"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

Sobrevivir al CECOT: Las Madres Venezolanas que Rescataron a sus Hijos de las Prisiones de Bukele

Por Irene Zugasti

Cuando a Joel Suárez, un joven venezolano de 23 años, le forzaron a ingresar en la macro prisión salvadoreña de máxima seguridad conocida como CECOT (Centro de Confinamiento del Terrorismo), le arrebataron todo: su libertad, su tiempo, sus derechos, su teléfono, y hasta sus redes sociales, desde las que hacía música y compartía momentos de su vida en Nueva York.

Pareciera casi como sí, al internarle allí, quisieran desaparecerle, borrarle del mundo.

Joan es uno de los 252 jóvenes venezolanos que fueron enviados a CECOT, el gran proyecto del presidente Bukele para la seguridad en El Salvador, convertida hoy en “la cárcel de los vivos”, una de las penitenciarías más peligrosas del mundo. También es de las más polémicas, puesto que el gobierno de Donald Trump, en un lucrativo acuerdo con Bukele, ha “externalizado” el sistema penitenciario estadounidense desde febrero de 2025. Uno pone los detenidos y el otro, las torturas, el confinamiento y el hambre. Todo por aproximadamente 6 millones de dólares anuales, unos veinte mil por preso que ingrese en CECOT: un win-win de la crueldad del que Marco Rubio, secretario de Estado en Washington, presumía describiéndolo como un acuerdo “extraordinario”.

Durante 125 días, Joel y otros cientos de hombres jóvenes, algunos apenas mayores de edad, la inmensa mayoría migrantes sin antecedentes penales, fueron deportados al Salvador desde Estados Unidos bajo la Alien Enemies Act, una legislación del siglo XVIII reactivada por Trump que se vale del delito del terrorismo para expulsarlos del país. La excusa para perseguirles era su supuesta pertenencia al grupo criminal Tren de Aragua, algo que no ha sido probado con ninguna evidencia firme, como reconocían medios como CNN, Washington Post o la edición internacional de BBC.

La organización de derechos humanos salvadoreña CRISTOSAl, afirmó que solo siete de los 252 tenían antecedentes criminales. Seis, según la cadena CBS. Pero los datos importaban poco y la narrativa criminalizadora de represión y sospecha sobre estos venezolanos avanzaba. “No somos terroristas y limpiaré mi nombre” afirma Joel. Los jóvenes terminaron siendo deportados sin juicio ni cargos firmes, sin pruebas, en aislamiento y sin representación legal. Lo que Trump y Bukele llamaban justicia no era sino un sistema de castigo absoluto.

FUENTE: DIARIO RED.

30/07/25

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