Recientemente arribamos a un nuevo aniversario de la Revolución China. Han transcurrido 71 años de la culminación de esa larga, sangrienta y heroica gesta que culminó el 1 de octubre de 1949, con la fundación de la República Popular China. Con motivo del 70 aniversario escribí un artículo publicado en Rebelión, Aporrea y Red Angostura: “Las enseñanzas de la Revolución China”. Pudieran considerarse estas nuevas líneas, la continuación de lo entonces expresado.
En esa primera parte nos referimos a las luchas libradas desde la I Guerra del Opio (1840) hasta la fundación de la República Popular China (1949). Ese período ha sido llamado “el siglo de la humillación”. Mao Tse Tung (Mao Zedong) expresó a pocos días del triunfo de la revolución, el 21 de septiembre de 1949, estas premonitorias palabras: “NUESTRA NACIÓN NO ESTARÁ SOMETIDA AL INSULTO Y LA HUMILLACIÓN. NOS HEMOS LEVANTADO (…) LA ERA EN QUE EL PUEBLO CHINO ERA CONSIDERADO UN PUEBLO NO CIVILIZADO HA LLEGADO A SU FIN”. Y ha sido así, China se erige hoy como la segunda economía del mundo, independientemente de que sobre este hecho, existan opiniones por demás controvertidas, en cuanto a su carácter socialista. En todo caso, es al pueblo chino a quien le toca decidir su destino y el camino a transitar para alcanzar su propia felicidad. Como toda revolución, no ha sido fácil, ni lo será en los años por venir.
EEUU, que, por ahora, continúa en el primer lugar de la economía a nivel global tiene una deuda con China que gira alrededor de los 1.2 billones de dólares, sólo en bonos del tesoro de la reserva federal. Esto tiene sus implicaciones económicas y geopolíticas para ambas potencias, que le imprimen una dosis adicional de complejidad al panorama global.
Son muchas, complejas y contradictorias las cosas que han acontecido en estas siete décadas. No ha sido fácil, la realidad que le tocó enfrentar a la dirigencia del PCCh, con Mao Zedong al frente, luego de casi medio siglo de guerra a lo interno, en ese vasto país.
China, iniciada la década de los 50 era un país con una población aproximada de 500 millones de habitantes, diseminada en un vasto territorio de 956.596.960 kilómetros cuadrados, con una mayoritaria población rural que superaba el 85%, con el agregado de una gran diversidad cultural, representada en la existencia de 56 etnias.
Inglaterra, Japón, Francia, Alemania, Estados Unidos, Italia, Rusia y Austria, ocuparon territorios en la vasta geografía China avalados, en algunos casos, por tratados multilaterales como el de Versalles, y otros bilaterales como el de Nankin, firmado en 1842, que le dio “derechos” a Inglaterra de ocupación de Hong Kong por 150 años.
Todas esas circunstancias históricas, le daban a la naciente República Popular China, un desarrollo económico y social absolutamente desigual, plagado de injusticias y miseria en las ciudad y en el campo. El camino a recorrer era tortuoso y difícil, como toda construcción de una sociedad socialista. Para la fecha sólo existía un referente, la Unión Soviética, que, con no pocas contradicciones, asedios y amenazas, intentaba la construcción del socialismo, desde un Glorioso Octubre de 1917.
Existía en China un muy escaso desarrollo de las fuerzas productivas . La agricultura como actividad productiva predominante era desarrollada con métodos y herramientas arcaicos, siendo básicamente una agricultura de “granos”, desarrollada mayoritariamente a nivel familiar y “granjas” administradas por una minoritaria “aristocracia” rural, ya en decadencia.
El sector industrial privado tenía un desarrollo muy incipiente, en aquellas ciudades donde las potencias imperialistas del entonces habían tenido su presencia colonial. Igual puede decirse de la actividad comercial, ubicada, particularmente en las ciudades portuarias. El gobierno “nacionalista” del Guomindang (GMD) había dejado como herencia una infraestructura de empresas públicas con más peso burocrático que productivo. Al interior de China se desarrollaba una artesanía de tradición milenaria, fundamentalmente familiar.
La economía fue encarada por la revolución triunfante con la urgente colectivización de la agricultura y la mejora de su productividad. Los excedentes deberían servir de apoyo a la también necesaria industrialización de las ciudades, que a su vez contribuirían gradualmente a la mecanización de la agricultura y actividades pecuarias.
Este “apoyo” recíproco entre el campo y la ciudad, fue implementado con no pocas dificultades y contradicciones. Ello se puso en evidencia en el desarrollo de los Planes Quinquenales, a partir de 1953. La forma en que se abordó este complejo problema, determinaron los avances y retrocesos del llamado Régimen Socialista de Desarrollo (RSD) que abarcó las tres primeras décadas.
En las ciudades, el plan comprendía 5 aspectos: transferencias de empresas públicas y privadas, nacionalización de la banca, la cooperativizacion de la artesanía y ventas ambulantes, y la creación de Comunas Urbanas. La Nacionalización de la Banca se llevó a cabo, sin mayores tensiones, en forma gradual de 1949 hasta 1952. Los otros 4 aspectos, cada uno con sus particularidades, tuvieron un proceso accidentado.
En el sector rural, la colectivización de la agricultura, su modernización y el incremento de su productividad constituyeron el eje de los planes trazados. Esto se estableció en 4 etapas que progresivamente irían ampliando los grados de colectivización. Desde la implementación de las cooperativas en un nivel primario, su agrupamiento progresivo y transformación en Colectivos, hasta, finalmente, concluir en la formación de Comunas Rurales.
En ambos planes, el urbano y el rural, estaba contemplada la construcción de comunas como culminación del tejido social en el campo y la ciudad. Esto, como lo registran varios analistas de esta experiencia y algunos documentos oficiales del PCCH, se desarrolló con muchas dificultades, llenas de altibajos, derivadas de la complejidad de la sociedad china y el desigual desarrollo en la ciudad y el campo.
En los primeros años, incluido el I Plan quinquenal (1953-1957) fueron obtenidos logros importantes, sobre todo en el desarrollo industrial. Los ingresos por actividad industrial se duplicaron entre 1949 y 1954, y para 1958 se habían más que triplicados. El crecimiento interanual de la producción industrial fue de un 17% entre 1952 y 1957 (Colectivo Chuang, 2020). Por sí solo este crecimiento porcentual refleja el esfuerzo y resultados obtenidos en este lapso, considerado por algunos como la Época Dorada del Régimen Socialista de Desarrollo (RSD).
Todo el avance en la industrialización del país se apoyó en los excedentes producidos en la agricultura. La forma y cuantía en que fueron extraídos estos excedentes significó, en términos prácticos, una desmejora del bienestar de una mayoritaria población rural. No hubo en contrapartida el apoyo esperado y “planificado” para la mecanización de las actividades agrícolas. Entre 1952 y 1958, la inversión de capital fue de 51,1% en el sector industrial, mientras a la agricultura sólo fue dedicado un 8,6% (Xulio Ríos, 2019). Esa desproporcionada dirección en los recursos fue casi una constante en las primeras dos décadas del RSD.
El no apropiado abordaje de la contradicción entre el campo y la ciudad, constituyó en mi opinión el principal escollo que tuvo la Revolución China desde 1949 hasta la muerte de su Gran Timonel, Mao Zedong, ocurrida el 9 de septiembre de 1976. Los flujos y reflujos migratorios, así como el crecimiento de una burocracia partidista con ciertos “privilegios”, fueron, también, dos de los factores que complicaron el cumplimiento de planes. Los cuadros del PCCH pasaron de 720.000 en 1949 a 3.3 millones en 1952, y 8.09 millones en 1957 (Colectivo Chuang, 2019).
El Gran Salto Adelante (GSA) y la llamada Revolución Cultural fueron dos eventos históricos que impactaron el desarrollo de la construcción del socialismo en la República Popular China. Ambos impulsados por el mismo Mao Zedong, fueron objetos de opiniones controvertidas, tanto ayer como hoy.
A la luz de sus resultados prácticos el GSA constituyó un factor de retraso en los logros alcanzados hasta 1957, cuando culminó el I Plan Quinquenal. Sería interesante para quienes deseen seriamente analizar el proceso de construcción socialista en China, dedicarle un estudio en profundidad, tanto el GSA, como a la llamada Revolución Cultural. Para algunos analistas, tanto al interior de China, como fuera de ella, coinciden en catalogar el GSA, como un intento en acelerar el proceso de construcción del socialismo, saltando las condiciones objetivas presentes en la sociedad china al final de la década de los 50.
Los planes de construcción del socialismo en China, si bien es evidente que experimentaron ajustes importantes en las siete décadas transcurridas, es indiscutible la coherencia entre lo planteado por Mao Zedong a inicios de la revolución, con lo que recientemente ha planteado Xi Jiping.
Mao Zedong en octubre de 1955, en un “Debate en torno a la cooperativizacion agrícola y la actual lucha de clases” expresaba: “ ¿Cuál será la tendencia futura? La tendencia será: En el plazo de unos tres planes quinquenales, cumpliremos en lo fundamental la industrialización socialista y las transformaciones socialistas de la agricultura, de la artesanía y de la industria y comercio capitalista “. Es decir, esas metas serían alcanzadas en 1968, si los planes quinquenales se desarrollaban ininterrumpidamente a partir de 1953. A continuación, concluía Mao: “Pienso que esa será la tendencia. Pero se puede agregar que EXISTE LA POSIBILIDAD DE QUE CONVIRTAMOS A CHINA EN UN PODEROSO PAÍS SOCIALISTA EN UN PLAZO DE CINCUENTA O SETENTA Y CINCO AÑOS, o sea de de diez a quince planes quinquenales” (mayúsculas nuestras). Eso significa que los planes de convertir a China en la potencia económica que es hoy, estaba ya presente en la mente del Gran Timonel.
En 2017, Xi Jiping dijo lo siguiente: “China <<básicamente>> realizará la <<modernización socialista>> para 2035. Para llegar hasta allí el PolítBuró está buscando una síntesis de <<escala, velocidad, calidad, eficiencia y seguridad>>”. ( Pepe Escobar, 2020 ).
Resulta que la manera de pensar y de planificar de los chinos no es bien entendida por el pensamiento occidental. Por ejemplo, para cualquier inversionista occidental, resulta inadmisible cualquier inversión de capital, sino está garantizado su retorno en un corto o moderado mediano plazo, para China una inversión siempre es válida, si está enmarcada dentro de sus planes estratégicos, aunque no produzca dividendos a corto plazo.
La experiencia y los avances de China, incluidos algunos retrocesos coyunturales, han girado alrededor de tres líderes fundamentales: Mao Zedong, Den Xiaoping y Xi Jiping. Naturalmente, poniendo en primer plano, un pueblo heroico, abnegado y disciplinado, y la férrea dirección del Partido Comunista Chino.
Mao Zedong logró poner de pie a China y unificarla, luego de más de un siglo de humillación. Las reformas emprendidas por Den Xiao Ping, a partir de 1978, no hubiesen sido posibles sin las bases heredadas en lo económico, político y social del período maoísta. Y los planes trazados por el PCCH con Xi Ji Ping al mando, con la mirada puesta en 1935 y 1949, ni siquiera pudieran haberse pensado, sin la apertura y reformas emprendidas por Den Xiao Ping.
Mao, Den y Xi han sido una continuidad en el tiempo, en el tortuoso y difícil camino de construcción y transición hacia el socialismo en China. Estamos en libertad de opinar, analizar e incluso especular sobre lo que ha ocurrido, ocurre y podrá ocurrir en el más poblado país del mundo, lo que no podemos es hablar o decidir por ellos hacia dónde y cómo trazarán su destino. Ellos han dicho que no han renunciado a la construcción del socialismo. Es cuando menos aventurado, afirmar que “China es ya un país capitalista e irremisiblemente no hay vuelta atrás”, sin añadir argumentos serios que respalden tal afirmación. Incluso, algunos y algunas van más allá al equiparar los planes de China a las pretensiones imperialistas del norte.
Si de opiniones se trata, abundan análisis serios de renombrados intelectuales a los que invitaría a leer y estudiar. Podría señalar a Xulio Ríos, Samir Amín, Michael Roberts, Bruno Guigue, Claudio Katz, Pepe Escobar, Raúl Zibechi, entre otros. A lo interno de China están los Colectivos Chuang y Qiao.
Las reformas económicas permitieron que la mitad de la población china, cerca de 700 millones de personas, es decir el 10% de la población mundial, salieran de la pobreza. “En los últimos 30 años, China no ha hecho ninguna guerra y ha multiplicado su PIB por 17. En el mismo período, EEUU ha emprendido una decena de guerras y ha precipitado su decadencia. Los chinos han erradicado la pobreza, mientras EEUU desestabiliza la economía mundial y vive a crédito. En China retrocede la miseria, mientras en EEUU avanza. Nos guste o no el “socialismo chino” humilla al capitalismo occidental” (Bruno Guigue, 2018).
Seguiremos abordando próximamente el controvertido tema de la transición al socialismo. Con respecto a la experiencia China ya nos referiremos con cifras concretas a los logros alcanzados en sus distintas etapas. Quiero concluir, citando un fragmento de la Resolución Final del XIX Congreso del PCCH en octubre del 2017: “El Partido debe unirse para alcanzar la victoria decisiva de la edificación integral de la sociedad de clase media, hacer que triunfe el socialismo chino de la nueva era y luchar sin descanso para lograr el sueño chino de la gran renovación del país”.