De cara a las próximas megaelecciones regionales y municipales donde se elegirán los cargos representativos ejecutivos y parlamentarios en estas instancias, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) ha propuesto un método para elegir sus abanderados. Sin embargo, las lecturas políticas van más allá de este y se hace pertinente razonarlas.
El chavismo se reencuentra con la apuesta por las bases para delegar a sus candidatos. Esto tiene el ciclo precedente de la derrota electoral del año 2015 en las elecciones parlamentarias, la cual impuso un ciclo político que degradó en buena medida la estabilidad política del país de maneras en que sus efectos todavía persisten.
En ese ciclo político, el chavismo apostó por el nombramiento de candidaturas, en varios casos, atrincherándose en la coyuntura y apelando al nombre, presencia política, trayectoria, gestión y, sobre todo, lealtad de sus cuadros políticos, no sólo para ganar cargos sino para cohesionar la estructura política del país en tiempos que fueron claramente adversos, pues lo planteado por la oposición, desde su victoria en la Asamblea Nacional (AN) en 2015, era la disolución de los poderes nacionales y el quiebre institucional.
Desde las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) en 2017 y el ciclo político que se decantó de esta, fueron electos los actuales funcionarios en cargos regionales y municipales en procesos electorales que se hicieron de manera separada. El país se abría paso a un progresivo y difícil proceso de recomposición institucional.
Aquel momento político tuvo la progresiva desbandada de los partidos del G4 del ruedo electoral y se tradujo en un formidable derrumbe de la llamada Mesa de Unidad Democrática (MUD) para el momento, todo ello luego del grave ciclo de inestabilidad y violencia del año 2017.
Ahora el chavismo apuesta por un método para consagrarse en la elección de sus candidatos, movilizar a su militancia y convocar de manera temprana una agitación que pueda servirle para sostener su mayoría electoral, pero además restaurarla frente a los próximos comicios en los que se prevé participen partidos y organizaciones que han estado fuera del ruedo.
Elección desde las bases
El PSUV se reunió este martes 1° de junio liderado por el presidente de la organización política, Nicolás Maduro, con toda la dirección nacional del partido donde debatieron y aprobaron el método de selección de candidatos para las megaelecciones del próximo 21 de noviembre y se describió a grandes rasgos cómo funcionará el método de elección.
El viernes 4 de junio arrancará otro proceso de carnetización en el PSUV, al día de hoy con más de 7 millones de registrados.
Para el domingo 27 de junio serán conformadas 14 mil 381 asambleas simultáneas en todo el territorio nacional, que estarán a cargo por cada una de las Unidades Bolívar-Chávez (UBCH), que son las células fundamentales y territoriales del partido. Estas asambleas serán «para recibir y postular» los precandidatos para la medición interna.
Seguidamente, el 8 de agosto serán electas las candidaturas del PSUV mediante una elección primaria organizada con el apoyo del Consejo Nacional Electoral (CNE). Estas tendrán carácter abierto, donde podrá participar todo el padrón electoral y servirá de medidor de la capacidad de convocatoria y movilización por parte de la plataforma chavista.
La elección desde las bases trae consigo riesgos que ya han sido alertados por la dirigencia del PSUV, entre ellos, la acción de quienes ya ostentan cargos y podrían establecer mecanismos extralimitados en la campaña para condicionar o conducir el voto a su favor, en varios casos jugando «posición adelantada».
En algunas regiones y municipios también ocurre que podrían aspirar a cargos de elección viejos liderazgos, outsiders o «paracaidistas» que vean en la elección desde la base una oportunidad idónea.
Sin embargo, a diferencia de otras elecciones primarias, quienes aspiren a cargos tendrán que foguearse desde la propia base del PSUV para impulsar su candidatura y que esta sea proclamada desde las asambleas de las UBCH, de abajo hacia arriba. El chavismo apuesta a sus células organizacionales en lo profundo de la política para que estas hagan parte esencial en el proceso de postulación ascendente. Este es un elemento muy importante a resaltar.
Una de las grandes aristas de las elecciones desde la base, ampliamente señalada en años anteriores, son las «heridas» y disputas internas que se abren paso en instancias locales y regionales, mediante tendencias, grupos y liderazgos que se miden en estas elecciones. En varios casos, si estas disputas son, llamémoslas así, «dolorosas», tienden a romper la unidad chavista y en varios casos a desmovilizar a un segmento de votantes. Las palabras «ventajismo» e «imposición» suelen salir al ruedo y los señalamientos de «intenciones personalistas» van desde varias direcciones.
El chavismo pierde en conjunto en los casos mencionados, no obstante, la Dirección Nacional del PSUV asume los riesgos y llama a realizar una elección con una debida altura política, descartando esta vez lidiar con los señalamientos que han generado los nombramientos de candidatos en otras elecciones.
¿Cómo será el nivel de cohesión chavista?
La cohesión política para una elección tiene muchas denominaciones. Normalmente entendemos la unidad de los partidos como la única de ellas, aunque no sea así. Pero hablando de elecciones por tarjetas entre partidos, es un factor importante y así será en este caso.
Hasta ahora, no hay claridad sobre los métodos de articulación e integración de los partidos del Gran Polo Patriótico (GPP) en esta elección interna. En otros años de elecciones desde la base estos partidos han participado en las mismas y en otros se ha dejado una «cuota» para asignarla a dirigentes de estas organizaciones, quienes finalmente han ido a elecciones usando las tarjetas de los partidos del GPP y el PSUV.
Quizá el factor que reviste mayor atención está en el Partido Comunista de Venezuela (PCV) y otras organizaciones sin tarjeta electoral que les acompañan en la llamada Alternativa Popular Revolucionaria (APR), que se ha alzado, acorde al registro histórico luego de ensayos e intentos, como una verdadera división electoral en el chavismo en 21 años. La situación del PCV es más que ambigua. Declarándose «parte del GPP» en las cruciales elecciones parlamentarias de 2020 se fueron en formación aparte, logrando un resultado sumamente por debajo de lo esperado. No hay palabras definitivas de su situación frente a estas elecciones pero todas las señales que han enviado apuntan a que repetirán la aventura yéndose nuevamente en tienda aparte, rumbo al ostracismo electoral.
Es necesario recalcar que la cohesión del chavismo va más allá de la cohesión de candidaturas y tarjetas. Consiste en la unificación de «ideas-fuerza», símbolos, aspiraciones e imaginarios. Desde las pasadas elecciones, el PSUV y los partidos que integran el GPP lograron mantenerla, sin embargo, no fue así tratándose del PCV.
El partido del «Gallo Rojo» fue hasta 2020 el partido que más años tuvo, desde 1958, formando parte de la coalición de partidos gobernantes, al menos prestando sus tarjetas para ello. Es decir, desde 1993 apoyando a Rafael Caldera y luego durante 20 años de chavismo, el PCV formó parte de la coalición de partidos de gobierno. Es un registro de 27 años consecutivos en los que esta organización no logró consolidar una base de apoyo sólida para aspirar seriamente en elecciones, pues en 2020 cosecharon en las parlamentarias solo 170 mil votos, aunque según ellos mismos, los demás «partidos” de la APR y otros disidentes de Patria Para Todos (PPT) y Tumaparo, también votaron al PCV. De ahí que el número real de adeptos del PCV es realmente un enigma, pero sin dudas es muy pequeño.
La particularidad de una elección territorializada, signada en las aspiraciones y realidades locales y regionales, supone un debate en dimensiones y narrativas distintas a las de elecciones nacionales, aunque haya temas transversales con alcance nacional. La duda, entonces, que se cierne sobre el PCV no será por su potencial de fuerza electoral si nuevamente se van aparte. Será por el efecto, otra vez usemos la palabra, «doloroso» que tendrá una nueva campaña divisionista, con discursos desmoralizantes y desmovilizadores y que pueda sedimentar las narrativas chavistas, apuntando contra ellas «desde el chavismo».
También es sumamente importante destacar que es, en realidad, en el PSUV (y no las formaciones fuera de este) donde recaen las mayores posibilidades de construir una campaña sólida y con una base cohesionada.
Es decir, una elección desde la base no debe devenir en una cronología de eventos que favorezcan la pérdida de la cohesión política, sino todo lo contrario. Y ese es el más importante desafío para la dirigencia. Esto debe atenderse desde la instrumentación de todos los mecanismos de disciplina y llamados a la conciencia en el partido.
Más allá de los tras bastidores, y más importante aún, en la campaña abierta, el PSUV tiene el desafío de promover discursos movilizadores y ofertas de campaña ampliamente conectados con las aspiraciones locales, con los imaginarios, con las necesidades sentidas y las demandas poblacionales, todas hechas a la medida de las nuevas realidades del país.
En otras palabras, la campaña electoral debe ser reconocida como un espacio idóneo para el fortalecimiento de vínculos objetivos y subjetivos entre el chavismo y el electorado, entendiendo este no solo como la base chavista, sino como un corolario de aspiraciones sociales en los espacios «cautivos» que hoy existen en la política de Venezuela, es decir, la población desencantada, que aunque podría tener origen en el chavismo o en la oposición, persiste como un terreno fértil de indecisos sumidos en la orfandad política, carentes de una propuesta que los cautive.
Quizá como en pocas elecciones, el pragmatismo tenga lugar en la política de maneras inéditas y de formas multidireccionales, desde y hacia los electores. Reconociendo al electorado, al chavismo histórico primeramente, al chavismo desafiliado, y luego de ellos al electorado en su conjunto, las aspiraciones podrían apuntar a la tendencia de basarse en lo concreto y en lo posible frente al nuevo marco de realidades nacionales, los virajes y condiciones que pesan sobre la vida del país.
Es decir, asumiendo la posibilidad de que ha habido un proceso de asimilación y maduración de las duras condiciones nacionales a causa del bloqueo, hay que considerar la posibilidad de que el electorado ha cambiado con esto, pues las circunstancias han servido para derruir en buena medida la base política del país en todas sus denominaciones partidistas y en sus vínculos objetivos y subjetivos.
Esto impone nuevas aristas al chavismo y tendrán que maniobrarse con mucha creatividad y sentido de la oportunidad y eficacia política, con mucho análisis, con mucho estudio del electorado, superando la inercia de las consignas y ofertas huecas, pues de ello depende en gran medida la construcción de la cohesión.
En este cuadro de posibilidades, la elección desde la base es un importante paso por delegar en los poseedores del poder legítimo del voto la posibilidad de imponer a sus abanderados, y con ellos, sus aspiraciones.
En esta, como en otras oportunidades, el chavismo logra encontrar en sí mismo las respuestas a sus incertidumbres.