Alexander Dugin es uno de los máximos geoestrategas rusos: proponente del “neo-Eurasianismo”, autor de dos imprescindibles libros: Fundamentos de geopolítica: El futuro geopolítico de Rusia (1997; https://bit.ly/2ylwcJ8) y La cuarta teoría política (2009; https://bit.ly/2UvBXwc), y muy cercano al zar Vlady Putin y a los militares rusos.
Predice dos escenarios: 1. «La globalización se derrumba de manera definitiva, rápida e irrevocable». Nada nuevo: la monárquica globalización financierista anglosajona unipolar ya estaba muerta (https://bit.ly/33V3JW4). Sólo le falta la sepultura formal y civilizada. Y 2. «Se creará un nuevo mundo post-globalista sobre los escombros del globalismo». Le faltó colocar como su corolario que es imperativo que el humanismo sustituya al caníbal y misántropo «mercado».
Afirma que los principales actores mundiales, como China y Rusia, operan ya bajo el concepto post-global multipolar: «El número de aquellos que pueden navegar más o menos libremente en el creciente caos será bastante pequeño (sic)».
Postula varios axiomas para la «realidad post-globalista»: 1. “La sociedad abierta de Popper/Soros se convertirá en una sociedad cerrada. La soberanía se convertirá en el valor más alto y absoluto (sic). El poder será legítimo sólo sí: «primero, salva la vida de las personas de la pandemia», y «luego organiza una estructura política, económica e ideológica». 2. «Una sociedad cerrada debe ser autocrática (sic)» en alimentos, producción industrial, en su sistema monetario y financiero, «y su poder militar en primer lugar», donde destacan las alianzas «regionales (sic)». Y 3. «Garantizar la soberanía y la autonomía».
Vislumbra al mundo post-globalista en “varios centros grandes (sic) y varios centros secundarios (sic). Cada polo principal debe cumplir con los requisitos de la autarquía: Plena responsabilidad del Estado y sus instituciones por la vida y la salud (sic) de los ciudadanos; responsabilidad del suministro de alimentos y una agricultura desarrollada; soberanía monetaria, con «la moneda nacional vinculada al oro (¡mega-sic!) o la cobertura de productos básicos (es decir, la economía real) en lugar del sistema de reserva mundial»; desarrollo de la industria nacional; industria militar eficiente y la infraestructura científica; control del sistema de transporte y comunicación.
Advierte que EEUU será «una poderosa entidad autocrática que defiende sólo sus propios intereses» y afirma que Francia, Alemania y China están listas para enfilarse a la autarquía anhelada.
Alexander Dugin vislumbra una «evolución post-globalista» en Irán, Pakistán y Turquía «como nuevos polos del mundo islámico», así como India «que está reviviendo su identidad nacional».
Nada triunfalista, se detiene en el caso de Rusia, que «tiene una serie de aspectos positivos» con Putin: “fortalecimiento de su soberanía; «disponibilidad de un poder militar fuerte»; precedentes históricos de la autarquía total o relativa; tradiciones de independencia ideológica y política; fuertes identidades nacionales y religiosas; y «legitimidad del modelo de gobierno centralista y paternalista».
A juicio de Alexander Dugin, «Rusia está demasiado estrechamente conectada con la estructura globalista, lo que de muchas maneras hace que no esté preparada para enfrentar efectivamente (sic) la epidemia».
Deduzco que el orden post-globalista de Dugin será encabezado por EEUU, Francia, Alemania, China e India (no en orden), sumado de los nuevos polos islámicos no-árabes (Irán/Pakistán/Turquía): una nueva cosmogonía a la que se deberá incorporar Rusia.
La válida crítica de Alexander Dugin a los parásitos apparatchiks globalistas de Rusia es letal: insinúa que pueden frenar su encumbramiento post-globalista como quinta columna desestabilizadora.
Queda claro que el mundo post-globalista será nacionalista y básicamente soberanista, con tendencia a la autarquía como la estrella polar del horizonte geoestratégico. Quien más se acerque a la autarquía será el vencedor.