Por Omar Galíndez Colmenares y Edgar Vargas
La pandemia generada por el coronavirus (Co vid-19) tiene su centro de mayor ataque en los Estados Unidos, desde el 29 de febrero cobró la primera víctima en Seattle, estado de Washington. Hoy la irradiación en el país se ha convertido en el centro de mayor gravedad de la pandemia a nivel mundial, superando los 47.377 fallecidos al 23 de abril y con 845.580 casos positivos; solo en Nueva York se cuentan más de 15.074 decesos, según Johns Hopkins University hasta la hora de cierre de esta edición.
El científico estadounidense Anthony Fauci previó que el virus podría cobrar en pocos meses de 100.000 a 200.000 vidas. No obstante, el presidente Donald Trump afirmó, con su natural displicencia, que en “el mejor de los casos el pueblo norteamericano tendría entre 200.000 a 300.000 víctimas del coronavirus . . . y eso, destacó, sería un gran logro”. Los cálculos indican que “con esa tendencia así la tasa de mortalidad sería 250 veces mayor que la registrada por China y la letalidad actual (2.40%) contaminaría a 8 millones en Estados Unidos“.
Empero, lo paradójico del caso de Estados Unidos y que, ostensiblemente, conmueve la opinión mundial es cómo a pesar de lo avanzado de la medicina y las ciencias de la salud en ese país -en las áreas de la virología, microbiología y biotecnología- el margen de contaminación avanzó en una forma tan virulenta e incontrolada, alcanzando curvas de crecimiento realmente dramáticas. Ello explica la ideologización de la sociedad estadounidense tan dúctil y acomodaticia a los valores del establishment reproducido sistemáticamente a través de los medios de comunicación como ha logrado inocular en la conciencia del norteamericano medio una falsa autoimagen de confort y estatus que ya se desvaneció en el modelo neoliberal. El mirlo del American Way of Life es un fallido mito.
LA GRAVEDAD DE DONALD TRUMP
En medio de la pandemia, con una economía seve ramente grave y cuando las familias están confinadas en sus hogares. Donald Trump aprovechó para firmar una orden ejecutiva que se propone “reconocer for malmente los derechos de los intereses privados para reclamar recursos en el espacio”. Ello no es otra cosa sino promover la privatización de la Luna, Marte o cualquier astro que les provea minerales estratégicos. De eso se trata obtener minerales valiosos para la cibernética, la robótica, los microchips y para la competencia por los smartphones de última generación. Una reserva estratégica en litio, helio 3, palatio, platino, constituyen minerales muy cotizados para esa tecnología de los dispositivos cibernéticos.
Un afán privatizador del capitalismo depredador que no tiene límites por acaparar y arrasar con todo lo que permita obtener ganancias y acumular riquezas. Los gringos lo traducen en “business is business”, allí re
side la gravedad del presidente multimillonario que no ve lo severo de un país en crisis. El bloque dominante solo aspira a ser dueños del mundo como pronosticó mister John Adams, sino ir más allá en el espacio sideral. Una política de rapiña nacida de sus próceres acompañada hoy con los dislates del huésped de la Casa Blanca.
UNA ECONOMÍA GRAVE
El centro de gravitación de la crisis de Los Esta dos Unidos está en su sistema económico capitalista, que además de ser el centro del imperialismo irradia al sistema mundial sus efectos devastadores. Crisis sistémica global instalada antes de la pandemia de Covid-19 y seguirá postpandemia.
La situación interna es la de una economía muy gra ve. Con una deuda externa que es impagable, superior a los 23 billones de dólares, con apenas unas reservas del 2% de esa deuda. En medio de una pandemia, la Re serva Federal ha tenido que imprimir 2.2 billones de petro-dólares para auxiliar la bolsa de valores y se ha visto en la necesidad de otorgar ayudas a 43 % de po bres (140 millones de personas) que no tienen ningún tipo de asistencia médico-hospitalaria privada: son las secuelas del modelo neoliberal.
Sin embargo, algunos análisis pecan de elevado opti mismo y pretenden ver en esta coyuntura postpandemia la liquidación del capitalismo como un efecto inmediato. Se trata de una estimación volitiva que prescinde de un análisis desapasionado y fundamentado del capitalismo. Una cosa es el proyecto neoliberal que se ha impuesto, devenido en inviable que amenaza su sostenibilidad y, por supuesto, afecta el funcionamiento del capitalismo. Y otra, es el modo de producción capitalista que presenta
fuerzas productivas y reservas estratégicas que no se han desarrollado plenamente y de ello depende aún sus fortalezas. Además, no han surgido las fuerzas sociales y políticas en el capitalismo central y en las periferias con suficiente fortaleza para arrostrarlo y socavar sus estructuras. Esa tesis de los clásicos del marxismo -K. Marx, F. Engels y V.I.Lenin- no debe desestimarse, es ineluctable su contrastación con la realidad históri ca concreta. El derrumbe no está en fecha próxima. Basta con apreciar los desarrollos en la cibernética, la robótica y la inteligencia artificial; y el gran complejo industrial militar, dominado por Estados Unidos. Lo que sí está seriamente afectado es el liberalismo como proyecto capitalista, lo que denota una crisis insuperable. Solo sostenible bajo un regímenes de fuerza. El eminente Theotonio Dos Santos exponía su tesis que cobra vigor en este momento: la actual crisis del capitalismo conduce, inexorablemente, dado su nivel de agresividad para sostener la acumulación de capi tal a nivel mundial, a mecanismos de fuerza, al fascismo (o neofascismo, concebimos nosotros). Y, en el otro extremo, el trabajo, con las luchas revolucionarias, asumidas por las masas populares, trabajadores y trabajadoras, sectores medios, los sexodiversos, profesionales y académicos revolucionarios, pequeña y me diana burguesía, optan por el socialismo como único proyecto liberador para las fuerzas del progreso y la liberación de los pueblos. Venezuela transita esa vía de liberación nacional.