Dossier editado por RED ANGOSTURA
1. Discurso de Lula tras ser electo presidente de Brasil: “Nuestro compromiso urgente es acabar con el hambre” (Texto completo)
Por Lula Da Silva
«Mis amigos y mis amigas.
Hemos llegado al final de una de las elecciones más importantes de nuestra historia. Una elección que puso cara a cara dos proyectos de país contrapuestos, y que hoy tiene un único y gran vencedor: el pueblo brasileño.
Esto no es una victoria para mí, ni para el PT, ni para los partidos que me apoyaron en esta campaña. Es la victoria de un inmenso movimiento democrático que se formó, por encima de los partidos políticos, de los intereses personales y de las ideologías, para que triunfara la democracia.
En este histórico 30 de octubre, la mayoría del pueblo brasileño dejó muy claro que quiere más, no menos, democracia.
… En definitiva, quiere más, no menos, libertad, igualdad y fraternidad en nuestro país.
El pueblo brasileño demostró hoy que quiere más que ejercer el derecho sagrado de elegir quién gobernará su vida. Quiere participar activamente en las decisiones gubernamentales.
El pueblo brasileño demostró hoy que quiere algo más que el derecho a protestar que tiene hambre, que no hay trabajo, que su salario es insuficiente para vivir con dignidad, que no tiene acceso a la salud y a la educación, que le faltan un techo sobre sus cabezas, para vivir y criar a sus hijos en seguridad, que no hay perspectiva de futuro.
El pueblo brasileño quiere vivir bien, comer bien, vivir bien. Quiere un buen trabajo, un salario que siempre se reajusta por encima de la inflación, quiere tener salud pública y educación de calidad.
Quiere libertad religiosa. Quiere libros en lugar de armas. Quiere ir al teatro, ver el cine, tener acceso a todos los bienes culturales, porque la cultura alimenta nuestra alma.
El pueblo brasileño quiere recuperar la esperanza.
…
Fue con esta democracia -real, concreta- con la que nos comprometimos a lo largo de toda nuestra campaña.
Y es esta democracia la que buscaremos construir cada día de nuestro gobierno….
La rueda de la economía volverá a girar, con creación de empleo, aumento de salarios y renegociación de las deudas de las familias que han perdido su poder adquisitivo.
La rueda de la economía volverá a girar con los pobres como parte del presupuesto. Con apoyo a pequeños y medianos productores rurales, responsables del 70% de los alimentos que llegan a nuestras mesas.
Con todos los incentivos posibles a los micro y pequeños empresarios, para que pongan su extraordinario potencial creativo al servicio del desarrollo del país.
Es necesario ir más allá. Fortalecer las políticas para combatir la violencia contra las mujeres y garantizar que ganen los mismos salarios que los hombres en el mismo rol.
Enfrentar sin tregua el racismo, los prejuicios y la discriminación, para que blancos, negros e indígenas tengan los mismos derechos y oportunidades.
Solo así podremos construir un país para todos. Un Brasil igualitario, cuya prioridad sean las personas que más lo necesitan.
Un Brasil con paz, democracia y oportunidades.
Mis amigos y mis amigas.
A partir del 1 de enero de 2023, gobernaré para 215 millones de brasileños, no solo para los que votaron por mí. No hay dos Brasiles. Somos un solo país, un solo pueblo, una gran nación.
.. .
Este país necesita paz y unidad…
Es hora de deponer las armas que nunca debieron empuñarse. Las armas matan. Y elegimos la vida.
… Es necesario reconstruir este país en todas sus dimensiones. En la política, en la economía, en la gestión pública, en la concordia institucional, en las relaciones internacionales y, sobre todo, en la atención a los más necesitados.
Es necesario reconstruir el alma misma de este país…
…
Si somos el tercer mayor productor de alimentos del mundo y el primero en proteína animal, si tenemos tecnología y una inmensidad de tierra cultivable, si somos capaces de exportar para todo el mundo, tenemos el deber de garantizar que cada brasileño Puede desayunar, almorzar y cenar todos los días.
Este será, nuevamente, el compromiso número uno de nuestro gobierno.
…
Brasil ya no puede vivir con esta inmensa brecha sin fondo, este muro de cemento y desigualdad que separa a Brasil en partes desiguales que no se pueden reconocer. Este país necesita reconocerse a sí mismo. Necesita encontrarse a ti mismo de nuevo.
… La Constitución rige nuestra existencia colectiva, y nadie, absolutamente nadie, está por encima de ella, nadie tiene derecho a ignorarla o desafiarla.
… las grandes decisiones políticas que impactan la vida de 215 millones de brasileños no serán tomadas en secreto, en la oscuridad de la noche, sino después de un amplio diálogo con la sociedad.
Creo que los principales problemas de Brasil, del mundo, del ser humano, se pueden resolver con el diálogo, y no con la fuerza bruta.
Que nadie dude del poder de la palabra cuando se trata de buscar la comprensión y el bien común.
Mis amigos y amigas.
En mis viajes internacionales y en los contactos que he tenido con líderes de diferentes países, lo que más escucho es que el mundo extraña a Brasil.
Extraño a ese Brasil soberano, que hablaba de igual a igual con los países más ricos y poderosos. Y que al mismo tiempo contribuyó al desarrollo de los países más pobres.
Brasil que apoyó el desarrollo de los países africanos a través de la cooperación, la inversión y la transferencia de tecnología.
Que trabajó por la integración de América del Sur, América Latina y el Caribe, que fortaleció al Mercosur, y ayudó a crear el G-20, Unasur, CELAC y los BRICS.
… Brasil es demasiado grande para ser relegado a este triste papel de paria en el mundo.
Vamos a recuperar la credibilidad, la previsibilidad y la estabilidad del país, para que los inversores, nacionales y extranjeros, puedan recuperar la confianza en Brasil. Para que dejen de ver a nuestro país como una fuente de lucro inmediato y depredador, y se conviertan en nuestros socios en la reanudación del crecimiento económico con inclusión social y sustentabilidad ambiental.
Queremos un comercio internacional más justo….No nos interesan los acuerdos comerciales que condenan a nuestro país al eterno papel de exportador de commodities y materias primas… Reindustrialicemos Brasil, invirtamos en la economía verde y digital, apoyemos la creatividad de nuestros emprendedores y emprendedoras. También queremos exportar conocimiento.
Volveremos a luchar por una nueva gobernanza global, con la inclusión de más países en el Consejo de Seguridad de la ONU y con el fin del derecho de veto, que perjudica el equilibrio entre las naciones.
… Brasil está listo para retomar su papel de liderazgo en la lucha contra la crisis climática, protegiendo todos nuestros biomas, especialmente la Selva Amazónica.
En nuestro gobierno logramos reducir la deforestación en la Amazonía en un 80%, reduciendo considerablemente la emisión de gases causantes del calentamiento global.
Ahora, luchemos por la deforestación cero en la Amazonia
Brasil y el planeta necesitan una Amazonia viva….Cuando un niño indígena muere asesinado por la codicia de los depredadores del medio ambiente, una parte de la humanidad muere con él.
… retomaremos el monitoreo y la vigilancia de la Amazonia, y combatiremos toda actividad ilegal, ya sea minería, minería, explotación forestal u ocupación agrícola indebida… promoveremos el desarrollo sostenible de las comunidades que viven en la región amazónica… Estamos comprometidos con los pueblos indígenas, otros pueblos del bosque y la biodiversidad. Queremos la pacificación ambiental.
No nos interesa una guerra por el medio ambiente, pero estamos listos para defenderlo de cualquier amenaza.
Mis amigos y mis amigas.
El nuevo Brasil que construiremos a partir del 1 de enero no sólo interesa al pueblo brasileño, sino a todas las personas que trabajan por la paz, la solidaridad y la fraternidad, en cualquier parte del mundo.
El miércoles pasado, el Papa Francisco envió un mensaje importante a Brasil, rezando para que el pueblo brasileño esté libre del odio, la intolerancia y la violencia.
Quiero decir que queremos lo mismo y trabajaremos incansablemente por un Brasil donde el amor prevalece sobre el odio, la verdad vence a la mentira y la esperanza es mayor que el miedo.
… En lo que de nosotros dependa, no faltará el amor en este país. Cuidaremos mucho a Brasil y al pueblo brasileño. Viviremos en un tiempo nuevo. De paz, de amor y de esperanza.
… Con ese fin, invito a todos los brasileños, independientemente del candidato por el que hayan votado en esta elección.
… Sé la magnitud de la misión que me tiene reservada la historia, y sé que solo no podré cumplirla. Necesitaré a todos: partidos políticos, trabajadores, empresarios, parlamentarios, gobernadores, alcaldes, personas de todas las religiones… Vuelvo a decir lo que dije durante toda la campaña. Lo que nunca fue una simple promesa de candidato, sino una profesión de fe, un compromiso de vida:
Brasil tiene un camino. Todos juntos podremos arreglar este país y construir un Brasil del tamaño de nuestros sueños, con oportunidades para hacerlos realidad.
Una vez más, renuevo mi eterna gratitud al pueblo brasileño. Un fuerte abrazo, y que Dios bendiga nuestro viaje».
Fuente Portal Alba
Nota: texto editado por Red Angostura
2. Lula derrotó a Bolsonaro en la campaña más larga y tensa de Brasil
Por Emir Sader
Desde Río de Janeiro
La campaña electoral más larga y tensa de Brasil terminó con el enfrentamiento entre los dos líderes políticos más fuertes, que representan los valores más opuestos que se puedan imaginar. Brasil vivió entre estos dos mundos durante varios meses. Por supuesto, Lula siempre ha liderado las encuestas. Pero pocos puntos separaban a uno del otro, a un futuro del otro.
La campaña terminó pronosticando los resultados que finalmente llegaron. Lula finalizó la campaña arriba y Bolsonaro deprimido, derrotista, presagiando su derrota. El resultado siguió el curso natural de toda una larga campaña. Al final, después de muchas oscilaciones, todas las encuestas tendieron a converger hacia una diferencia favorable a Lula de seis puntos.
Lula triunfó así para convertirse en el primer presidente de Brasil que resulta electo por tres mandatos. Y Bolsonaro, en cambio, será el primer presidente que no logra ser reelegido.
Lula ganó con poco mas del 50 por ciento de los votos, la menor diferencia con la que un presidente brasileño ha sido elegido. Poco menos de dos millones de votos de diferencia. Con una concentración de votos para Lula en el nordeste y para Bolsonaro en el sur del país, como apuntaban las encuestas.
Fue la victoria más difícil y la más esperada. La más difícil, sobre todo por los bots y las fake news que actuaron con la complicidad del poder judicial. La más esperada, porque el país sufrió cinco años en manos de los mismos políticos que habían sido derrotados democráticamente cuatro veces seguidas. Sentimos injusticias y retrocesos.
Brasil amanecerá aliviado. Con un futuro decidido. Con un presidente que ya definió que su gobierno será de reconstrucción nacional, por el país destruido que recibirá Lula cuando asuma dentro de dos meses.
La jornada también fue tensa porque apareció otra anomalía. La PRF (Policía Rodoviaria Federal) realizó varios operativos, precisamente en el nordeste, deteniendo micros y dificultándoles el voto a los pasajeros, con denuncias que no tenían sentido. El presidente del Tribunal Supremo Electoral ya había exigido el sábado que no se realizara tal operación el día de las elecciones.
El Partido los Trabajadores (PT) pidió la detención del director de esa rama de la policía, pero la justicia no aceptó aplicar ningún tipo de penalidad. Fuentes sólidas han dicho que la operación fue articulada directamente desde el Palacio del Planalto.
No se sabe si hubo personas que no votaron por estos operativos, pero quedan dudas sobre las intenciones de estos procedimientos y en qué medida pueden haber afectado el resultado final de las elecciones.
El margen estrecho de la victoria de Lula sorprendió a todas las encuestas que daban la victoria a Lula por márgenes de entre el cuatro y el ocho por ciento. El episodio mencionado anteriormente puede haber perjudicado a Lula en el nordeste, lo que se podrá saber cuándo se analicen todos los datos.
No hay duda de que Brasil sale dividido de esta votación. Lula es elegido por una pequeña diferencia. Pero la derecha logra elegir al gobernador de San Pablo, además de otros estados importantes, sobre todo del sur del país. La izquierda, en cambio, elige a casi todos los gobernadores del nordeste.
Lula tiene un nuevo gran desafío. No solo debe reconstruir el país sino también construir una mayoría parlamentaria y reunificar el país, como ha logrado hacerlo en 2002 y deberá repetir 20 años después.
Fuente Página 12
31 de octubre de 2022
3. Qué esperar de Brasil con la victoria de Lula
Por Misión Verdad
Los resultados electorales en Brasil dieron como victorioso a Lula da Silva, quien asumirá su tercer mandato presidencial con 50,90% de los votos, poco más de 2 millones de votos de ventaja sobre Jair Bolsonaro.
Por el contexto y los actores involucrados, esta es una elección histórica para el país sudamericano. Lula gobernará Brasil desde el próximo 1° de enero de 2023, luego de haber pasado por prisión en una conjura vía lawfare y salir, 580 días después, en libertad para arrancar una carrera política que parecía necesitar respiración artificial, y a la cabeza del Partido de los Trabajadores (PT).
El aún presidente brasileño, al cierre de esta nota, no se ha pronunciado sobre los resultados de este domingo 30 de octubre, si bien sus aliados políticos reconocieron la victoria de su antagonista, lo que le da poco espacio de maniobra para lanzar el anunciado reclamo de fraude, sin basamento real y comprobable.
Los ojos de todo un continente estaban en el desenlace del sufragio presidencial brasileño porque da un vuelco definitivo al pregonado «segundo ciclo progresista», en un país que ha sufrido una continua crisis económica desde 2015, un golpe parlamentario en 2016 contra Dilma Rousseff (última representante del PT en ejercicios de gobierno), el encarcelamiento leonino de Lula y el auge del bolsonarismo como una opción política estable.
Polarización y gobernabilidad
Es cierto que el mapa electoral de este domingo 30 da cuenta de un panorama bastante definido en cuanto a la polarización se refiere. Básicamente, cada bando tiene sus bastiones en términos territoriales: las grandes ciudades apoyan a Bolsonaro (Belo Horizonte, Brasilia, Río de Janeiro), mientras que las vastas poblaciones del agro y el noreste brasileño hacen lo mismo con Lula.
Pero más allá de lo electoral, la polarización es un fenómeno que tiene claras invocaciones políticas y sociales que generan tensiones en y entre los poderes estatales, los grupos políticos y la población activa políticamente, tanto en Brasil como en otros países del mundo.
La composición del Congreso y el Senado se reparte con mayoría dominante por parte del bolsonarismo, representado por el Partido Liberal (PL), por lo que las alianzas serán determinantes para la gobernabilidad de la próxima administración de Lula.
Sin embargo, en el espacio parlamentario existe una representatividad de unos 30 partidos, sumamente fragmentada, que tiene al PL como real contraposición en tanto baluarte político, unificado, lo que jugará en contra del PT y la presidencia de da Silva que cuenta con 10 partidos aliados.
No en balde, el mensaje de Lula fue de reconciliación: «Voy a gobernar para 215 millones de brasileños y no solo para aquellos que votaron por mí», dijo, y remató: «No hay dos Brasiles. Somos un país, un pueblo, una gran nación».
Al tiempo que la mediática hace lo propio, la polarización no parece tener una reducción en su influjo en el futuro próximo, sobre todo en un Brasil donde los medios fungen como actores políticos y el bolsonarismo intentará capitalizar políticamente todo desafío negativo de la nueva administración.
El pragmatismo pudiera llevar a generar alianzas inéditas entre las rendijas de ambos bloques en el Congreso, pues hay grupos dentro de las coaliciones que a partir de enero de 2023 serán opositores y estarían dispuestos a negociar y ser cooptados por una que otra agenda del petismo, por ejemplo, alrededor de la reforma fiscal, la privatización de las empresas estatales y el gasto público.
Pero en el Senado, con la mayoría a favor de la agenda bolsonarista, pudiera impulsarse nuevos procesos de lawfare, sea contra funcionarios del Tribunal Supremo Federal con los que el actual presidente ha tenido enfrentamientos declarativos y judiciales, sea contra los líderes del PT. La historia reciente indica que esta última opción podría ser probable junto con la campaña que se ha entronizado en los últimos años sobre la supuesta «corrupción» aún no demostrada de Lula da Silva durante sus dos periodos de gobierno consecutivos (2003-2011).
Por el contrario, Bolsonaro, ya desvestido de la inmunidad presidencial, podría enfrentarse a cargos por investigaciones en la malversación de fondos públicos, el robo de salarios de personal público y mala gestión de la pandemia del COVID.
De igual manera, el gobierno petista va a tener que lidiar con estados gobernados por su principal rival político, en especial Sao Paulo (donde también ganó en balotaje Tarcísio de Freitas, exministro de Energía y Minas de Bolsonaro), quizás la entidad federativa más importante del país, por su inmensa capacidad industrial.
Desde que el PT tomó las riendas del gobierno en Brasil a comienzos del siglo XXI, no había habido un contexto como el actual en el que la polarización tuviera una contundencia tan rígida. Si bien la oposición al petismo ha tenido acentos derechistas y conservadores en el pasado, hoy se manifiesta de una manera coherente en el liderazgo de Bolsonaro y demás personalidades alrededor del PL, entre ellos destacadas figuras religiosas (protestantes y sectas afines) y personalidades de redes digitales.
Economía y sociedad
El legado de Bolsonaro en la presidencia está marcado, sobre todo, por el hecho de que fallecieron más 700 mil personas en Brasil durante la pandemia del COVID, el peligro ambiental en la Amazonía y la miseria multiplicada entre la población.
Al menos 33 millones de ciudadanos brasileños están sumidos en el hambre, una cifra que Lula ha puesto en la mesa en cada debate y promesa electoral. Asimismo, 115 millones de personas luchan contra la «inseguridad alimentaria». Nada menos que 79% de las familias son rehenes de altos niveles de deuda personal.
La economía se ha estado recuperando lentamente de la caída pandémica, basada en el aumento de los precios de las materias primas durante 2022. Pero el historial económico a largo plazo de Brasil, especialmente desde la crisis de 2008, es de desaceleración del crecimiento del PIB y la productividad, aumento de la deuda pública y privada y, sobre todo, de extrema desigualdad en la riqueza y los ingresos.
Para tener una perspectiva: entre 2010 y 2014, Brasil ocupó el séptimo lugar entre las economías más grandes del mundo. En 2020, cayó al puesto 12. En 2021 llegó al puesto 13, según la calificadora de riesgo Austin Rating. La tasa de crecimiento tendencial ha ido cayendo, como bien lo demuestra el economista británico Michael Roberts.
El economista marxista brasileño Adalmir Marquetti analiza la razón de por qué durante los gobiernos de Lula hubo un crecimiento tendencial:
«Los gobiernos del PT combinaron elementos del desarrollismo y el neoliberalismo en una construcción contradictoria, organizando una gran coalición política de trabajadores y capitalistas que permitió ampliar el salario real y reducir la pobreza y la desigualdad manteniendo las ganancias de los capitales productivos y financieros. La caída de la rentabilidad después de la crisis de 2008 rompió la coalición de clases construida durante la administración de Lula. El gobierno de Dilma Rousseff adoptó una serie de estímulos fiscales para la acumulación de capital privado con magro crecimiento económico. Después de su reelección, el gobierno implementó un programa de austeridad que resultó en tasas de crecimiento negativas. Con la profundización de la crisis económica y sin apoyo político, Rousseff fue destituida del poder».
La ruptura de la coalición política organizada por el PT y el liderazgo de Lula, cristalizada en el golpe contra Dilma en 2016, fue en parte un producto de esa caída en el crecimiento económico, a su vez consecuencia de la crisis de 2008 y la caída en los precios de las materias primas en la década de 2010. “La caída simultánea de la tasa de ganancia y la rentabilidad financiera fue el principio del fin de la coalición de clases construida por el gobierno de Lula”, concluye Marchetti.
Es cierto que ha habido una cierta recuperación económica desde el año pasado en Brasil, pero la inflación creciente (6,85% anual) y las perspectivas económicas del año que viene no parecen favorecer a un contexto de gobernanza por parte de la administración de Lula similar al de sus dos anteriores gobiernos.
Roberts es tajante en cuanto a la prospectiva económica de Brasil:
«El FMI pronostica un crecimiento del PIB real de solo 1% para Brasil el próximo año. Al mismo tiempo, más de la mitad de la población de Brasil permanece por debajo de un ingreso mensual per cápita de R$ 560. Reducir este nivel de pobreza por debajo del 25% requeriría una productividad cuatro veces más rápida que la tasa actual. Y no hay perspectiva de eso bajo el capitalismo en Brasil».
Sin embargo, el presidente electo declaró que, para sus planes de gobierno económico, plantea una nueva relación comercial con potencias del Atlántico Norte como Estados Unidos y la Unión Europea: «No nos interesan los acuerdos comerciales que condenen a nuestro país al eterno papel de exportador de materias primas. (…) Para que dejen de ver a nuestro país como una fuente de lucro inmediato y depredador, y pasen a ser nuestros socios en la recuperación del crecimiento económico, con inclusión social y sostenibilidad ambiental».
Para llevarlo a cabo, Lula ha indicado que su administración será más centrista. El presidente electo parece estar buscando revivir el pragmatismo que encarnó durante su primer mandato, centrándose en la economía con el tradicional manual social del PT, que buscaría una mejora en las condiciones de desigualdad del pueblo brasileño.
Brasil, el imperio y la multipolaridad
Lula fue uno de los fundadores de los BRICS en 2006 y ya ha manifestado que desea insistir en nuevos relacionamientos multilaterales, como una reforma a la dinámica del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Al mismo tiempo, el próximo gobierno brasileño tiene la intención de «ampliar la cooperación» con Estados Unidos.
Habría que destacar el hecho de que Bolsonaro jugó para el bando estadounidense en las relaciones internacionales hasta que, producto de la guerra en escalada de Washington y la OTAN contra Rusia (y China), se sentó también a participar en los foros geopolíticos y geoeconómicos del bloque multipolar en asunción. De la misma manera, pero arropado por un estilo ya reconocido en el máximo líder del PT, Lula buscaría balancear sus relaciones con uno y otro bloque.
Sin duda, Brasil volverá a enfocarse en sus relaciones con Sudamérica, teniendo en cuenta que sus aliados más cercanos se encuentran en la región y gobiernan en diferentes países, como Argentina, Chile y Colombia, y en menor medida Cuba y Venezuela. Esto inclina mucho más la balanza a una especie de «segundo ciclo progresista» en la región, donde podrían activarse mecanismos de integración sobre todo desde el lado económico, comercial y financiero.
Recordemos que Lula está promoviendo la idea de crear una moneda única en América Latina, una que remite al SUCRE, propuesta del presidente Hugo Chávez en el marco de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR).
La conexión globalizada entre países ha creado una compleja red de cadenas de suministros donde Brasil es un factor fundamental en este lado del mundo. Reino de materias primas, como productos del petróleo y la agroindustria, este país seguirá fortaleciendo su músculo exportador que tiene a China como principal socio (con 67,9 mil millones de dólares en exportación), muy por delante de Estados Unidos (con 21,9 mil millones de dólares) y Argentina (con 8,57 mil millones de dólares).
Con Bolsonaro estas relaciones tuvieron su cauce regular, sin problemas políticos de ningún tipo, a pesar de las presiones (fallidas) de Washington para que el Palacio de Planalto condenara a Rusia por sus acciones militares en Ucrania. Eso sí, con Donald Trump, la relación de Brasilia con Washington era mucho más fluida por afinidades ideológicas y políticas que con la actual administración demócrata, que saluda con entusiasmo un nuevo gobierno del PT.
Pero con Lula, de acuerdo a lo dicho durante la campaña electoral, habrá un mayor afinque en la participación brasileña en los BRICS (que en 2023 muy probablemente se expandirá con nuevos miembros, tal vez entre ellos Arabia Saudí, Argentina e India) y una profundización en la relación con China, punto crucial de la política exterior del petismo desde el primer gobierno de da Silva.
4. Reconstruir a Brasil y su institucionalidad, haciendo frente a una oposición neofascista fortalecida, el gran reto de Lula en su tercer mandato
Por CRONICON.NET
Si bien la victoria electoral de Luiz Inácio Lula da Silva constituye un motivo de celebración para el progresismo latinoamericano y abre un anhelo para retomar la integración en la región, el resultado, aunque suficiente para volver a Planalto (sede del Gobierno de Brasil), es el más exiguo en su carrera a la Presidencia. En ese contexto el líder del Partido de los Trabajadores (PT) tendrá que enfrentar una derecha con tintes fascistas que no le va a hacer las cosas fáciles.
Será recurrente el hecho de que el bolsonarismo que volvió a crecer en esta segunda vuelta electoral desarrollará una gran oposición para tratar de obstaculizar la gestión de Lula, junto a sectores pentecostales y de las Fuerzas Armadas, que fueron grandes sostenes del actual mandatario, Jair Bolsonaro.
Lula ganó con poco más del 50 por ciento de los votos, la menor diferencia con la que un presidente brasileño ha sido elegido. Poco menos de dos millones de votos de diferencia. Con una concentración de votos para el líder del PT en el nordeste y para Bolsonaro en el sur del país.
Bolsonaro ganó en casi todo Brasil menos en la región del nordeste, donde Lula le sacó una diferencia aplastante, y en el estratégico estado de Minas Gerais, donde el gran derrotado –además del actual mandatario de tintes neofascistas-, fue su gobernador, Romeu Zema.
En esta segunda vuelta el actual mandatario sacó más de 7 millones de votos que en la primera, mientras que Lula creció 3 millones. En buena medida la votación obtenida por el líder neofascista brasileño se debe a que desde Planalto puso en marcha la máquina del Estado al servicio de su reelección y toda una estrategia para diseminar odio en el país.
Como señaló el politólogo brasileño Emir Sader, “fue la victoria más difícil y la más esperada. La más difícil, sobre todo por los bots y las fake news que actuaron con la complicidad del poder judicial. La más esperada, porque el país sufrió cinco años en manos de los mismos políticos que habían sido derrotados democráticamente cuatro veces seguidas. Sentimos injusticias y retrocesos”.
El presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ofrece desde Sao Paulo, su discurso de victoria electoral.
Con el triunfo del líder del PT termina una etapa de desapego por la convivencia democrática y el irrespeto a los derechos humanos. Durante la gestión de Bolsonaro se propalaron mensajes discriminatorios y burlones hacia las minorías. Militares que cumplieron un papel preponderante en la vida institucional del país, pero no con el fin que tienen destinado.
Con esta nueva victoria de Lula, quien llega por tercera vez a comandar el Gobierno de Brasil, ahora a sus 77 años, se aleja por un tiempo la posibilidad de que el neofascismo, en crecimiento a nivel mundial, pueda tener un bastión consolidado en esta región latinoamericana, la más desigual del planeta.
El de Lula será un mandato de reconstrucción nacional ante un país destruido y su institucionalidad horadada que recibirá cuando asuma el próximo 1 de enero de 2023.
Lula es elegido por una pequeña diferencia, en tanto que la ultraderecha logra elegir al gobernador de Sao Paulo, además de otros estados importantes, sobre todo del sur del país. La izquierda, en cambio, elige a casi todos los gobernadores del nordeste.
El líder del PT tiene un nuevo gran desafío. No solo debe reconstruir la nación sino también integrar una mayoría parlamentaria que posibilite reunificar el país, como lo hizo en 2002 y deberá tratar de repetir, ahora, 20 años después.
Se consolida el neofascismo
Con esta elección, Brasil ha consolidado una derecha pentecostal y pretoriana, con un amasijo ideológico que se podría catalogar de “fascismo social”, adoptando la definición del escritor y director de cine italiano Pier Paolo Pasolini y traída a colación en nuestro tiempo por el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos.
Bolsonaro.
Dicha consolidación político-electoral se da en los estados más importantes y más ricos del país. Lo mismo la articulación parlamentaria de los sectores más reaccionarios ha quedado configurada luego de constituir mayoría tras la primera vuelta electoral, tanto en Senado como en Cámara, condicionando cualquier maniobra gubernamental.
De esa manera, Bolsonaro cuenta con el apoyo de los influyentes lobbies del ‘BBB’ (Buey, Biblia y Bala) en el Congreso. Una suerte de coalición entre el potente agronegocio –que lleva una cruzada abierta contra el ambientalismo–, los evangélicos, que ya representan el 30 % de los brasileños y que estaban ávidos de implantar una agenda conservadora, y los defensores de las armas, en uno de los países más violentos del mundo.
El bolsonarismo y su capacidad de desestabilizar
Es evidente entonces que a partir del resultado electoral de este domingo 30 de octubre, el escenario político que queda plasmado en Brasil es un territorio donde hay condiciones para librar una batalla de guerra híbrida, de desestabilización y de secesionismo que auspiciará y alentará el neofascismo, respaldado por el sistema de cloacas mediáticas tanto en el ámbito nacional como internacional.
El bolsonarismo tiene por delante unos meses hasta la asunción del Presidente electo para crear escenarios impensables en cuanto a cuál será su conducta en cuanto a la integración territorial y al respeto institucional.
La alianza de Lula para poder acceder a la Presidencia y para construir gobernabilidad lo ha comprometido con amplios sectores que nada tienen de distributivos ni de populares. Su propio candidato a vicepresidente (que por otra parte no pudo aportar lo que se esperaba de él en Sao Paulo) es un hombre del empresariado que parece un émulo del impresentable Michel Temer, aquel que impulsó la destitución de Dilma Rousseff en 2016.
Emotivo discurso
“Estoy aquí para gobernar este país en una situación muy difícil, pero con la ayuda del pueblo vamos a encontrar una salida para que el país vuelva a vivir democráticamente”, afirmó el líder del Partido de los Trabajadores (PT) en un emotivo discurso pronunciado en la noche de este domingo 30 de octubre, tras conocer los resultados electorales que le dieron la victoria, desde un hotel de la ciudad de Sao Paulo. Prometió además acabar con el hambre en el país y proteger la Amazonia de la deforestación
“Esta elección puso frente a frente a dos proyectos diferentes de país, pero hubo un solo ganador, el pueblo brasileño. Esta es la victoria de un inmenso movimiento democrático que se formó dejando de lado intereses político y personales para que la democracia salga victoriosa”, afirmó.
“A nadie le interesa vivir en un país dividido en permanente estado de guerra. Este país necesita paz y unión. Voy a gobernar para todos los 215 millones de brasileños, incluso para quienes no me votaron. No existen dos Brasil”, dijo Lula,
Aseguró que “la mayoría del pueblo dejó bien claro que desea más y no menos democracia, más y no menos inclusión social, más y no menos respeto y entendimiento entre los brasileños. El pueblo desea más libertad, igualdad y fraternidad en nuestro país. El pueblo quiere comer bien, vivir bien, quiere empleo bien remunerado, quiere políticas públicas de calidad, quiere libertad religiosa y libros en lugar de armas”.
Lucha contra el hambre, una prioridad
Lula recordó durante toda su campaña que Brasil fue excluido del mapa del hambre de la ONU durante su primer Gobierno (2003-2010) pero que actualmente hay 33 millones de brasileños pasando hambre. Por ello en su discurso de victoria fue enfático en afirmar que “no podemos aceptar como normal que millones de personas no tengan que comer o que consuman menos de las calorías que necesitan”.
Es inconcebible que un país como Brasil –agregó–, que es una de las mayores potencias agropecuarias del mundo, el tercer mayor productor de alimentos y el primero de proteínas animales, no “pueda garantizar que todos los brasileños tengan diariamente un desayuno, un almuerzo y una cena”.
“Este será nuevamente el compromiso número uno de mi Gobierno”, reafirmó el Presidente electo en un discurso de cerca de veinte minutos que concluyó afirmando que “combatir la miseria es la razón por la que viviré hasta el fin de mi vida”.
Deforestación cero en la Amazonía
Otro aspecto al que se refirió Lula da Silva en su alocución fue la protección del medio ambiente, sobre todo en una región clave para el mundo como es la Amazonía, el principal pulmón del planeta.
En ese sentido, dijo que durante su gestión gubernamental luchará por que haya deforestación cero en la Amazonia y anunció que retomará el control de las actividades ilegales en esa región, donde promoverá el desarrollo sustentable.
“Brasil y el planeta necesitan de una Amazonía viva. Un árbol en pie vale más que la deforestación, el río limpio vale más que todo el oro extraído con las aguas contaminadas por mercurio”, manifestó.
Aprovechó para dirigirse a la comunidad internacional, precisando: “Brasil está de vuelta” y dejará de ser un “paria”.
“Brasil es un país grande y no puede estar relegado al nivel de paria que se encuentra actualmente”, apuntó, tras recordar que durante su gestión anterior fueron creados los Brics, la Unión Sudamericana de Naciones (Unasur) y se reforzó el Mercosur.
“No nos interesan los acuerdos comerciales que condenan a nuestro país al eterno papel de exportador de commodities y materias primas. Reindustrialicemos Brasil, invirtamos en la economía verde y digital, apoyemos la creatividad de nuestros emprendedores y emprendedoras. También queremos exportar conocimiento”, puntualizó
01-11-22
5. Antes de irse Jair Bolsonaro empuja a Brasil al límite
Por Marco Teruggi
Desde San Pablo
Jair Bolsonaro decidió empujar Brasil al límite. Tardó casi 48 horas en hablar luego de su derrota electoral del pasado domingo, y lo hizo mientras el país estaba en un nivel de tensión máximo con bloqueos de carreteras, ordenes de desbloqueo, pedidos de intervención militar por parte de manifestantes y denuncias de fraude. El mandatario tomó la palabra y mantuvo la crisis abierta al no decir lo que se esperaba de él: su reconocimiento explícito de la victoria de Luis Ignacio Lula da Silva y el inicio del proceso de transición para que el 1 de enero tenga lugar el cambio de mando presidencial.
Cortes de ruta
Las declaraciones de Bolsonaro llegaron luego que los cortes de ruta se hayan multiplicado en el país a partir del mismo domingo en la noche, con epicentro el sudeste y sur del país, encabezados por camioneros y bolsonaristas silvestres con banderas de Brasil. La Policía Vial Federal informó que el martes en la mañana el número de bloqueos era de 271, manteniéndose así la cantidad del día anterior, pero ahora con la orden del Supremo Tribunal Federal de levantar los cortes, una orden seguida luego por varios gobernadores, como el de San Pablo, aliado a Bolsonaro, Rodrigo García: “las elecciones terminaron, vivimos en un país democrático, San Pablo respeta el resultado de las urnas y ninguna manifestación hará retroceder la democracia en Brasil”.
El clima en las protestas fue de tensión y a veces confrontación, como suele suceder con la base social más dura del bolsonarismo. “No vamos a aceptar que un ladrón gobierne nuestro país, no vamos a dejar que nos gobierne, queremos una intervención militar”, dijo, por ejemplo, uno de los manifestantes en las afuera de San Pablo. “América del Sur y América del Norte están contaminadas por el comunismo, queremos libertad, no queremos a un ladrón en el poder”, dijo otro, a su lado, con la Policía Militar orillando las protestas.
Habla Bolsonaro
Bolsonaro, en ese contexto, optó por tomar la palabra y mantenerse en una zona gris: no mencionar la victoria de Lula, tampoco impugnar los resultados, reconocer la “indignación y el sentimiento de injusticia por cómo se llevó a cabo el proceso electoral” que motiva las protestas, pero condenar “la restricción del derecho de ir y venir”, es decir los bloqueos. Afirmó, a su vez, que “siempre he jugado dentro de las cuatro líneas de la Constitución” y que seguirá “cumpliendo todos los mandamientos de nuestra Constitución”, frases que dejaron ver entre líneas que no buscará desconocer el resultado u obstruir el proceso de transición.
Avanza la transición
El día lunes algunos medios, como Globo, informaron sobre los primeros contactos entre el gobierno y quienes fueron electos. Fue el caso con la comunicación entre el actual vicepresidente Hamilton Mourao y el nuevo vicepresidente votado el domingo, Gerardo Alckim. También fue informado un llamado entre el jefe de la Casa Civil, Ciro Nogueira y el jefe de campaña de Lula, Edinho Silva. El mismo Nogueira afirmó luego de la rueda de prensa de Bolsonaro haber sido autorizado por el mandatario a “iniciar el proceso de transición”.
La presidenta del Partido de los Trabajadores, Gleisi Hoffman, por su parte, anunció el martes que el coordinador del equipo de transición será Alckmin, y que los equipos comenzarán los trabajos a partir del jueves en la capital Brasilia. Esas declaraciones, menos noticiadas que los bloqueos, trajeron algo de tranquilidad: “confiamos en las instituciones brasileñas. Puede haber llanto de perdedor, lo que no se puede es desestabilizar al país, a la economía, al pueblo brasileño, porque eso es criminal”, afirmó Hoffman.
Los anuncios sobre la transición se dieron mientras el proceso de reconocimiento internacional de las elecciones terminó de consolidarse. Los comunicados de felicitaciones a Lula por su victoria fueron rápidos y decisivos: primero los gobiernos progresistas del continente, luego la Casa Blanca, hasta un conjunto de gobiernos europeos, latinoamericanos y el presidente de China, Xi Jinping. Los mensajes fueron seguidos por el encuentro con Alberto Fernández, llamados telefónicos con Joe Biden, Emmanuel Macron o Andrés Manuel López Obrador. El triunfo de Lula se fue asentando internacionalmente en medio del silencio de Bolsonaro, quitándole oxígeno al presidente para lanzarse a una aventura mayor.
Meses de turbulencia
Las 48 horas postelectorales dejaron claro que Bolsonaro optó por construir una crisis ante su derrota. Unas palabras reconociendo tempranamente el resultado o llamando a la calma habrían modificado un escenario que aún no termina de descomprimirse. La estrategia del presidente parece ser la de mantener una tensión que le permita movilizar a su base social más dura, dejar sentada la idea de que puede haber existido una irregularidad electoral, algo que empalma con los meses de declaraciones acumuladas en las cuales cuestionó al sistema de votación y al Tribunal Supremo Electoral.
Los hechos anticipan lo que serán seguramente meses de una transición difícil hasta que llegue el 1 de enero y Lula se ponga la banda presidencial. Bolsonaro fue derrotado, es el primer presidente no reelecto desde el regreso de la democracia, pero quedó a menos de dos puntos de Lula, con siete millones de votos más que en su primera vuelta, y parece querer utilizar esa fortaleza para ensayar una salida del poder apelando a una metodología trumpista. La trayectoria post Casa Blanca del mismo Donald Trump, quien volvió a apoyarlo con un video para la segunda vuelta, puede indicarle que incendiar antes de irse puede ser una buena opción.
Los hechos volvieron a evidenciar la crisis a la cual el presidente condujo a Brasil durante sus cuatro años en el Planalto, y la necesidad de una reconstrucción democrática. Esa fue la principal bandera de Lula durante su campaña, quien planteó el clivaje democracia o Bolsonaro, un gran parteaguas bajo el cual reunió una coalición amplia, heterogénea, desde la izquierda hasta sectores que fueron parte del impeachment a Dilma Rousseff, o aliados que se sumaron para la segunda vuelta como Simone Tebet. Vienen ahora los últimos dos meses de Bolsonaro, el proceso de transición, probables sobresaltos, y luego el gran desafío: cambiar el país, no solamente en el orden de las desigualdades, sino también ante la fractura social.
Fuente: Página 12
2 de noviembre de 2022