"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

La concha del caracol

Un pescador o nativo de cualquier población ubicada a orillas del Lago o en el Caribe que visite Caracas y se dirija desde el centro de ésta hacia el sur será sorprendido al ver el parecido que existe entre el Helicoide y las conchas que abundan en la playa o pueblo costero de dónde proviene. Acostumbrado a ver caracoles que se descubren cuando la marea «se recoge», el «orillero» de la isla de Toas, Cojoro, El Moján o Potreritos, no se imaginaría que arquitectos de la ciudad caraqueña plasmarían en sus planos la figura helicoidal que tiene «la concha del caracol» tan común en su lugar de origen. Un «jobitero» diría: «¡Oj!, cualquiera lo coge con la mano».

Esas conchas protectoras que guardan el débil cuerpo de estos moluscos constituyen un sistema defensivo que les ha garantizado su sobrevivencia frente a la depredación que les acecha en su ambiente natural.  Sin estos escudos, al igual que los de las almejas o los del  guacuco guajirero, los caracoles habrían desaparecido desde hace mucho tiempo, no habiendo sido suficiente refugiarse entre la arena, piedras, raíces de plantas halófitas o dentro de otras conchas abandonadas. Por eso prefirieron blindarse construyendo sus propias  conchas.

Como coraza casi indestructible, impenetrable y segura, «la concha del caracol» es un medio de ocultamiento que lo pone a salvo de peces, cangrejos y otras especies del agua. También les sirve para atacar y depredar a los que no se percaten de su poder sorpresivo y ofensivo, escondido dentro de su estriada y llamativa forma, tan atractiva como la que se observa cerca del Cementerio General del Sur.

La defensa de la Patria, su territorio, la paz, soberanía y el derecho a nuestra autodeterminación, requieren de un sistema defensivo basado en la honestidad, dignidad, lealtad y patriotismo de parte de quienes asumimos el compromiso natural de protegernos, tanto militares como civiles. Sólo mediante el orgullo, la valentía y el deseo de ser libres, sin perturbaciones o injerencias de elementos extranjeros sobre el suelo patrio, lograremos la inexpugnabilidad que brinda «la concha del caracol». Esa es nuestra verdadera defensa y garantía.

¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!

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