Por Cecilia Anesi (IrpiMedia), Margherita Bettoni, Giulio Rubino (IrpiMedia)
El pasado 3 de agosto, mientras caminaba por el centro de Madrid, tres policías se acercaron a Domenico Paviglianiti para arrestarle. Los seis móviles que llevaba encima eran probablemente el único indicador de que no se trataba de una persona cualquiera. Paviglianiti está considerado el «jefe de jefes» de la ‘Ndrangheta. Esta organización mafiosa se creó en la década de 1860 en Calabria (Italia), pero su poder creció mediante la emigración de familias a diversos países. Hoy en día es una institución global formada por clanes afiliados que trabajan bajo una estructura jerárquica. Con presencia sobre todo en Italia, Alemania, Canadá, Estados Unidos y América Latina, este grupo criminal puede influir en el precio de la cocaína en medio mundo.
La detención de Paviglianiti se suma a otro reciente golpe sufrido por la ‘Ndrangheta. El 5 de mayo, la investigación conocida como operación Platino culminó con el arresto de 32 presuntos mafiosos en Italia y Alemania. Un fiscal alemán lo calificó como «un mal día para el lado oscuro del poder».
Las autoridades alemanas y la policía antimafia italiana llevaban años vigilando a uno de los miembros del clan, Sebastiano Giorgi –conocido como «Bacetto», que en español significa «beso pequeño»–. Figura ascendente de la ‘Ndrangheta, tenía su base en la pintoresca ciudad alemana de Überlingen, en la orilla norte del lago de Constanza. Allí regentaba un restaurante italiano frecuentado por turistas, que en realidad era una tapadera de su otro negocio: la gestión de una multimillonaria ruta de cocaína desde América Latina a Europa.
En el hogar espiritual de la ‘Ndrangheta, en la localidad calabresa de San Luca, los Giorgi –conocidos como «Boviciani» para distinguirlos de otros Giorgi locales– habían establecido alianzas con las principales familias de la ‘Ndrangheta para formar un cártel de compradores de droga. Desde su base en el sur de Alemania, Bacetto amplió la red para incluir a bandas internacionales que querían participar en el negocio.
El alcance de la ‘Ndrangheta se extiende hasta los cárteles colombianos y mexicanos. A través de intermediarios en Paraguay y Uruguay –con la logística proporcionada por una temida banda carcelaria de Brasil–, envían la droga a los puertos de Amberes (Bélgica), Rotterdam (Países Bajos) y Hamburgo (Alemania), a menudo a través de África Occidental. Una vez que la cocaína llega al noroeste de Europa, los italianos toman el control.
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Aunque la mayoría del clan Giorgi-Boviciani cayó en mayo de este año, el mal día de Bacetto se había producido nueves meses antes, en julio de 2019, cuando fue detenido por delitos anteriores en un control de la policía militar cerca de Überlingen. Sebastiano Giorgi y otros personajes centrales de esta historia están aún pendientes de juicio, y las acusaciones esbozadas por fuentes policiales y en los escritos de acusación aún no han sido probadas en los tribunales. Los múltiples intentos de ponerse en contacto con el equipo jurídico que ha representado a los Giorgi han quedado sin respuesta.
El clan Giorgi-Boviciani
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Paganini ocupa el puesto 61 de 62 restaurantes de Überlingen en Tripadvisor. Pero la comida no es probablemente la principal preocupación del clan Giorgi-Boviciani. Esta célula de la ‘Ndrangheta, según los investigadores, ha establecido un feudo criminal en Überlingen durante la última década, con el apoyo de las principales familias de narcotraficantes de San Luca.
En particular, los Giorgi están aliados con el clan Romeo-Staccu de la ‘Ndrangheta, que a su vez trabaja bajo las órdenes de los Pelle-Gambazza, miembros de la realeza de la ‘Ndrangheta que dominan uno de los tres territorios en los que el grupo ha dividido la provincia italiana de Reggio Calabria.
Los Giorgi no son aristócratas de la ‘Ndrangheta, pero en el marco de su rígida estructura desempeñaron un papel crucial de puente, comprando cocaína a intermediarios italianos con sede en América Latina, organizando su envío a Europa y vendiéndola después a compradores más pequeños, que la distribuían a traficantes callejeros. Como tapadera, utilizaban restaurantes y una empresa de importación y exportación. Los registros policiales muestran cómo utilizaban camiones de comida para trasladar la cocaína desde los Países Bajos y España a través del continente hasta Italia.
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De acuerdo con los investigadores de la operación Platino, los Giorgi importaban alimentos de Italia y los vendían a otros restaurantes italianos en Alemania, directamente o a través de minoristas, sin abonar los impuestos sobre las ventas y canalizando aparentemente los beneficios ilegales a su país…
Aunque se le buscaba en Italia desde 2012, Bacetto operaba libremente en Alemania, donde se encargaba de asegurar el flujo de dinero efectivo para su familia, porque su orden de detención italiana nunca fue puesta en conocimiento de las fuerzas de seguridad internacionales…
La policía intercepta las comunicaciones
A pesar de sus grandes esfuerzos por ocultar las actividades ilegales dentro de la economía legal, los Giorgi fallaron en otras áreas cruciales, especialmente en lo que respecta a sus comunicaciones internas. También se verían perjudicados por antiguos socios que decidieron hablar con la policía.
La operación Platino se centró en los Giorgi en 2017, cuando la policía antimafia de Turín se percató de que un miembro de la familia se detenía en su ciudad cuando se dirigía al norte desde Calabria a Überlingen. La investigación no tardó en implicar a la policía alemana de la ciudad de Friedrichshafen… que rastreó al italiano en el viaje inverso hacia el sur.
Los Giorgi utilizaban teléfonos EncroChat encriptados, lo que hacía imposible interceptar sus comunicaciones. Pero los investigadores de Turín aprovecharon un resquicio a mediados de 2018 cuando un hermano de Bacetto, Giovanni, que había estado bajo arresto domiciliario en San Luca, obtuvo permiso para trasladarse a una casa en Cerdeña. Tras colocar micrófonos en esta vivienda, los investigadores pudieron escuchar las conversaciones de Giovanni con familiares y amigos, que peregrinaban desde Calabria o Piamonte para reunirse con el líder de la familia Giorgi.
Bacetto se quedaba casi siempre en Überlingen, cerrando tratos para el suministro de cocaína en Bélgica, los Países Bajos y otros lugares con las bandas rumanas, albanesas y colombianas que desempeñan un papel clave en el tráfico de drogas en torno a los puertos de Amberes y Rotterdam.
… En una conversación intervenida con su sobrino Antonio, Giovanni reprocha a Bacetto que se quedara con una parte excesiva de las ganancias para él y sus socios en Alemania, cuando una mayor cantidad debería haber ido a parar a la cassa comune, una caja familiar utilizada para financiar las compras de droga.
Antonio acusó a sus parientes en Alemania de robar entre 3.000 y 4.000 euros al día cada vez que «trabajaban», su eufemismo para referirse al tráfico de drogas. También se quejó de que Bacetto dijera que no tenía dinero para la cassa comune debido a los gastos del restaurante Paganini.
Aunque fue menospreciado por su propia familia en los chats intervenidos, Bacetto era de hecho el «alma» del negocio de la cocaína de los Giorgi… Los investigadores creen que fue a través de Bacetto como los Giorgi se pusieron en contacto con una persona clave: Denis Matoshi, uno de los jefes del cártel albanés Kompania Bello. Matoshi dirigía una banda de albaneses en Rotterdam y Amberes, que supervisaba el envío de cocaína a Europa a través de América Latina.
Giuseppe Tirintino, un antiguo traficante de la ‘Ndrangheta que comenzó a cooperar con las autoridades en 2015, dijo que Bacetto, armado con una licencia de comprador de fruta, había utilizado un camión refrigerado para camuflar la cocaína enviada a través de Rotterdam entre los envíos de fruta.
Tirintino confesó que su primo suministraba a Bacetto «la mercancía», es decir, la cocaína, por la que los Giorgi pagaban entre 32.000 y 33.500 euros por kilogramo. Aseguró que había mantenido numerosas reuniones con Bacetto, quien se desplazaba para cerrar los tratos, incluyendo viajes a Roma y Rosarno, en Calabria, así como a Alemania y España. Tirintino también habló de una reunión que mantuvieron ambos en la ciudad costera italiana de Génova, donde «el camión estaba cargado de cocaína que había llegado por mar, en contenedores».
Bacetto también parecía verse a sí mismo como un jugador importante. En una conversación interceptada en noviembre de 2018 en un Audi A3 que tenía micrófonos, se jactó ante su hermano y su sobrino de ganar 400.000 euros al año «netos» y dijo que había que tener «cojones» para lograr lo que él tenía en Alemania…
La conexión de Amberes
Cada año se mueven por mar más de 750 millones de contenedores, lo que supone el 90% del comercio mundial de mercancías. Menos del 2% de los contenedores son revisados. En 2017, Amberes registró hasta 3,5 millones de contenedores marítimos entrantes, de los que apenas un 1% fue controlado.
Como mayor puerto europeo de transporte de frutas, Amberes tiene servicios de carga directos desde Colombia, Ecuador, Guatemala y Panamá. Los productos frescos necesitan ser procesados rápidamente, lo que significa que a los funcionarios de aduanas y de las fuerzas del orden a menudo les cuesta revisar los envíos a fondo. Esto hace que el puerto sea un punto de entrada en Europa popular entre los narcotraficantes. En 2017 se incautaron casi 42 toneladas de cocaína en el puerto, y unas 50 toneladas en 2018. En 2020, esta cifra había aumentado a unas 65 toneladas. Además, cada año se interceptan decenas de toneladas antes incluso de que puedan llegar al puerto.
Los traficantes también se sienten atraídos por el fácil acceso por carretera desde Amberes a los Países Bajos, un mercado europeo clave donde se procesan y cortan grandes cantidades de drogas antes de enviarlas a distribuidores más pequeños en toda Europa.
A lo largo de 2018, los investigadores rastrearon a Bacetto y a otros Giorgi en varios viajes a los Países Bajos. Durante estos viajes, Bacetto se reunió con varios presuntos traficantes de drogas, incluido el rumano Adrian Bogdan Andrei, alias Andy, a quien la policía identificó como un «sirviente» del italiano. Andy permitía a Bacetto dormir en su apartamento de Rotterdam y utilizarlo como base logística mientras se desplazaba entre Ámsterdam y Rotterdam para reunirse con proveedores colombianos…
En octubre de 2018, se escuchó a Giovanni Giorgi decir a un socio que Bacetto estaba tratando con «extranjeros» en los Países Bajos y que esperaban un cargamento de entre 170 y 180 kilos de cocaína…
Los Giorgi debían unos «500», dijeron, una cifra que las autoridades judiciales creen que se refiere a 500.000 euros. Este pago debía liquidarse antes del 25 de noviembre, día en que la droga debía llegar al puerto de Rotterdam desde Guayaquil, en Ecuador. En Amstelveen, cerca de Ámsterdam, se encontrarían con Andy y dos colombianos, que no sabían que les seguía la policía holandesa.
Las conversaciones intervenidas entre Andy y los Giorgi mostraban cómo la llegada segura del cargamento estaría garantizada reteniendo a uno de los hombres relacionados con los proveedores colombianos, un sistema que se utiliza a menudo en el mundo del hampa.
… según la policía, es lo que ocurrió: un joven de Medellín fue retenido por Sebastiano Signati en un B&B de Rotterdam hasta el 29 de noviembre, cuando fue conducido de vuelta a Amsterdam y entregado, junto con una mochila, a sus socios colombianos. Las escuchas telefónicas de la policía sugieren que la mochila contenía 300.000 euros en efectivo.
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Unos meses más tarde, los investigadores alemanes escucharon a Bacetto hablar en su apartamento de la ciudad de Seelfingen… sobre otro trato de cocaína con un albanés y un rumano, ambos residentes en Bélgica. La policía sospecha que este negocio incluía un envío de 240 paquetes de un kilo de cocaína. Tanto el albanés como el rumano son presuntos traficantes afincados en Bélgica, y este último dirige además un puñado de empresas de logística en ese país.
Una vez que los envíos llegaron a salvo a Europa, los Giorgi se pusieron a trabajar. Transportando cocaína y dinero en sus camiones de fruta, según la policía, se cree que primero se movieron por Alemania y después se dirigieron a Turín, donde les ayudaron sus familiares con la logística…
Alimentando la ‘Cassa Comune’
Los documentos policiales y las fuentes del OCCRP en Italia y Alemania muestran cómo los Giorgi trabajaban en ambos lados del tráfico de cocaína. El rastro de las pruebas ofrece un claro desglose del tráfico de drogas de la familia, desde los acuerdos con los principales actores que traficaban con toneladas de cocaína en América Latina, hasta los tratos con los secuaces que vendían subidones rápidos en los bares de Europa.
Una vez que llegaba a Italia, la cocaína de los Giorgi iba a parar a los minoristas de Turín, Milán, Cerdeña y Sicilia a cambio de entre 30.000 y 48.000 euros por kilo…
A continuación, los Giorgi vendían otra parte menor a pequeños traficantes, propietarios de bares de Turín, Sicilia y Cerdeña, por ejemplo. En estos casos, el precio subía hasta los 57.000 euros por kilo, o entre 5.000 y 7.000 euros por 100 gramos…
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Para descargar los cargamentos ilícitos, tenían que recurrir a proveedores latinoamericanos, a sus aliados calabreses de mayor rango o a otras bandas como los albaneses.
Una vez en los puertos, la cocaína iniciaba sus sinuosas rutas en camión. Los conductores… tenían que imitar las rutas de los servicios legítimos de reparto de alimentos… A lo largo del trayecto, los conductores de otros vehículos se acercaban al camión en un lugar preestablecido y retiraban la droga antes de que el camión continuara su ruta.
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Relaciones clave en Sudamérica
Los documentos de la operación Platino desvelan que los Giorgi tenían un proveedor clave: Giuseppe Romeo, apodado «Maluferru». En una traducción libre, el apodo se refiere a alguien armado y peligroso…. Maluferru es hijo de uno de los jefes más temidos de San Luca, el encarcelado Antonio Romeo, alias «Centocapelli», miembro destacado del clan de la ‘Ndrangheta conocido como Romeo-Staccu. Los investigadores afirman que Maluferru –que parece haber tenido conexiones cruciales en tres puertos europeos– garantizaba a los Giorgi «el envío constante de enormes cargas de droga» desde Sudamérica.
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A través de Marvelli, los Giorgi habían establecido una conexión con dos proveedores aún más poderosos: la pareja italiana Nicola y Patrick Assisi, padre e hijo, dos megatraficantes de la ‘Ndrangheta que llevaban años huidos en Brasil y eran aliados del grupo criminal carcelario Primer Comando Capital (PCC).
Sin embargo, empezaron a aparecer grietas cuando en agosto de 2018 la policía dio otro golpe. Los Giorgi seguían utilizando sus teléfonos encriptados de EncroChat. Pero no habían comprendido las sutilezas de la nueva tecnología –incluyendo el principio clave de que las contraseñas deben mantenerse en secreto… En una conversación, Giovanni le dijo a Francesco que desbloqueara un teléfono de EncroChat con la contraseña «pecora» («oveja» en español). Mientras configuraba su propio teléfono, otro socio le dijo que utilizaría «la misma contraseña que la última vez»: «María».
Sorprendentemente, Giovanni y Marvelli comenzarían más tarde a leer sus conversaciones de EncroChat con Patrick Assisi en voz alta, describiendo con detalle la logística de las operaciones.
«Tenemos la salida [de la cocaína] tanto de Perú como de Venezuela», escribió Assisi en un mensaje, leído por Marvelli a Giovanni. Assisi quería que la descarga se hiciera en Hamburgo, continuaba el mensaje, y pedía a Marvelli que enviara a «un chino» a recoger el cargamento….
Los chats intervenidos revelaron que los Assisi –que se sabe que han enviado principalmente cocaína en forma líquida– enviarían un cargamento en bolsas de 2,5 kilos ocultas en un cargamento de un mineral no identificado. Como los Assisi no se encargaban de la descarga en los puertos europeos, los Giorgi se vieron obligados a involucrar al Enano en el proceso.
Los Assisi dijeron que enviarían un cargamento de 500 kilos, según las conversaciones, lo cual, según los investigadores, se debía a que los costes logísticos y los sobornos necesarios para cada carga hacían inviable que fueran más pequeñas. Las empresas de importación y exportación o la técnica del «timo» les servían de cobertura.
Utilizando el rastro trazado por los Giorgi y sus cómplices, la policía alemana identificó los contenedores que se ajustaban al perfil del posible envío de Assisi. Pero cuando se hicieron inspecciones en Hamburgo en octubre de 2018, no se encontró droga. Los detectives tuvieron más suerte un mes después, el 8 de noviembre, cuando asaltaron un contenedor sospechoso de transportar cocaína de Assisi con destino a los Giorgi, y descubrieron 300 kilos de cocaína escondidos en paquetes de bastoncillos de algodón.
En octubre de 2018, las conexiones latinoamericanas de los Giorgi se veían amenazadas.
Por esas fechas, sus acuerdos con los Assisi habían comenzado a toparse con un obstáculo, y Marvelli planeaba ir a Brasil para reunirse con Patrick Assisi en persona. Maluferru, sin embargo, tenía otros planes, hacer un movimiento para desplazar a los Giorgi y comenzar a tratar con Assisi directamente. Resulta que Assisi prefería tratar con Maluferru, que era fiable, invisible y tenía las llaves para abrir algunos de los principales puertos europeos.
Los Giorgi, que caminaban constantemente en la cuerda floja entre poderosos proveedores cuyos caprichos podían hacerles ganar o perder, parecían destinados a seguir siendo eficaces distribuidores de cocaína con pocas perspectivas de ascender a los niveles superiores de la ‘Ndrangheta. Poco podían imaginar entonces que también empezaban a cernirse nubes negras sobre Maluferru y los Assisi.