"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

La lluvia es un prodigio de la naturaleza / El mundo de las fábulas

La lluvia es un prodigio de la naturaleza

 

“Por fin me llovió”, “no te ha llovido?”, “está lloviendo en la Sierra”, “me cayó un chaparrón”, “cayeron unas gotas”, “se desprendió un palo de agua”, “ya el Apón comenzó a llenar”.

Entre otras, esas eran frases comunes de los perijaneros del campo cuando en Mayo empezaba la temporada de lluvias. Las lloviznas de la primavera que había comenzado en Marzo habían sido insuficientes y la expectativa crecía por la llegada de los aguaceros.

Recuerdo al viejo Neptalí García pronosticando chubascos, “lloviznones” o lluvias fuertes. Acertaba muchas veces, pero también de equivocaba porque las lluvias seguirán siendo un prodigio de la naturaleza, un suceso extraordinario, y hasta un milagro.

El “verano”, llamado así por los conquistadores españoles para indicar la temporada seca, culmina en Marzo-Abril, dándole paso en Mayo al “invierno “venezolano, temporada lluviosa que se prolonga hasta Noviembre.

En Perijá, la lluvia siempre ha sido signo de “buen tiempo”. Los potreros reverdecen, los caños se llenan, los palotales y vegas se nutren del sotobosque, los jagüeyes se derraman, la Sierra se observa nítida después que escampa un aguacero, las vacas se “apoyan” y dan más leche.

“Que llueva, que llueva, la virgen tá en la cueva, los pajaritos cantan, las nubes se levantan”. Así cantábamos los “catanejeritos” cuando disfrutábamos en las calles de San José los aguaceros de Dios, que comenzaban en Mayo.

 

¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!

 


 

El mundo de las fábulas

 

Aprendiendo en cuarentena

De historias fabulosas está llena Perijà, el Zulia y todo el país. Por los caminos rurales se escuchan todavía relatos impresionantes que implicaban animales, ríos, cerros y personajes inolvidables. La lista incluye aparecidos, hazañas, milagros y fantasías tejidas por la imaginación popular, también de la ciudad.

En La Villa se habló de vacas legendarias que producían 200 litros y lluvias de granizo que perforaban los techos. Los machiqueros contaban de un desborde del Apón que había llegado a la plaza. Los maracuchos temían ir a la Casa de la Capitulación para no encontrarse con el fantasma de «la Caballero» y hay quienes escuchan aún en Los Haticos los gritos a Bartolo para que «traiga el cayuco».

¿Cuántas fabulas conoce Hebert Chacón de su amada Guajira?, ¿y las que cuenta Alexis Fernández de los «zulieros»?. Nilson González y los Querales conocen las de Cabimas y Jhonny Salcedo las de Lagunillas.

Más allá, los indios del valle de Caracas atribuían al Guaraira Repano su origen en una gran ola que se detuvo para siempre. Los indios de Guayana espantaban a los mineros narrando el génesis de los tepuyes y muchos «dejaron el pelero». Los llaneros son fantasiosos en  joropos y coplas y los pescadores orientales han visto a la Virgen del Valle en persona llenando sus botes de pargos y sardinas.

Mi primo Guzmán llegó a sacar del pozo bocachicos de 2 kilos y los cañaderos contaban que iban y venían nadando hasta Cabimas cuando no existía el Puente.

Es «el mundo de las fabulas» incorporado propiamente a la historia local, formando parte de ésta. Por eso Bertilio, Toque, Hilario, Chiquitón, Robertico, Arrieta, Geramel, Augusto, Neco y el tigre José con sus cuentos fabulosos han ayudado a construir el alma espiritual de mi Cataneja.

Pero no sabía que al mundo de la Responsabilidad Internacional, que a las explicaciones fundadas, realistas y excusantes que deben dar los países en sus relaciones con los demás sujetos del Derecho Internacional, se incorporaron también las argumentaciones fabulosas de los gringos en Irak, Libia, Siria y otros países.

Hoy nos percatamos que Colombia señala al viento como el causante de la incursión de lanchas militares en nuestro territorio, nos acusa de narco-estado y algún día exigirá que agradezcamos su intromisión en nuestros asuntos. Es la irresponsabilidad y la sinvergüenzura de un Estado, incorporadas al «mundo de las fábulas».

 

¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!

 

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