"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

Honrar al querido Vicente Gómez, dirigente obrero

Cuando en 1974 nuestro partido, La Liga Socialista, decidió participar por primera vez en las elecciones del que para entonces conocíamos como el sindicato más grande del país –el SUTIS de la Siderúrgica del Orinoco en Guayana-, supimos de Vicente. Era un obrero de la sección “Fábrica de Tubos”, que habiendo venido de los campos del estado Sucre, llevaba ya 14 años como trabajador de la empresa y se había consolidado como un activo dirigente de los trabajadores y consecuente militante de nuestra organización. Es un hombre del pueblo a quien sus compañeros llamaban “Buco frito”, en alusión al pescado que siempre tenía para el almuerzo que le preparaba su compañera.

Por sus condiciones se le postuló a la presidencia de la plancha 4 que se integró con militantes de la Liga Socialista, los Comités de Luchas Populares –CLP- y del Movimiento Ruptura, en un episodio histórico que más que unas elecciones fueron un abierto y frontal combate contra las poderosas mafias sindicales (adeco-copeyanas-urredistas). Ese momento marcó el aumento de nuestra presencia entre los trabajadores y la profundización  de su organización clasista

Vicente fue pieza clave de la continuidad del trabajo organizativo, participando de una dirección colectiva y así contribuyó a la creación de nuevos núcleos de nuestro movimiento –en otro departamentos de Sidor, en Alcasa, en la Iron y en la Orinoco (ahora unidas en Ferrominera) y en los barrios “La 145”, Las Américas, etc-; en un proceso de construcción, pulseado, cumplido disciplinadamente y protegido de los embates de la represión. La labor que se realizó fue persistente, de bajo perfil, sin espectacularidad, sin pantallerismo, sin andar detrás de la prensa, basada en la convicción que mantenemos hasta hoy: el poder se construye desde abajo, generando embriones en cada departamento de las fábricas, en cada manzana, en cada liceo, en cada facultad de las universidades, en cada barrio, en cada caserío.

Compartió Vicente la fe en la construcción de núcleos revolucionarios que, a través de un proceso permanente, cada día van elevando su nivel de conciencia y agrupando a otros, no solamente por la vía de la teoría o de estar en contacto con los libros, sino por vía del ejemplo de lucha, del acompañamiento constante y de las decisiones tomadas colectivamente, de manera autónoma.

Siendo aquella la época del máximo esplendor del bipartidismo adeco-copeyano, en complicidad con las Fuerzas Armadas, con el sindicalismo corrupto de la CTV,  con los  empresarios agrupados en Fedecámaras y con la Iglesia católica, los gobiernos actuaron brutalmente contra los trabajadores.  Sus dirigentes fueron despedidos, hostigados, detenidos y todos los recursos para criminalizar y ahogar al incipiente movimiento obrero fueron utilizados con la creación de la “Lista Negra”  que le impedía conseguir empleo en cualquier tipo de empresa. De eso fue victima Vicente, que para sobrevivir con su familia tuvo que realizar muchos oficios. Y pasar calamidades, sufrir ofensas y salir airoso.

Después de  40 años de consecuencia y de azarosa vida, Vicente libró otra lucha; en otro terreno, contra la enfermedad, en el campo del estado Sucre desde donde hacía tiempo había partido para ir a convertirse en obrero en Guayana.  A Vicente le dio un ACV y permaneció hasta hace poco en un caserío cerca de El Pilar. De él estuvimos pendientes siempre, en virtud del cariño y respeto que se ganó con sus actos.

Ahora me entero de su partida y, en medio de la tristeza,  declaro: Vicente fue un auténtico dirigente obrero. Con valentía enfrentó todos los riesgos en un contexto en el cual el oficialismo –con sus esbirros y gerentes- y las mafias sindicales –con sus cabilleros- utilizaron los métodos más crueles para neutralizar la acción de los núcleos de organización clasista de los trabajadores. Con alegría derrotó los planes perversos, no lo doblegó el terror, ni la amenaza, ni el hambre; quedó invicto. Siempre en la esperanza en la construcción de un mundo más justo.

Quienes fuimos sus compañeros no lo olvidaremos y las próximas generaciones de obreros revolucionarios conocerán la importancia de su lucha.

¡Honor y gloria a Vicente Gómez¡

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