"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

La última carta de Maduro

La Unión Europea le  dice al mundo que Nicolás Maduro existe como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela

El Presidente Nicolás Maduro ha hecho una jugada pocas veces vista en el ajedrez internacional: se ha expuesto al ridículo mundial, al echar  para atrÁs en menos de tres días, la expulsión de la embajadora de la poderosa Unión Europea.

Con esta maniobra Maduro, un inusitado estratega político, ha expuesto su prestigio como tal al escarnio e incluso hay quienes hablan de haber quedado en ridículo.

Sin embargo, con este intento frustrado de suicidio, Maduro ha obtenido réditos de importancia capital para el momento de asfixia que vive su país.

Por una parte ha logrado su reconocimiento como única autoridad o Presidente, si así se prefiere, que tiene la República Bolivariana de Venezuela, en una puja que tiene incluso en la Unión Europea a uno de sus más acérrimos detractores.

En segundo término ha logrado que sea el propio jefe de la poderosa Unión Europea, Josef Borrel, quien haya tenido que marcar el teléfono de Miraflores para pedirle cacao por su embajadora y esto, como se suele decir, tampoco es poca cosa.

Como tampoco es poca cosa para una persona que está librando una pelea de lobos contra liebre, que la Unión Europea rubrique un comunicado escrito a dos manos (la otra es la del canciller de la República Bolivariana de Venezuela) en la que logra, además del reconocimiento expreso por parte de la Unión Europea (que es como gritarle al mundo que Maduro existe como Presidente de la RBV)  el compromiso de UE  de explorar vías menos humillantes para su pueblo que las criminales sanciones y a mantener un diálogo fluido con el primer y único mandatario nacional. Pareciera que son otros los que están haciendo el ridículo.

Por último se ha conocido, aunque no al detalle, que ya ha sido exitosa la última jugada de Maduro, al lograr parar algunas sanciones que venían en camino y que sin duda le pondría a su pueblo la situación aún más difícil.

Lo que esto demuestra es  que en la guerra no hay enemigo pequeño y que en diplomacia no hay almuerzo (sacrificio) gratis.

 

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