El 21 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Paz en todo el mundo. La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró esa fecha como el día dedicado al fortalecimiento de los ideales de paz, a través de la observación de 24 horas de no violencia y alto el fuego. Las bases para la celebración se encuentran en el Artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el cual dice: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. Aunque no especifica la palabra “paz”, estas palabras sentaron las bases para la libertad, la justicia y la paz en el mundo.
Igualmente, la Ley Constitucional Contra el Odio, por la Convivencia Pacífica y la Tolerancia en su Artículo 10 declaró esa misma fecha como el Día Nacional de la Paz en Venezuela, y al mes de mayo de cada año como mes nacional para la promoción de la paz, la convivencia y la lucha contra la intolerancia. El líder, abogado penalista y excandidato a la presidencia de Colombia, Jorge Eliécer Gaitán, señaló en relación a la paz: “Nada más cruel e inhumano que una guerra. Nada más deseable que la paz. Pero la paz tiene sus causas, es un efecto. El efecto del respeto a los mutuos derechos”.
La paz es un efecto, un resultado de la justicia, entendiendo la justicia no como la sustitución, sino como la negación de la venganza. No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón y, sobre todo, no hay perdón sin arrepentimiento. Para conservar la paz debemos estudiar e internalizar las garantías de los Derechos Humanos y entender la evolución histórica de la guerra, que tiene su cimiento en el odio e irrespeto de los derechos de los semejantes.
La diversidad cultural, étnica y de pensamiento son parte de la riqueza humana. La aceptación de la existencia de los pensamientos diversos es fundamental para la convivencia de cualquier familia o sociedad y es muestra inequívoca del nivel elevado de conciencia de sus integrantes. Tal como lo señaló el filósofo, polímata, Aristóteles: “Solo una mente educada puede entender un pensamiento diferente al suyo sin necesidad de aceptarlo”. En contraposición, la ignorancia se caracteriza por la intolerancia, el odio y el fanatismo irracional.
En virtud de ello, es necesario respetar los principios acordados y las leyes para la convivencia, asumir lo contrario es apostar por la guerra y no creer en los seres humanos y su diferencia de racionalidad con las bestias. En el caso venezolano, con la aprobación de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, se asumió el modelo de Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los Derecho Humanos, entre ellos, el derecho a la paz.
Igualmente, la carta magna de la República Bolivariana de Venezuela, en su preámbulo, expresa que el pueblo en ejercicio de sus poderes creadores y con el fin supremo de refundar la República, establece una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad y el bien común. Lo que deja clara la aspiración de establecer la convivencia en la sociedad y asume la paz como un valor transversal.
Las historia de Venezuela nos recuerda que hasta en la guerra convencional siempre existe espacio para la racionalidad y el encuentro, la construcción de acuerdos mínimos y para desescalar las hostilidades. Tal como ocurrió hace casi 200 años con el Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra, firmados entre la Gran Colombia y el Reino de España el 25 y el 26 de noviembre de 1820, en el estado Trujillo, el cual fue redactado, magistralmente, por el Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre.
Hoy, cuando el mundo vive una situación compleja, es necesario ejercer la ley frente a la guerra y el odio para proteger los derechos de todos y más cuando ya se conoce la muerte y la destrucción que sufrieron los judíos, afrodescendientes, discapacitados y comunistas, en la Segunda Guerra Mundial, por ser o pensar distinto. Los que nos asumimos como defensores de Derechos Humanos, por formación y convicción, debemos estar en todas las oportunidades y terrenos que se nos presente, luchando contra la guerra, por el diálogo y la convivencia pacífica, llámese esos terrenos: la docencia, la escritura, la comunicación social, la lucha por la justicia o cualquier otro.
La democracia y la participación ciudadana siempre serán una excelente oportunidad para el encuentro de toda la familia venezolana y una vía correcta para dirimir nuestras diferencias, entendiendo la paz como un proceso constante y perpetuo de convivencia intrínsecamente relacionado con la justicia que se puede celebrar un día pero se construye todo los días. En Venezuela se nos presenta, el 6 de diciembre, un nuevo día para construir la paz, una ocasión especial para el respeto, la aceptación mutua, la convivencia y para no ser indiferente ante la cruel realidad que significa la ausencia de la paz.