"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

Lo que monetaristas con sus recetas dietéticas neoliberales y lo que Cagan no considera de la hiperinflación en Venezuela

A veces pareciera que la comprensión de la realidad estuviera sujeta a la voluntad de quienes, haciendo uso de la ascendencia comunicacional que poseen, se empeñan en presentarla bajo una particular perspectiva de cierto modo interesada; con lo que a todas luces solo buscan posicionar alguna matriz única de pensamiento para tratar de influir en el curso de las acciones y decisiones que producto de ciertas circunstancias se adopten como salida ante alguna coyuntura específica, de la cual se quiere sacar provecho en favor de los intereses que se defienden. Es así como han surgido las diferentes líneas de pensamiento, cada una con un propósito bien definido y que para bien o para mal desde sus inicios y en sus formas más primitivas, siempre han estado presentes en el quehacer de la vida cotidiana y en el curso de la historia, independientemente de lo acertado de sus posturas o no.

Como tal, cada una de dichas circunstancias tiene sus propias implicaciones y es así como nos ha correspondido afrontar las nuestras en las que; por cierto, en medio de la actual conflictividad política venezolana confrontada entre partes con posiciones antagónicas y que cada vez se profundizan aún más, se tiene que son pueblos como los nuestros los que terminan padeciendo de forma acentuada los embates de la situación que les agobia y que a consecuencia de ello se genera, cuyos efectos son en gran manera los que influyen en el deterioro de su nivel de vida y en el desarrollo de la sociedad en su conjunto.

En cuenta de lo expuesto, son dichos pueblos los que conocen más que nadie las realidades propias de lo que les ha tocado vivir, más allá de lo que se pueda entender a través de definiciones académicas y tecnicismos prefigurados de parte de quienes pretenden expresar dicha realidad para delimitarla ante las diferentes escalas del saber, como interpretaciones que surgen de la supremacía del conocimiento que tales estudiosos se suelen abrogar. Más allá de ello, son verdades que solo pueden ser comprendidas por aquellos que las experimentan en vida propia y para lo cual no necesitan de teorías para conceptualizarlas, ni de números para cuantificarlas o de modelos matemáticos para representarlas.

Con lo anterior, no dejando de reconocer la importancia de los aportes que a través de la ciencia, las artes y la filosofía han contribuido con la evolución del conocimiento, lo que se pretende es encontrar algún recurso o estrategia comunicacional para que la voz de los pueblos sea escuchada y que sus realidades sean tratadas en su verdadero contexto, de manera que la problemática que los envuelve les sea resuelta de forma expedita, pero sistemática, en procura de que con ello a su vez se contribuya con el desarrollo sostenido de la humanidad.

A propósito de lo antes dicho, téngase también en consideración que la resolución de los problemas comienza por superar las barreras de comunicación que impiden que el mensaje que transmiten los pueblos describiendo dichas realidades sea comprendido por quienes se involucran o toman parte en la búsqueda de soluciones, pero que quizás por no sentir a profundidad el nivel de afectación de la crisis por no vivir los efectos de no tener las necesidades básicas cubiertas, por lo general siempre terminan desencajados o fuera de foco y lo más lamentable, sin atinarle de forma apropiada al tratamiento que de  forma estructurada amerita el asunto en atención a su verdadera naturaleza.

A partir de entonces es de donde se originan los dilemas que derivan en que los políticos se mantengan de diálogo en diálogo mientras los pueblos permanecen de miseria en miseria, esto porque de los unos, cada quien toma para sí la parte de la realidad de los otros que le conviene tratar, obviamente bajo enfoques acomodaticios para dar forma a la retórica discursiva con la que confrontan las realidades políticas que les ocupa en medio de las batallas por el poder, pero que en lo sustancial no refleja por ningún lado la voluntad para resolver las mencionadas miserias como la vía para merecer el tan codiciado poder. De esta manera, solemos encontrarnos con manifiestos de parte y parte, lamentando las calamidades del pueblo y cada quien culpando a su contraparte por dicha situación, pero sin un mínimo de disposición aparente para  que la misma se resuelva desde la raíz, de lo que más bien pareciera que se necesitara que las desgracias del pueblo persistieran para justificar lo injustificable.

Por una parte están quienes no niegan que existe la crisis y de ésta apenas muestran la arista mediática que más les favorece, entre lo cual solo se limitan a reconocerle al pueblo su estoicidad y su férrea determinación a resistirla para no dejarse arrebatar los logros alcanzados por la revolución y hasta lo elogian por ello, más no hacen nada significativo o verdaderamente revolucionario para tratar de revertir la situación que nos trajo hasta acá y todo se lo endosan al adversario (cuya intelectual autoría en efecto les es propia); no aceptando la corresponsabilidad que por acción u omisión también se tiene, bien por ineficiencia o por complicidad interna, sabiéndose ser los más llamados a impulsar las transformaciones a las que hubiere lugar en aras de superar la difícil coyuntura que se atraviesa, ya que para ello fueron electos por el pueblo.

Por la otra parte se tienen a los que intentan volver por sus fueros a costa de lo que sea. Estos otros en su afán de conquistar el poder propician el caos económico para causar el malestar social, buscando con ello que el pueblo le endose la responsabilidad al gobierno y a consecuencia de lo cual esperan que le retiren el apoyo, de lo  que a través del aparato comunicacional que manejan y con la complicidad de vocerías de organismos multiestatales con posiciones rebuscadas, presentan los resultados de una arremetida que ellos mismos promueven, expresándola en cifras que hablan por sí solas del daño causado, pero que para ellos son solo eso, cifras y nada más que les sirven para atacar al gobierno tratando de adjudicarle las culpas, por lo que jamás se mostrarán interesados por resolver; sin embargo, no por ello hay que desconocerlas, muy por el contrario, es lo que nos debe llamar a ocuparnos de la problemática detrás de tales cifras.

En este orden se encuentran indicadores que nadie puede negar, tales como: las migraciones y la deserción laboral, el deterioro del poder adquisitivo, la desproporción entre el salario mínimo y el costo de la canasta básica, la caída del PIB, la inflación, la devaluación de la moneda; entre otros, de lo que de manera subyacente para hacerle honor a la verdad, nos encontramos que como causa común en cada una de las penurias que se expresan a través de estos indicadores se encuentra presente la combinación de dos elementos que se conjugan para profundizar los efectos de la crisis y que lo mismos no son otros que: El bloqueo y el rentismo; en cuanto al primero no creo necesario profundizar sobre sus efectos, ya que el gobierno lo ha hecho bastante bien, tanto que en cuenta de ello no le dedica la debida atención al segundo, al punto que hasta lo ensombrece; por tanto estimo conveniente en esta oportunidad centrar la discusión sobre este otro aspecto, entendiéndolo como tan o quizás hasta más nefasto que el primero.

Sobre este particular cabe acotar que no es un objetivo complementario el desarrollar la temática para que cualquier análisis consensuado se desvíe del propósito constructivo original que nos debe ocupar y en su lugar termine por autenticar o refutar planteamientos teóricos de algunos estudiosos como por ejemplo Phillip Cagan, Milton Friedman y tantos otros, que partiendo de generalidades trataron los fenómenos hiperinflacionarios, pero que al buen entender nunca pretendieron que dichos planteamientos se adoptaran como hipótesis irrefutables para sobre los cuales establecer soluciones universales que sirvieren para resolver toda clase de situaciones por muy atípicas que fueren; siendo que muy por el contrario dichas situaciones requieren que sean ubicadas en su contexto específico para ser estudiadas en términos de necesidades insatisfechas y de las distorsiones de las que son objeto. A propósito de ello, de tales estudiosos tomaremos algunas precisiones en su connotación relativa para darle sentido a las propuestas que en consideración de las mismas pudieren surgir.

¿Que la inflación es un fenómeno monetario? Digamos que sí en cierto modo, para sobre ello centrar las discusiones en aspectos específicos asociados a nuestra coyuntura interna que requieren de análisis más profundos, aunque los que defienden esta tesis nunca hayan podido explicar sin contradecirse cómo es que año tras año la FED emite “dinero inorgánico” de forma indiscriminada, bajo la llamada flexibilización cuantitativa, para tapar el hueco fiscal que EEUU viene arrastrando desde hace más de una década y en medio de ello no se genera la esperada inflación que todo esto supone y más cuando dicho dinero no surge en modo alguno respaldado por la actividad económica productiva real, dado que en cuyo caso si así fuera, no existiría tal déficit. Por cierto, menos saben explicar cómo es que hay economías donde los estados intervienen en el mercado cambiario para inducir la depreciación de su moneda, cuando necesita abaratar sus exportaciones para captar mercados (el propio inquilino de la Casa Blanca hace pocos días hizo la denuncia aduciendo competencia desleal) y tampoco generan inflación, al menos en los niveles que habrían de esperarse.

Ahora, volviendo al caso que nos atañe, se puede aceptar la incidencia que en efecto ejerce la emisión de dinero sobre la inflación y que la metáfora del Helicóptero de Friedman es el mejor recurso didáctico a objeto de explicar bajo que condiciones se presenta ese fenómeno, pero dándole cabida a las excepciones que deben acompañar a la regla, que dada nuestras propias realidades son las que requieren ser analizadas. De esta manera para los efectos nuestros convengamos entonces que la realidad de la hiperinflación en Venezuela además de ser monetaria, por sobre todas las cosas es más bien cambiaria; donde por supuesto, el aspecto monetario se encuentra implícito, tanto en calidad de causal como también de secuela, que en una especie de correlación bidireccional surge cada cual a consecuencia de la otra, produciéndose un círculo vicioso en la dinámica de la economía que se transforma en un espiral inflacionario que pareciera no tener fin.

¿Qué quién ocurre primero, si la inflación o la emisión del dinero? Estimo que dar la discusión sobre este aspecto resulta un tanto trivial, ya que ello solo se presta para dar crédito a supuestos no representativos de la realidad toda que contrarios al bien común, derivan en la adopción de medidas ortodoxas inapropiadas que terminan por estrangular al pueblo, en este caso específicamente dando por sentado que restringiendo la emisión del dinero se corrige la problemática, pero de lo que al final solo se evidenció que por esa vía no se resuelve nada; ya que cuyos resultados infructuosos no se hicieron esperar y esto por no haber considerado lo realmente determinante, que es la necesidad de recuperar la producción y dejar de depender de la renta petrolera para superar la crisis; como se ha hecho más que evidente con todo lo que hemos estado viviendo a lo largo de este año 2019.

En suma y como efecto colateral de lo anterior, lo que también quedó demostrado fue que ante la carencia de monedas de curso legal, la puja inflacionaria conllevó a que las partes se valieran de cualquier otro recurso de intercambio para concretar sus operaciones, ya sea con divisas, con criptomonedas, con gramas de oro, con trueques o con compensaciones internas entre entes particulares y no por ello la inflación dejó de continuar en franco ascenso; o sea, que tal parece que el helicóptero de Friedman no solo lanzó Bolívares, sino también dólares, Euros, Yuanes, Bitcoines y hasta oro y quien sabe que otra divisa más.  De todo esto se puede inferir que más que ser un fenómeno monetario, la hiperinflación en Venezuela estructuralmente se origina por la falta de producción.

Así bien, llegamos al punto donde entra en juego el aspecto cambiario como el elemento determinante sobre la inercia hiperinflacionaria y que requiere ser combatido desde la raíz para acabar con ese tan nocivo flagelo que por más de seis años nos ha mantenido estancados tratando de superar los efectos endémicos de la crisis que genera, pero sin buscarle soluciones fuera de los planos convencionales, en los que algunos en sus interesados propósitos solo consideran como alternativas: la dolarización o el endeudamiento con el FMI para inyectar un torrente de divisas al mercado cambiario para contener la depreciación de  la moneda, por supuesto, a cambio de en ambos casos comprometer la riqueza petrolera.

A tales efectos, como ninguna de las alternativas antes mencionadas tienen cabida en nuestro proyecto socialista, nos encontramos con que necesariamente debemos redimensionar los esquemas de soluciones fuera de dichos planos convencionales, en los que debe tomar partido el tratamiento a dar a la dinámica comercial que de facto se materializa entre Venezuela y Colombia, donde los arbitrajes son los ejes articuladores de la puja inflacionaria en perjuicio de la economía de nuestro país y es sobre los cuales que se debe replantear la jugada para derrotarlos, siendo esto precisamente lo que bajo las recetas dietéticas neoliberales de los monetaristas y los planteamientos de Phillip Cagan, no se considera para una adecuada comprensión realista de la hiperinflación en Venezuela.

Es así como hoy día muchos se preguntan por qué el dólar paralelo se ha vuelto a disparar y otros tantos salen con los mismos sinsentidos de siempre: que si la emisión de dinero inorgánico, que si fue porque el gobierno honró compromisos de deuda en BsS,…and so on. De lo cual observando las carencias del pueblo en su gran mayoría, caemos en cuenta de que el Helicóptero de Friedman parece que solo sobrevuela y deja caer su lluvia de dinero por sobre el este del este de Caracas y por las zonas exclusivas para gente VIP en el resto del país. Esto infortunadamente nos llevó a una situación en las que se encuentran dos Venezuelas, la de los que trabajan e intentan hacer malabares para rendir el salario que al cambio actual promedia entre 6 y 8 dólares mensuales, que son las grandes mayorías y la otra, que vive en torno a una economía paralela impuesta de facto por quienes colombianizaron los parámetros bajo los cuales manejan sus operaciones, a las sombras del dumping cambiario que las sostienen, alimentado a su vez por el contrabando de extracción, principalmente el de la gasolina.

Pero no conforme con lo anterior, también surgen otras reacciones en ocasión de las medidas ortodoxas del BCV con su pretendida estabilidad cambiaria, que por cierto, nunca se podrá concretar dado el espiral que se forma y que de cuyo ciclo nunca habrá de romperse si no se toman medidas adicionales, las cuales se explican más adelante. Entre dichas reacciones se tiene que al igualarse la paridad cambiaria hacia arriba, como en efecto es la única forma posible de hacerlo para eliminar el diferencial cambiario, por demás necesario; a consecuencia de ello se genera un impacto sobre los precios de transferencia establecidos en dólares desde Colombia, donde estos si tienen un máximo condicionado por el mercado, que hacen que los mismo resulten ser más económicos en Colombia que en Venezuela, cuyo incremento a diferencia de lo que si se cumple en la mencionada “Hermana República”, no para de crecer por demanda insatisfecha, de hecho la inflación que se presenta acá es tanto en Bolívares como en dólares.

Tan significativo ha sido el impacto de la reacción antes descrita que ahora suele ser muy común y cada vez más frecuente y más atractivo que desde diferentes partes del país salgan tours los viernes en la tarde para amanecer en Cúcuta los sábados en la mañana, cada quien haciendo mercado para regresarse el mismo sábado en la tarde y amaneciendo en casa el domingo en la mañana.

Bajo este escenario que se acaba de explicar, ¿entonces, qué le queda al especulador que quiere seguir viviendo del diferencial cambiario y del arbitraje que este le deja? Y obviamente que la respuesta resulta tan elemental y tan sencilla de predecir: Inducir la depreciación de la moneda, independientemente de que haya o no en el mercado el torrente de Bolívares para adecuarse a la dinámica que impone dicha manipulación, cayendo en lo más probable que es que el gobierno luego de ello se vea en la necesidad de emitir más Bolívares para seguir persiguiendo al dólar paralelo tratando de ponérsele a tono, pero manteniendo la distancia que le permita los márgenes de maniobra, o sea, nada que no hayamos visto antes.

Ahora ¿Cómo se sostiene este ciclo perverso si el pueblo ya pareciera no resistirlo?, la respuesta es tan igual de predecible: Tras la nueva depreciación de la moneda se vuelven a aumentar el salario para que por pocos días alcance para cubrir el 15% o quizás el 20% de la cesta básica, al tanto que dicha depreciación vuelve a abrir el diferencial cambiario e incide sobre el abaratamiento de  la producción nacional incentivando el contrabando de extracción para que la misma sea comercializada preferentemente en Colombia, por ser una plaza donde se opera abiertamente en divisas, dejando para Venezuela la parte de la producción que se requiere para cubrir las expectativas de quienes la pueden pagar en divisas o en su equivalente en moneda nacional, pero al tipo de cambio que resulta del mercado paralelo; sea o no sea este representativo, ya que total, aunque nunca lo ha sido, es el que por la vía de los hechos nos ha sido impuesto como referencia y funge de marcador hasta para operar con las criptomonedas en sus esquemas de subastas.

Entretanto, luego de dilapidada la renta petrolera, el rentismo que dio origen a toda esta dinámica perversa sigue intacto, al menos en sus modus operandi, que tratando de sostenerse con las remesa y el contrabando para hacerse de divisas, ahora también intenta echar mano del Arco Minero; pues tal parece que mucho cuesta superarlo y migrar a los esquemas de una economía productiva que compita con el mercado global y que genere recursos para producir todo lo que consumimos y lo que necesitamos para el desarrollo sustentable de nuestros pueblos.

¿Cómo lograr superarlo? En principio con enfoques inéditos al margen de los esquemas tradicionales que no se ajustan a nuestro contexto y que por tanto sabemos que no funcionan. Segundo, implantando estrategias que permitan contrarrestar la dinámica impuesta desde Colombia, haciendo que los incentivos sean impulsados por la productividad y la economía de escala como forma de generar riquezas para contribuir con el desarrollo. Y tercero, incorporándose de manera activa a tratados internacionales  y acuerdos multilaterales con economías emergentes y de países aliados, para unidos en bloque darle forma a nuevos mecanismos de intercambio comercial en los que no se dependa del dólar.

De ser así, entonces ¿cuáles serían las acciones concretas a considerar en el plan para lograrlo? Antes que nada es preciso que se entienda la necesidad de eliminar los arbitrajes que crean las condiciones a favor del mercado colombiano, que por más que no nos agrade es una realidad con la que hemos tenido que vivir y cargar a cuestas, aceptando que no por desconocerla haremos que desaparezca y que la misma requiere ser enfrentada con acciones contundentes para erradicar las prácticas ilícitas que de forma solapada se mantienen enquistadas en el sistema y lo corrompen para generar alta rentabilidad a través de artificios fraudulentos que en nombre del libre mercado le dan la  legitimidad con la que los justifican.

En su esencia específica lo anterior necesariamente conlleva a mantener la unificación cambiaria, como ya se dijo, siempre igualando hacia arriba la paridad del mercado oficial, ahora “libre”, con la del mercado paralelo para no dar cabida a que se forme diferencial cambiario alguno que permita generar arbitrajes a favor de Colombia. De igual manera ante el riesgo latente asociado al flagelo del contrabando, urge la internacionalización de los precios de la gasolina y de los salarios.

En relación a la internacionalización del precio de la gasolina, además de eliminar el incentivo al contrabando, principalmente es para generar los recursos que se requieren para mantener los salarios dignificados, para con esto otro romper también el arbitraje salarial que abarata los costos de la mano de obra venezolana y demás costos en Bolívares, que a su vez inciden en la formación de precios y que en virtud de ello se redimensionan según resulta ser lo más adecuados para su comercialización en el mercado colombiano, en la oportunidad que brinda la realidad de que el poder adquisitivo del trabajador de ese país sea en más de veinte veces mayor al del trabajador venezolano; lo que además se constituye como factor de distorsión que también hay que revertir.

Amén de lo inédito y en concordancia con todas las particularidades previamente descritas y bajo las cuales se circunscriben nuestras propias realidades, aunado a la naturaleza sistémica de la dinámica sobre la cual se desarrolla y que la coloca al margen de los enfoques meramente convencionales y fuera de toda racionalidad económica, es que se sugieren tratamientos específicos en virtud de tales especificidades dignos de análisis pragmáticos novísimos, que necesariamente nos debe conducir a un cambio radical de paradigmas para encontrar las soluciones estructurales que más se ajusten a dicha naturaleza.

En tal sentido, conviene precisar que contrario a lo que bajo la semántica tradicional se pudiere razonar respecto al replanteo de los esquemas monetarios para combatir la inflación, se propone hacerle frente precisamente a través de medidas de corte socialista que en principio estimulen la demanda interna en grandes proporciones de moneda nacional (para honrar obligaciones en dicha moneda) y no de divisas; para ello se requiere partir de la concepción de las estructuras de costos para que sean expresadas bajo una misma unidad monetaria, pero necesariamente en divisas que obliguen al reajuste de todos los costos para que su valor nominal de referencia se mantenga invulnerable ante cualquier efecto de alguna pretendida depreciación.

Esto de manera que al dichos valores nominales ser expresados en divisas pero por disposiciones legales necesariamente se tengan que cancelar en moneda nacional y en lo práctico se aplique para los salarios (preservándolos en sus escalas internacionales), para las tarifas por servicios públicos y para el pago por materias primas, combustibles y lubricantes, e impuestos; justamente se potencie la demanda de moneda nacional y se le proporcionen al Banco Central las bases y el margen de maniobra para ante lo cual se permita dosificar la oferta de dichas monedas nacionales en búsqueda del equilibrio cambiario, rompiendo a su vez con toda forma posible de arbitrajes que produzcan distorsiones en nuestra economía y generen la hiperinflación. De hecho, para situaciones hiperinflacionarias el propio Milton Friedman propone adoptar esquemas de indexación de costos a un mismo parámetro para combatirla, que si bien recomienda tomar como referencia el Índice de Precios al Consumidor, para nuestro caso resulta más apropiado vincularlo al tipo de cambio.

Ahora, ¿Qué hace suponer que esto revertirá el espiral que induce la depreciación arbitraria de la moneda? Y la respuesta es que a través de lo planteado se rompe el círculo vicioso que actualmente ante cada depreciación inducida de la moneda proporciona las facilidades para que a través de su efecto sobre los precios, el capitalista capte mayor cantidad de Bolívares que le sugieren una mayor ganancia, ya que los costos en moneda nacional específicamente salarios se mantienen estancados, siendo ello lo que le conlleva a que dichos excedentes en Bolívares sean cambiados a divisas al precio que las encuentre para protegerse, pero a expensas del pueblo que trabaja y que al final es quien termina pagando las consecuencias.

Así bien, de acuerdo a lo que se propone, con todos los costos expresados en divisas para ser cancelados en Bolívares, ya no tendría sentido una depreciación inducida de la moneda, porque desaparecían las oportunidades de hacerse de divisas con los Bolívares en exceso que resultan del margen de ganancia ante la elevación de los precios en función al tipo de cambio, pero no así de los costos que en este mismo escenario actual obedecen a otros parámetros que no se corresponden con una sana proporcionalidad. Por el contrario, con lo propuesto la moneda local se fortalece, ya que al ser afectada por la dinámica cambiaria, el esquema de estabilización de costos sugerido a través del reajuste automático inmediatamente haría que se neutralice el efecto de dicha dinámica, ya que ante ello se demandarían más monedas locales para hacerle frente al incremento de los costos.

Ya para ir concluyendo, se sintetizan los planteamientos con la certeza de que en lo concreto con medidas efectistas como las antes descritas se elimina el espiral inflacionario que se forma alrededor de la paridad cambiaria y que es lo que ha originado toda esta situación por la que estamos atravesando; con lo cual al lograrse su eliminación, quienes pretendan generar riquezas no tendrán otra alternativa que dedicarse a producir; de manera que la renta petrolera se destine a la recuperación del aparato productivo del estado y de la infraestructura nacional y también para financiar la inversión social; no para sostener esquemas parasitarios y rentistas que estimulan la improductividad o para subsidiar al empresariado, que en todo caso pudiera ser apoyado con financiamiento en divisa para cubrir necesidades de importación, con la condición de que cancele dichos créditos en divisas, no en Bolívares.

Como comentario de cierre y ante las manipulaciones en torno a interpretaciones interesadas de nuestras realidades que solo buscan llevarnos al abismo neoliberal, preciso traer a colación el verso del cantor del pueblo Alí Primera, que en su tema titulado: “Zapatos de mi conciencia”, nos dice: “Lo que importa es tu conciencia, no es importante el ropaje, sino  distinguir a fondo los que van comiendo dioses y defecando demonios”. Y también lo que Jesús nos advierte en Mateo 15:17-18; 17. ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina?, 18. Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre.

Solo el pueblo salva al pueblo.

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