“Nuestra justicia es la misma, antes y después de la batalla”. (Antonio José de Sucre).
Como decir, “fiel y generoso”; lo contrario de “traidor” y “malvado”, rasgos demostrados de Santander. “Clemente y generoso por carácter”, se autodefinía Sucre en 1825. El cumanés, es hoy uno de los próceres nacionales más radicalmente vigentes.
Nacido entre militares, entró en combate a los quince años y sirvió a las órdenes de Miranda, Mariño y Bermúdez. “Estoy en los cuarteles desde los 13 años, en pie de orden y disciplina”, aseguraba ciertas veces. Y en el duro 1814, perdió a una docena de parientes entre ellos tres hermanos, lo que multiplicó su patriotismo y vocación de lucha.
En el difícil 1817, desconoce las decisiones divisionistas del Congreso de Cariaco, rompe con Mariño y reconoce al Libertador en Angostura, quien lo nombra Gobernador de la Antigua Guayana y Comandante Militar del Bajo Orinoco.
Luego del triunfo en Pichincha junto a Bolívar, culmina su gesta refulgente con la Batalla de Ayacucho (9-12-1824), expulsando del Nuevo Mundo a las hordas realistas, lo que obligó a Bogotá a reconocerlo como General en Jefe (grado que Bolívar le había otorgado en Pichincha) y al Perú a concederle el título de Mariscal.
Contaba apenas 29 años. “Prefiero libertar que gobernar”, decía. Nacionales de 30 países fueron comandados por este venezolano oriental, cientos de ellos llegados de Europa, pero principalmente de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile, Brasil, México, Guatemala, Cuba, Puerto Rico, Haití y Curazao.
Ayacucho fue entonces la gran batalla “antimperialista” de los pueblos del mundo.
En aquellos días, en la pugna ferozmente anti-bolivariana de Bogotá, negados los auxilios a la Campaña del Sur y retiradas a Bolívar las “facultades extraordinarias” para comandar en “país extranjero”, Santander le quita el “mando de tropa”. El “golpe de estado” es muy viejo. Pero Bolívar contaba con otra mano diestra, la de Sucre. Lo eleva a General en Jefe en Pichincha y con el cumanés al frente gana la batalla de América.
Sucre fue ultimado en Berruecos, límites de Colombia con Ecuador, el 4-6-1830. Autor intelectual del crimen fue el “santanderista” José María Obando. Autores materiales: Apolinar Morillo y José Eraso, el primero fusilado y el segundo fallecido en prisión. El asesinato de quien se proclamaba su “hijo”, fue para Bolívar una “muerte anticipada”.
En la última carta del Mariscal Sucre a Simón Bolívar (8-5-1830), el joven crecido a orillas del Manzanares, habla de “las más penosa despedida”. Y agrega con dolor:
No son palabras las que pueden explicar fácilmente los sentimientos de mi alma respecto a usted. Usted los conoce pues me conoce de mucho tiempo y sabe que no es su poder sino su amistad la que me ha inspirado el más tierno afecto a su persona. Lo conservaré cualquiera que sea la suerte que nos quepa y me lisonjeo que usted me conservará siempre el aprecio que me ha dispensado. Sabré en todas las circunstancias merecerlo. Adiós mi general, reciba usted por gajes de mi amistad las lágrimas que en este momento me hace verter la ausencia suya. Sea usted feliz en todas partes y en todas partes cuente con los servicios y con la gratitud de su más fiel y apasionado amigo.
Sucre había nacido en 1795. 100 años después cayó en Dos Ríos José Martí, el Apóstol cubano. Y 100 años más tarde, entraba Chávez en las “catacumbas” del pueblo. Y a inicios de 1830, Sucre reiteraba: “No quiero firmar la disolución de Colombia”.
El cumanés compartía la visión americana del Libertador y fue su negociador del Armisticio y Regularización de la Guerra ante Simón Correa, emisario de Morillo, antes de la Batalla de Carabobo de 1821. Sucre afirmaba “la guerra es mala y Nuestra América necesita la paz”. Así, pactó secundado por Pedro Briceño Méndez y José Gabriel Pérez.
Conceptos significativos estampados en la Regularización de la Guerra:
La guerra entre España y Colombia se hará como la hacen los pueblos civilizados…todo militar o dependiente de un ejército tomado en el campo de batalla aún antes de decidirse ésta, se conservará y guardará como prisionero de guerra y será tratado y respetado conforme a su grado…Serán prisioneros de guerra y tratados como éstos, los que se tomen en marchas, destacamentos, partidas, plazas, guarniciones o puestos fortificados, aunque sean tomados al asalto o al abordaje…Los aprehendidos heridos o enfermos en los hospitales o fuera de ellos, no serán prisioneros de guerra y tendrán libertad para restituirse a las banderas a que pertenecen…Los prisioneros de guerra se canjearán clase por clase y grado por grado, o dando por superiores al número de subalternos que es de costumbre entre las naciones cultas.
Bolívar, que en los días de Ayacucho escribió una breve “Biografía de Sucre”, que lo percibía como hijo propio, hijo político e hijo militar y que lo llamaba “Toñito” en la pólvora de los combates, exclamó “estos documentos son un monumento a la piedad”.
Sucre fue la lealtad y la magnanimidad, además de talento militar arrollador.
(Ver Antonio José de Sucre. De mi propia mano. México, F.C.E/Biblioteca Ayacucho)