"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

Anzoátegui o la esperanza

Anzoátegui siempre estuvo gobernado por la derecha, desde 1958 para acá, con gobernadores impuestos a dedo. La Revolución bolivariana rompe esa cadena casi tradicional con Tarek William Saab y Aristóbulo Istúriz, pues aunque Rosa y De Lima fueron elegidos con votos chavistas, bien pronto pasaron a la disidencia. En 2017, la Cuarta República, como en un espeluznante video de Michael Jackson, resucita en la persona políticamente antediluviana de Barreto Sira. La experiencia de mirar hacia el pasado, como la mujer de Lot, no pudo resultar peor.

La antigestión de este gobernador ha sido tan mala que enumerarla es un acto de masoquismo. Dar un salto retro con un deudor del puntofijismo fue un costoso error. Ni obra que mostrar ni gestión que demostrar. Tuvo el actual gobernador un respaldo inusitado: el del imperio estadounidense (que no es cualquier cosa) y el de un “presidente” autoproclamado y denominado “Gobierno interino”, al que le entregaron los activos y pasivos de Venezuela en el exterior, desde Citgo en Estados Unidos hasta Monómeros en Colombia, pasando por el oro depositado en Londres y recursos en otros países de Europa. Con ese respaldo, Barreto Sira se presenta ahora como Anita la Huerfanita.

En este deplorable contexto, solo le queda a la Revolución el rescate de la gobernación del Estado Anzoátegui. Esa responsabilidad le ha sido asignada al joven dirigente político Luis José Marcano, quien une en su persona la juventud y la experiencia administrativa y gerencial que adquirió en su desempeño como ministro y alcalde, entre otras responsabilidades que le ha tocado desempeñar en su breve pero intenso transitar por la vida política de nuestra Venezuela.

Anzoatiguense de pura cepa, Luis José conoce el palpitar de su pueblo, sus sentimientos y necesidades. Pudo haberse quedado en Caracas, al frente de cualquier cargo de la burocracia central, pero la tierra llama, la patria chica, el terruño, ese sentimiento indescriptible y profundo que los poetas llaman “amor de terredad”. Justo lo que hace falta, unido a la voluntad política y capacidad gerencial, para gobernar el bello territorio entre el Neverí y el Orinoco. Allí se instala el sueño y el amor de Luis José Marcano, al proponerse ganar la gobernación, rescatarla y devolverla en servicio a su pueblo.

 

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