CITGO,
y no le importó los cuerpos inermes
de niños adolescentes con caras polvorientas,
ante un altar que exparcían su cenizos humeradas,
en presencia del cuatro que cantarineaba un contrapunteo
y la risa nerviosa de las maracas
que se había convertido en una gramática anuciada,
entre nubes plúmbeas rojizamente siniestras,
que sonaban enfurecidas al compás de las plegarias
y al ritmo que danzaban…,
cuando las serpertinas engalanaban el ambiente,
y las lágrimas recordaban el triste recuerdo
de lo que Trump y la pandemia dejó…,
en su sigiloso silencio.

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