"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

Aquellos primeros días de enero

En la mañana del jueves 1ro. de enero de 1959 la radio informa la huida de Fulgencio Batista. El comentarista de Telemundo, Carlos M. Lechuga, lo llama asesino, y el Canal 12 de TV, dirigido por Lisandro Otero, empieza a ofrecer inusuales trasmisiones. El pueblo se lanza a las calles en toda Cuba; la gente se abraza. Repican las campanas. Flamean banderas cubanas y del 26 de Julio.

A las 2:30 de la madrugada partió el tirano. Tres aviones repletos alzaron vuelo rumbo a República Dominicana. Se iniciaba así en Cuba el suceso político y social de mayor connotación en la historia de América Latina, en la segunda mitad del siglo XX. Se abría una nueva época histórica en la región, signada por el avance de los movimientos de liberación nacional y los desafíos a la hegemonía de los Estados Unidos.

Tres días antes, el 28 de diciembre, el líder de la Revolución, Fidel Castro Ruz, se había reunido con el general Eulogio Cantillo en el Central Oriente, y acordado, bajo palabra de honor, no aceptar golpe militar, impedir la fuga de Batista y de los asesinos del régimen y no contactar con la embajada norteamericana. Pactaron que el día 31 de diciembre el Ejército Rebelde entraría en Santiago de Cuba, mientras en el cuartel Moncada el ejército de la dictadura se sublevaría y se convocaría a las demás guarniciones militares a secundarlos. Cantillo hizo todo lo contrario, no cumplió nada.

Para que no escamotearan el triunfo, Fidel convocó a la Huelga General Revolucionaria desde Palma Soriano, a través de Radio Rebelde, con la que sintonizaron otras emisoras. Ordenó a los jefes del Ejército Rebelde proseguir la ofensiva hasta la rendición de los militares, e instaurar en las instancias de Gobierno del país las fuerzas revolucionarias.

En la capital, los prisioneros en el Castillo del Príncipe se amotinan; los estudiantes acuden a la Colina Universitaria. La radio repite: “Revolución, sí. Golpe militar, no. Huelga general. No tocar un solo establecimiento. Ni asaltar una sola casa; el pueblo debe confiar en la justicia revolucionaria”.

En la noche del 1ro. de enero miles de santiagueros se aglomeraron en el parque Céspedes. “¡Al fin hemos llegado a Santiago! Duro y largo ha sido el camino pero hemos llegado. Esta vez no se frustrará la Revolución”, exclamó su máximo líder. Al concluir, Manuel Urrutia prestó juramento de toma de posesión como Presidente provisional. Para terminar el acto, una columna de tanques e infantería desfiló frente al Ayuntamiento. Después Fidel partió en la Caravana de la Libertad.

El 2 de enero Urrutia hizo pública la transferencia al Comandante en Jefe, de las Fuerzas de Tierra, Mar y Aire, que por la Constitución de 1940 correspondían al Primer Magistrado. El periódico Revolución, órgano del Movimiento 26 de Julio, publica en primera plana en letras grandes: “¡Huelga general!”, y en la segunda: “Depuración del ejército de la tiranía y la integración de uno nuevo que tenga como núcleo principal el Ejército Rebelde. Disolución de todos los cuerpos represivos de la tiranía y castigo de los asesinos y torturadores”.

La Huelga general resultó un éxito. Finalizada el día 5, la vida sigue, aunque no igual. La cotidianidad personal y colectiva ha sido estremecida; la prensa vuelve a salir normalmente, mas los titulares que vocean sus vendedores no se asemejan a los de la semana anterior.

Los libelos batistianos Tiempo en Cuba, Ataja, Mañana, Pueblo, ¡Alerta! y Gente de la Semana, fueron intervenidos u ocupados el mismo 1ro. de enero. Sin embargo, la llamada gran prensa burguesa continuó circulando y destacando: “Gracias Fidel”, “Gracias Revolución Cubana”, “¡La patria está Libre!“, “Saludamos a la Revolución en marcha”, “¡Gracias, Valientes!”.

El Editorial de El Mundo el 5 de enero alaba: “Con asombrosa rapidez y con un increíble mínimo de desórdenes, la nación se va encaminando hacia la reorganización de sus instituciones. Mucho queda por hacer todavía y no faltan obstáculos por superar, pero el ejemplo de cómo se han desarrollado los acontecimientos sirve […] para alentar las mejores esperanzas […]”.

En Diario de la Marina, en “Serenidad y sensatez en el instante actual”, se opina el día 6: “Es un […] orgullo para todos los cubanos la conducta del pueblo en los momentos en que el triunfo del ejército rebelde ponía fin a la dictadura. Ejemplar es también la conducta de ese ejército salido del mismo pueblo […]”. La revista Carteles, en su primer número del nuevo año, dedicado casi por entero a la Revolución, anotaba en el Editorial “Siete años de tiranía”: “Cobardemente en medio de una orgía de sangre y destrucción […] huyó para siempre […] quien tanto blasonara de ser ‘el hombre fuerte de Cuba’”.

La prensa revolucionaria, recién emergida de la clandestinidad, está de plácemes. Revolución titulaba el 5: “Cesó anoche a las 12 el paro general. Fidel Castro lo ordenó”. En la jornada siguiente retorna Hoy, del Partido Socialista Popular, anunciando en “Otra vez en la calle”: “[…] Como ayer y como siempre ve la luz para ser voz de las masas de los trabajadores y del pueblo […]”. La juvenil Alma Mater se ufanaba: “Al fin ha triunfado la verdadera Revolución del pueblo cubano. Somos totalmente libres y soberanos […] / Tenemos fe en Fidel Castro […] / […] en la Revolución que todos hiciéramos”.

La buena convivencia con la prensa y las asociaciones burguesas no duró mucho. Semanas más tarde, en el país y en las publicaciones periódicas empezará la lucha ideológico-clasista, propia de un proceso revolucionario.

 

 

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