"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

«Terminator» Soros: ¿mercader de refugiados y exterminador de culturas?

George Soros echa el resto. Ha transferido a su propia fundación Open Society sus últimos 18.000 millones de dólares de su fortuna –creada a base de la especulación monetaria, cuando apostó en varias ocasiones a la caída de las monedas de varios países– con el objetivo de siempre: imponer el capitalismo más salvaje y borrar toda huella identitaria.

Al todo o nada

Al final, se decidió. El magnate judío húngaro, nacionalizado estadounidense, y que hizo su fortuna a base a apostar en distintos momentos de su vida a la debacle económica de varios países, rompe la hucha –alcancía– para apostar al todo o nada.

Dicen sus adláteres que lo idolatran, que desde 1979 Soros ha jugado a ser el mesías de la bondad elevado a la enésima potencia, presuntamente apoyando cuestiones tan sensibles como la educación y la salud públicas, a los inmigrantes y refugiados, a las minorías sociales y raciales, a la mujer en su derecho exclusivo a su salud reproductiva.

Alaban también sus iniciativas en varios países tales como la regulación de las drogas y reformas como la del derecho penal para que haya más alternativas a la privación de libertad, con la presunta intención final de crear, como un Dios, sociedades más abiertas e igualitarias, países de los que nadie tenga que emigrar a la fuerza.

El lado oscuro de Soros: el único que tiene

Pero, ¿qué hay en realidad detrás de la figura de Soros? «Su filosofía de apertura mundial es una apertura brutal hacia el súper-capitalismo más salvaje, y para ello, bajo [la presunta intención de la] defensa a minorías y refugiados, lo que necesita esa nueva filosofía es que no existan fronteras, que las diferencias de naciones –porque él no habla nunca de naciones– desaparezcan; que ese sistema que necesita todas las libertades del mundo, según él, sobre todo busca la libertad económica», explica el columnista de Sputnik y exdirector de Euronews, Luis Rivas.

El analista explica que el hecho de «que no hayan fronteras significa que puedan entrar mercancías y personas sin ningún control, y si entran personas sin ningún control de países donde los salarios son más bajos, ayudarán mucho más y serán mucho más efectivas para el capitalismo sin fronteras, que es en lo que se ha convertido el capitalismo antiguo».

Rivas advierte que «la financiarización del capitalismo tiene mucho que ver también con la idea de convertir a todos los ciudadanos del mundo en un mismo consumidor, sin gustos diferentes, sin historias diferentes, sin raíces diferentes, y para ello, nada como un multimillonario que tiene influencia en muchos Gobiernos de Europa y en el mundo gracias a su dinero, para crear universidades, ‘think tanks’, institutos de relaciones internacionales, y para vender al mundo que es un filántropo y que sólo busca la libertad y el bienestar del mundo», remacha Rivas.

Borrado de fronteras e identidades

Extirpar todo rastro de diferencias entre países y culturas, es el gran apostolado de Soros. «La principal condición para que esa libertad económica [que pretende Soros] se expanda por todos los continentes y el mundo, es que no existan fronteras, ni para las mercancías, ni para las aduanas, y que nadie pueda decir que es diferente a los demás, o por su historia, o por su identidad».

Al subrayar que en un mundo como el que no quiere Soros, las personas pueden compartir vecindario y respetar cada uno sus respectivas raíces, sus historias, su identidad, sin que sea ofensivo para nadie, Rivas avisa que «eliminarlas y crear un mundo donde sólo exista un tipo de humano, que es el humano consumidor, ‘está muy bien’, pero a todo esto se le da un barniz de antirracismo, de libertad, de lucha contra el autoritarismo, cuando a lo que Soros llama autoritarios son quizá políticos que lo que pretenden es a oponerse a su política, y segundo, que defienden a su país, sus costumbres, sus razones, y que no ceden a las presiones de otro tipo de filosofía como la que defiende el señor Soros».

En una publicación del diario La Vanguardia de España, que transita la cornisa entre el panfleto y el publirreportaje, se puede leer: «Sus enemigos [los de Soros] definen el alcance de su empresa: Trump, Xi, Putin, Erdogan, Bolsonaro, Orbán y demás autócratas».

«Ahora mismo, criticar a Soros como yo lo hago, valdría el calificativo de complotista, de esquizofrénico quizá también, porque según los Soros, y lo que algunos llaman ‘la secta de los sorosianos’, en realidad ‘no existe’. En realidad ‘no existe’, pero casualmente el señor Soros, o su hijo [Alex], o parte de su staff, son los primeros que visitan a muchos nuevos Gobiernos elegidos en Europa: la primera visita ya no es para el Fondo Monetario [Internacional], la primera visita no es para el Banco Mundial, la primera visita es para el señor Soros. Y el que no se deja, como estos llamados ‘autócratas’, pues son considerados autócratas, o mucho peor», remacha Luis Rivas

 

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