Juan J. Paz y Miño Cepeda
Con el 98.15% de las actas procesadas por el Consejo Nacional Electoral del Ecuador (https://resultados2021.cne.gob.ec/), en las elecciones del 7 de febrero (2021) Andrés Arauz ha obtenido el 32.04% de los votos, Yaku Pérez el 20.12% y Guillermo Lasso un 19.48%. Por tanto, habrá segunda vuelta el 11 de abril. Pero no hay seguridad sobre si Arauz confrontará con Pérez o será con el banquero Lasso, porque ambos están dispuestos, como lo han dicho, a asegurar su “triunfo”, defendiéndolo voto a voto, ante semejante “empate técnico”. Hay 741 actas por procesar, 3.778 “actas con novedad” y el CNE anunció que demoraría algunos días más en dar los resultados finales.
Arauz, Lasso y Pérez han expresado intereses diversos. El progresismo (Arauz) es un bloque amplio, complejo y heterogéneo de nuevas izquierdas, clases medias, sectores populares, trabajadores, indígenas, empresarios pequeños y medianos, que no solo representa al “correísmo”, sino a quienes, sin ser necesariamente de ese campo, no se identifican con el neoliberalismo ni con las derechas. Lasso, en cambio, concentra los intereses de las derechas empresariales y políticas, que anhelan dar continuidad al modelo económico empresarial-neoliberal que levantaron durante las décadas finales del siglo XX, que fue revivido desde 2017 con el gobierno de Lenín Moreno y que, además, cuenta con el apoyo de elites cuyo ideal histórico se remonta al régimen oligárquico que vivió Ecuador entre 1912 y 1925, conocido como “época plutocrática”. Pérez, por su parte, patrocinado por Pachakutik, el brazo político del movimiento indígena de la CONAIE, fue apoyado por las izquierdas anti correístas (el viejo Partido Socialista patrocinó a César Montúfar y obtuvo el vergonzoso 0.63%), por los marxistas pro-bancarios (los “chinos”, en el lenguaje izquierdista), por las cúpulas de diversos movimientos sociales (entre ellos, reconocidos dirigentes sindicales) y, sin duda, por segmentos populares e indígenas que se hallan divididos, pues ha sido visible el apoyo de otros sectores indígenas a Arauz, quien incluso triunfa en la provincia de Imbabura (alcanza el 29.38%), con alta población indígena.
Sobre la base de los resultados oficiales, es inobjetable que, si se suman los votos de Arauz y Pérez (52%), las derechas políticas, el proyecto empresarial-neoliberal representado por Lasso y el gobierno de Moreno, son los grandes derrotados y rechazados por la sociedad ecuatoriana, que experimentó el deterioro de sus condiciones de vida, trabajo y hasta dignidad en los últimos cuatro años. Un examen de los porcentajes de las votaciones por provincias resulta por demás ilustrativo: Arauz gana en las 6 provincias de la Costa, incluyendo Guayas, que ha sido el territorio bajo dominio político del socialcristianismo por tres décadas, y también triunfa contundentemente en Guayaquil, considerada como su “ciudad-Estado” por la oligarquía local, a la que pertenece Lasso. Hoy (además de Galápagos), la única provincia convertida en bastión de las derechas políticas y del neoliberalismo, y en la que triunfa Lasso, es Pichincha, incluyendo a la capital Quito, ciudad en la que ha logrado edificar su hegemonía el conservadorismo, clasismo y racismo de sus elites y de las capas medias que se identifican con ellas. Pero Yaku Pérez triunfa porcentualmente en las 6 provincias amazónicas y también en 7 de las 10 provincias serranas, exceptuando Imbabura (Arauz) y Carchi, en la que vence Xavier Hervas, de la “Izquierda Democrática”, quien resultó una verdadera “sorpresa” electoral en el país (alcanzó 15.97%).
El binomio Andrés Arauz/Carlos Rabascal ha derrotado a fuerzas que procuraron liquidar su candidatura en los mismos organismos electorales, que la descalificaron a través de la más diversa “campaña sucia”, que quisieron convertirla en simple continuidad del odiado “correísmo” y que la han visto como un “peligro” para el país. Nunca antes, en los 41 años de “democracia” que vive Ecuador, se experimentó una convergencia de grandes medios de comunicación con el alto empresariado y las elites del poder tanto institucional, como económico y político en contra de un solo candidato. No ocurrió con Jaime Roldós Aguilera ni con Rodrigo Borja, quienes también fueron atacados, en sus respectivos momentos, de “comunistas” (y del peligro “cubano”, pues todavía no existía el otro fantasma del peligro “venezolano”) y enfrentaron virulentas campañas oligárquicas para impedir su triunfo. Esas fuerzas, con la persecución y judicialización en contra del “correísmo”, incluso fueron más lejos del sistemático combate que libraron contra Rafael Correa en sus distintas campañas presidenciales y hasta de lo que hicieron para evitar el triunfo de Lenín Moreno en 2017, a quien todavía consideraban un continuador de la “revolución ciudadana”. El comportamiento contra la candidatura de Arauz no se dirigió contra Pérez. Incluso pocos días antes de las elecciones, el propio candidato Lasso afirmó: “Si Yaku Pérez pasa a la segunda vuelta, téngalo por seguro, desde hoy declaro mi apoyo a Yaku Pérez” (TW, RutaKritica, 3/2/2021/ https://bit.ly/36Q60og). Y es previsible que las derechas económicas y políticas sigan la intuitiva estrategia del banquero, porque para ellas el enemigo principal siempre fue el “correísmo”.
De otra parte, si bien el proyecto económico de Lasso se ubica en el otro extremo de lo que han planteado Arauz y Pérez, no siempre queda en claro si también existe alguna diferencia económica de fondo entre estas dos candidaturas, más allá de los asuntos puntuales en los que pueden o no coincidir. Pero la tienen. Arauz sustenta un enfoque de economía social, que no descarta la industrialización, el progreso tecnológico ni el desarrollo productivo diversificado, bajo el concurso del Estado; mientras Pérez afirma un enfoque de economía eco-comunitaria, centrada en la identidad con el comunitarismo indígena, la producción popular y, sobre todo, la exaltación y protección de la Pachamama (sin excluir asuntos extravagantes como su idea de exportar “agua virtual” y, además, en barriles), por lo cual no queda en claro la opción por la industria o el progreso tecnológico. Se trata, en esencia, de una diferencia sustancial en cuanto al modelo de desarrollo y modernización económica.
Más contundente que lo económico ha sido el posicionamiento ideológico-político, que particularmente se ha acentuado desde las filas de Yaku Pérez. Entre sus partidarios están aquellos sectores que apoyaron a Moreno tanto en la consulta popular de febrero 2018, como en la “reinstitucionalización” forjada por un Consejo de Participación Ciudadana y Control Social Transitorio, encabezado por Julio César Trujillo, cuya misión central fue acabar con el “correísmo”. No ha podido ocultarse que el respaldo al “morenismo” duró largo tiempo. Las posturas anti correístas han sido fundamentales, incluso porque se ha sostenido que el “correísmo” no es más que un proyecto de “modernización capitalista” (Lenín Moreno supuestamente lo continuó), que favoreció a ciertas elites y que, por tanto, no es de izquierda y mucho menos socialista, como puede leerse en libros y artículos de la tendencia. Pero, además, de acuerdo con los múltiples videos y referencias que circularon en la prensa y las redes sociales durante la campaña, Yaku Pérez tiene, entre otros antecedentes, haber señalado: “es preferible un banquero, que una dictadura” (https://bit.ly/2N4IgpB); también, al contestar a Lasso, el mismo Pérez sostuvo en un TW personal: “Señor Lasso, el proyecto que represento es el único que puede vencer al correísmo. A diferencia de usted y de Correa, no tengo nada que ver con el gobierno de Moreno, que tanto daño hace al país. Somos la opción para pasar la página de estos 14 años de desgobierno”; y en una entrevista con NTN24, Pérez sostiene: “Rafael Correa, como hizo Chávez de entregar el poder a Maduro, hoy él pretende entregar el poder a Andrés Arauz. Arauz es el Maduro del Ecuador” (https://bit.ly/2MR5Jup). Sin embargo, el líder indígena Leonidas Iza (quien inicialmente apareció como posible candidato por su movimiento y que ha sido crítico con varias de sus decisiones y posiciones), ha sostenido, en recientes declaraciones, que por sobre los liderazgos simplemente “individuales”, hay que reivindicar el levantamiento de octubre 2019 y el auténtico proyecto de Pachakutik que, afirma, tiene que ser retomado (https://bit.ly/3aRvdA5); y concluye: “Yo he sido absolutamente claro con qué propuestas no estamos de acuerdo, que apuntalan ciertos sectores que están alrededor de Yaku Pérez. Hay gente cercana a CREO y a la derecha que seguramente están dentro del círculo de Yaku,..” (https://bit.ly/3jxMRwH y https://bit.ly/2MEAHpN).
Bajo el panorama descrito, es evidente que si Arauz llega a la presidencia, se fortalece el progresismo latinoamericano y se afirma su segundo ciclo gubernamental, lo cual no ocurrirá con Pérez, seguidor de la línea crítica y cuestionadora de esos gobiernos. Además, en el tiempo que media hasta la segunda vuelta y bajo el supuesto que Pérez vence a Lasso, la candidatura Arauz/Rabascal tendrá que afrontar la arremetida de las fuerzas perdedoras de la derecha, pero también de los partidarios de Pérez. Y en el futuro próximo, una presidencia de izquierda despertará todo tipo de acciones para frenar las vías que impliquen cuestionar, afectar e incluso revertir el modelo empresarial-neoliberal, tan beneficioso a la dominación política, a la explotación social y al enriquecimiento privado.
No puede dejar de considerarse que existe una convergencia de intereses con el capital financiero y transnacional, acuerdos con el FMI que comprometen obligaciones del Estado y que, en la continentalización americanista, los gobiernos progresistas y de izquierda siempre han sido víctimas del trabajo imperialista para minar su legitimidad y, en última instancia, afectar su estabilidad. El gobierno de Lenin Moreno se encargó, adicionalmente, de blindar al neoliberalismo criollo con un marco de leyes internas, de convenios internacionales y de condicionamientos sobre la gigante deuda externa.
También es necesario considerar cómo quedará la composición de la asamblea nacional, pues allí la mayoría que se logre y su inclinación política podrán favorecer o dificultar las acciones de gobierno en cuanto a la expedición de leyes.
Finalmente, quedan tres herencias del gobierno de Lenín Moreno: primero, la crisis de salud ocasionada por la pandemia del Coronavirus, atendida con absoluta ineficacia y corrupción; segundo, la crisis económica más seria que ha tenido el país en cuatro décadas, de acuerdo con los datos estadísticos, los estudios nacionales y los informes de los organismos internacionales (agravó el desempleo, el subempleo y la pobreza); y, tercero, la crisis de las funciones e instituciones del Estado, cuya credibilidad, legitimidad y organización están derrumbadas.