"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

Equilibrio entre “marketing” y trabajo político

Actualmente existe un debate sobre las formas de hacer y comunicar la política: por un lado vemos a los fundamentalistas que no sucumben ante los “encantos” de marketing, quedándose en una noción anacrónica que hoy ya es casi “incomunicación”; y por el otro tenemos a los defensores a ultranza del marketing y las nuevas plataformas, pero que son criticados por ser “mucha foto y poco trabajo” ¿Existe una solución a este debate que parece una disputa de nunca acabar?

Lenin en el capítulo 1 de su libro “¿Qué hacer?”, formuló lo que hasta hoy es una máxima revolucionaria: no puede existir teoría sin praxis revolucionaria y viceversa. Del mismo modo, en nuestra reflexión de hoy afirmamos que no puede haber trabajo político sin comunicación, pero tampoco solo comunicación sin un trabajo político-orgánico que la respalde.

 

Pero ¿Qué es trabajo político?

Adelar Joao Pizetta del MST (Movimiento Sin Tierra – Brasil), nos indica que el trabajo político busca organizar a la base para servir a las masas, está orientado a aglutinar dichas demandas en programas de lucha para su solución, y genera instituciones para poder cumplir con los fines declarados. Ahora, estas pueden ser movimientos sociales, partidos políticos o instancias de co-gobierno en conjunto con el poder estatal, y a su vez operan en diversos niveles territoriales. Posee de igual manera 3 dimensiones: organizativa, ideológica y administrativa.

De este modo, podemos hablar no solo de trabajo político, sino también de “gestión política”, así como de gestión pública o institucional, ejerciéndose cada una en sus respectivos niveles y espacios. Sin embargo, para nuestros fines todas estas son ramas de un mismo árbol: el trabajo político revolucionario.

 

 

Los insospechados orígenes de la comunicación y el marketing político y la renuencia de la izquierda revolucionaria

Históricamente la izquierda tradicional en Venezuela, y aun más la izquierda revolucionaria ha sido renuente a las “nuevas estéticas” y a las herramientas comunicacionales derivadas del marketing político y la comunicación política.

Sin embargo, el insospechado origen de esta disciplina, con sus respectivas vertientes, se encuentra en la génesis misma de la Revolución Bolchevique, de forma casi paralela al desarrollo de la teoría de la propaganda, realizada por Edward Bernays, aplicado a la guerra y al ámbito comercial.

El Estado ruso soviético fue el primero en calificar a la acción propagandística e ideológica como una actividad estratégica para el Estado, pues se proponía transformar la realidad, para lo cual debía ser lo suficientemente fuerte como para llegar a cada ciudadano. Posteriormente este criterio fue copiado por los nazis, combinándolo con la teoría de Bernays, basada en el psicoanálisis, para luego pasar al ámbito comercial, y desde allí migrar de nuevo a la dinámica política. A partir de este punto es que los diferentes teóricos comienzan a hablar de comunicación y marketing político en estricto sentido.

 

Chávez y la “hipercomunicación”

El Comandante Chávez también confeccionó una máxima que ha sido una guía permanente: lo que no se comunica no existe. No importa cuánta energía se invierta en el bienestar colectivo, si la gente no ve que nos estamos esforzando, puede ir perdiendo confianza en nosotros.

Por esto, desde la llegada misma al poder, implementó un modelo comunicacional de contacto permanente con la gente, a través de “Aló Presidente”, primero en radio y luego en televisión, la promoción de las radios y televisoras comunitarias, el fortalecimiento del sistema de medios públicos, creación de medios internacionales como TeleSur, el uso de las redes sociales para defender la verdad y la formación y organización de comunicadores populares, entre otros muchos esfuerzos dedicados a difundir todo el trabajo político realizado, así como librar la batalla de las ideas.

Este modelo de vínculo y acción comunicacional permanente fue tildado por algunos think tanks opositores de “hipercomunicación” buscando darle un significado peyorativo, pero el mismo no es más que la respuesta a un monopolio mediático al servicio de los intereses de la oligarquía económica, basado en la posverdad y en las fake news; una forma novedosa de comunicar, pero nada similar a la lógica del marketing ejecutada mayormente por la derecha.

 

Esfuerzos estéticos y nuevas tecnologías

Con el advenimiento definitivo de las redes sociales y su lógica  de la instantaneidad, comenzó una nueva era en la manera de comunicar la política y de entablar contacto con la gente, donde rápidamente la derecha se adaptó, debido a que se sentía como pez en el agua en esos entornos. Con el tiempo, los esfuerzos desde la izquierda venezolana en ese aspecto han sido notables a nivel de uso de plataformas y manejo estético, también tomando en cuenta que para cada momento coyuntural (que es siempre distinto a otros), hace falta un modelo comunicacional adaptado al mismo. Así, llegamos a tener en las campañas del Gran Polo Patriótico Simón Bolívar una estética cada vez más fresca, mensajes mejor segmentados, mayor presencia en redes sociales y el uso cada vez más frecuente de herramientas demoscópicas. También ha crecido la cantidad de especialistas dedicados al área de la comunicación y la consultoría política con tendencia de izquierda, otrora espacio casi exclusivo de derechistas en el país.

 

¿Conflicto entre la “selfie” y el trabajo político?

Hoy poseemos una gran capacidad comunicativa en las redes sociales y un adelanto estético importante, así como una alta capacidad de posicionamiento de liderazgos, gracias a la incorporación de las nuevas herramientas al accionar político, lo cual optimiza el trabajo político y logra posicionarlo efectivamente de forma acelerada. Sin embargo, es igual de notable el trecho que falta para avanzar. Esta facilidad de posicionarse y convertirse en una referencia de liderazgo sin esforzarse tanto en el trabajo de base, a veces lleva a algunos dirigentes o aspirantes a poner mayor acento en el posicionamiento comunicacional y en la práctica del “lobbismo”, corriendo el riesgo de olvidar cada vez más el trabajo político como base para la construcción del liderazgo. Este fenómeno ha sido abordado por el Grupo de Trabajo Humana bajo la categoría de la “selfie gubernamental”.

Poniendo el ejemplo de una política pública o un nuevo movimiento social, es importante invertir en material P.O.P. (franelas, gorras, agendas, coolers, banderas, etc.), regalarlo a dirigentes para que lo muestren, ubicarlo estratégicamente en movilizaciones o acciones de calle, poner a alguien con tu franela en pases en vivo; pero cuando vayamos al territorio, esa política pública o movimiento debe existir, tener un gran músculo de movilización y contar con personal capacitado para cumplir los objetivos, porque de otro modo, la ausencia de sustento real, tarde o temprano quedará en evidencia y se perderá el respeto tanto por la instancia como por el dirigente que la promueve.

Por otro lado, si el trabajo político es impecable y cumple con los objetivos en el territorio, pero su comunicación no es efectiva, no logrará posicionarse ni recibir el apoyo (político y financiero) que necesita para garantizar el cumplimiento de los objetivos planteados.

De modo que necesitamos una comunicación efectiva, masiva, fresca y humanizada que pueda conectar con la gente, pero que a su vez sea respaldada por un trabajo político impecable. Hablamos de un equilibrio necesario para que se cumplan los objetivos, una simbiosis en la que ambos aspectos deben estar más o menos al mismo nivel, porque si no, el aspecto más preponderante se terminaría “comiendo” al otro.

 

La Juventud y el equilibrio marketing-trabajo político

La juventud actual (entre 18 y 25 años) pertenece en su mayoría a la generación Z, a quienes algunos estudiosos califican como a los “verdaderos nativos digitales”, por lo cual está mucho más familiarizada con el mundo digital, lo que la hace también más proclive a “perder el equilibrio” anteriormente descrito. Es un deber generacional superar este fenómeno, aun incipiente, y llevar el trabajo político a un nivel cada vez más elevado para cumplir con los objetivos estratégicos de servicio al pueblo.

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