Después de dos décadas y de todas las opciones sobre la mesa, el desenlace del 30 abril significa el asedio de la comunidad de inteligencia estadounidense por una avalancha de críticas, y la imagen de la CIA con signos de fuertes traumatismos generalizados
El war room recoge los platos rotos y amortigua los daños colaterales de un largo veranillo golpista que supuestamente estaba en plena recta final. Fakes news pa’lante, gestiona la conmoción, con base de una matriz contradictoria: había negociación, con los militares, para una transición pacífica y “Maduro tendió una trampa a Guaidó”.
Sin rodeos, que el traidorcito sea engañado no puede descartarse y tampoco que el golpe de estado haya sido “guaraleado”.
Voceros de Washington, atosigados por su desastre, dicen que “En Estados Unidos empiezan a criticar la información que llega del entorno de Guaidó”; Bolton olfatea el “abandono del plan por los militares venezolanos; Pompeo declara que la culpa es de Rusia y Cuba; y Guaidó se flagela “la oposición cálculo mal”.
En esa marea de peripecias, lo inverosímil es la CIA ajustada a informaciones que no son validadas.
Y puede ser muy exacto, que a la CIA se le fueron los tapones: esa explosión ha sucedido incontables veces.
Rápidamente, las cosas no salen, “así nomás”. No puede desestimarse, para nada, que “todas las opciones sobre la mesa” es un movimiento azaroso víctima de un gran desorden o de una extrema incoherencia.
Ya no es un secreto que la “comunidad de inteligencia” aconsejó a Guaidó que declarare respetar las inversiones de China en Venezuela, para garantizar “la neutralidad del gigante asiático”. El equívoco es, in extremis, sintomático de “algo” que funciona muy mal
Si la idea del sistema de inteligencia de Estados Unidos es, al estilo de “Golpe de Estado un manual práctico”, la asonada del 30 de abri está muy mal montada, y la caótica ejecución es de suyo
Si nos atenemos a la historia de que la CIA no es una organización omnipotente sino un gigantesco aparato burocrático con un prontuario de errores y omisiones, el desenlace no es un resultado sorpresivo.
El reguero de culpas esparcido por los artífices del golpe perturbado en sus fuentes y los apuros Trump-Pence-Bolton conducen a una disyuntiva:
La opción de “Los prestadores del servicio de la muerte” la transnacionales de servicios de guerra a costos baratos, y crímenes privados impunes, dotadas de presupuestos por los gobiernos y el Congreso de EEUU.
Y la alternativa de dialogar con un Estado nación soberano y su presidente Nicolás Maduro.
Las bravatas del guerrerismo estadounidense, de “un poder basado en el robo” están contrarrestadas por el culillo de las bajas de su ejército y por el terror a conflictos bélicos de mediana duración: culillo y terror.
Entonces, la administración Trump decide si definitivamente se le vuelan los tapones.
Tal vez, la comunidad de inteligencia estadounidense y la internacional debiesen ponerse las pilas y aceptar la generosa propuesta del Presidente Maduro.
Y dado que el chavismo no sale inmune del golpe fracasado es menester una alta dosis moral y política, al estilo de la marcha del Primero de Mayo.