Eduardo Saldaña
El pasado 6 de agosto la Casa Blanca publicaba dos órdenes ejecutivas firmadas por el presidente Trump en las que limitaba la actividad económica de las aplicaciones TikTok y WeChat, ambas de origen chino. Estados Unidos ha tomado una decisión que supone un antes y un después en el modelo de internet que conocemos, y sienta un precedente en la limitación del poder que China está ganando con su dominio de las nuevas tecnologías.
TikTok es una aplicación de vídeo en la que los usuarios comparten sus creaciones y navegan entreteniéndose con la originalidad del resto. Pertenece a la empresa tecnológica china ByteDance y nació con el nombre original de Douyin, pero el éxito de la aplicación en China y el interés por explorar nuevos mercados, hizo que se creara una hermana gemela a nivel internacional bautizada con el nombre de TikTok —Douyin solo opera en China bajo las restricciones pertinentes—.
Actualmente cuenta con 800 millones de usuarios activos mensuales y es la novena red social más popular del mundo, por delante de otras mucho más antiguas como Twitter o Pinterest. Este 2020 la aplicación batió un récord de descargas, llegando a los 2.000 millones a nivel global. Es, además, una app que triunfa entre los más jóvenes: alrededor del 40% de sus usuarios tienen entre 16 y 24 años, y cuenta con un tiempo de permanencia muy elevado: cada usuario está cerca de 45 minutos de media diariamente —generando una cantidad ingente de datos, conexiones e información que se puede analizar—.