"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

Análisis panorámico de las megaelecciones en Venezuela

Venezuela completó la jornada electoral del 21 de noviembre mediante la elección de cargos a gobernadores y alcaldes, así como consejos legislativos regionales y municipales.

La megaelección contó con especial relevancia por ser inherente a cargos ejecutivos y legislativos en escala territorial, es decir, los que más conciernen al desarrollo de la política en el hecho cotidiano y frente a la población. Sin embargo, la elección guarda características de relevancia incluso más allá de las fronteras venezolanas.

Visión global de los resultados

Con el 90,21% de transmisión de las actas y una participación de 41,80% que equivale a 8 millones 151 mil 793 ciudadanas y ciudadanos, las autoridades del Consejo Nacional Electoral (CNE) emitieron el primer boletín oficial de las Elecciones Regionales y Municipales durante la noche del domingo. El margen de participación se mantuvo acorde a otros procesos regionales y municipales de otros años.

De acuerdo a los anuncios del presidente del CNE, Pedro Calzadilla, el chavismo logró alzarse con 20 de 23 gobernaciones, aunque aún faltaba un porcentaje de la transmisión de actas; por una diferencia mínima quedaron bajo disputa las gobernaciones de Barinas y Apure.

El chavismo alcanzó la victoria en la Alcaldía del Municipio Libertador en Caracas, la políticamente más relevante del país.

Oposiciones divididas y otros factores

Acorde a los datos emanados por el CNE, la división opositora jugó un papel clave en su resultado tan adverso.

Básicamente, las oposiciones combinadas resultaron con votos mayoritarios en diez estados, pero su dispersión electoral favoreció al chavismo en enorme medida, dado que las principales coaliciones opositoras (MUD y Alianza Democrática) no lograron efectuar acuerdos unitarios de cara a la elección.

Además de la dispersa oferta electoral, otros otros factores jugaron en contra de los opositores, entre ellos el debilitamiento de su piso político por salida del país de muchos de sus seguidores y el deterioro de la credibilidad del CNE, que fue promovido por los partidos abstencionistas para «legitimar» sus acciones de boicot a las instituciones.

Por otro lado, las medidas contra el país promovidas por muchos antichavistas han superpuesto en la política nacional sensaciones de malestar y desánimo, transversales por razones económicas y sociales, que pesan también sobre seguidores de la oposición.

La disputa del espacio político

La victoria del chavismo es territorial, transversal a todo el país, lo cual evidenció que logró aprovechar su posicionamiento en cargos adquiridos en los pasados procesos electorales, impulsando liderazgos regionales y locales y reafirmando sus candidaturas luego de las elecciones primarias de base que fueron organizadas este año.

Asimismo, varios «protectores» o coordinadores de las políticas del gobierno central en varios estados lograron victorias en estados anteriormente opositores, como fue el caso de Mérida, Anzoátegui y Táchira.

La instancia comicial venezolana, que tiene nuevo directorio este año, es la única facultada para determinar la validez de la elección (Foto: AFP / Getty Images)

El factor de presencia política, continuidad y convivencia permanente frente a las demandas poblacionales fue el punto clave de las victorias territoriales de los dirigentes regionales del chavismo.

La oposición, en cambio, fue objeto de varios fenómenos. Por un lado, emergieron partidos como Fuerza Vecinal, que se convierte en primera fuerza opositora en el estado Miranda, el segundo más importante del país en términos demográficos y electorales y que además es considerado el políticamente más importante por su vínculo con la región capital.

Por otro lado, el partido del Lápiz se posicionó como la primera fuerza opositora en el municipio Libertador de Caracas.

Estos elementos en conjunto dan cuenta de un reacomodo de la oposición en la región capital y el estado Miranda, consumándose un desplazamiento, al menos circunstancial, de los otrora principales partidos de esta tendencia.

Entretanto, en varios estados del país, la coalición Alianza Democrática logró el segundo lugar en la disputa, siendo referente el estado Lara.

Las evidencias que deja el mapa político refrendan la clara pérdida del espacio que han cosechado las organizaciones que participaron con la tarjeta MUD, concretamente las organizaciones del llamado G4.

El abstencionismo de estas organizaciones en anteriores elecciones también ha contribuido a la tendencia de pérdida de popularidad de sus dirigentes regionales y municipales.

Luego, al retorno de estos partidos y dirigentes al ruedo electoral, jugando la carta de la imposición de candidaturas, conllevó a enfrentarlos a la realidad de que otras organizaciones habían tomado espacios que dejaron vacíos.

Otro rasgo de la elección está en los hasta ahora gobernadores opositores electos en Nueva Esparta, Cojedes y Zulia. En estos tres casos se trata de dirigentes veteranos, provenientes incluso de eras anteriores al chavismo, lo cual revela que la oposición no ha logrado ofrecer nuevos liderazgos regionales y que, por el contrario, estos habrían resultado arrasados en la estela de frustraciones que dejó el abstencionismo y el «gobierno paralelo» de Guaidó.

En resumidas cuentas y hablando del chavismo y las oposiciones, prevalecieron en la elección quienes lograron sostener sus lugares en la política efectiva a escala territorializada.

El contexto electoral

El resultado global de la elección debe entenderse como una victoria política para el chavismo, que tiene además una cualidad transversal.

Pese a los pronósticos habituales de la oposición electoralista, el chavismo vuelve a ganar una elección con el presidente Nicolás Maduro en el cargo. La sola elección y la participación de casi todas las oposiciones obligaron a una regresión en los discursos de varias facciones del antichavismo, quienes declararon que no participarían en la contienda electoral con el chavismo en el poder. La realidad avasalló todo lo anteriormente dicho.

La renovación de las autoridades del CNE, este año, también supuso el desmontaje de facto de muchos señalamientos al árbitro electoral.

La elección reafirma el rol y presencia política del Parlamento nacional electo en 2020, bajo agendas de presión externa, boicot electoral por abstencionismo de algunas alas de las oposiciones y por intentos de destrucción del Poder Legislativo, acorde a los eventos que desencadenó la mayoría antichavista en la Asamblea Nacional electa en 2015.

El presidente Nicolás Maduro hizo ejercicio del voto llamando a una nueva victoria política para el país (Foto: Prensa Presidencial)

Con los cargos electos, Venezuela completa un ciclo de relegitimación política que se inició en 2017 mediante la elección de la Asamblea Nacional Constituyente, poniendo en punto de suspensión indefinida los episodios más cruentos de destrucción de la institucionalidad nacional. La relegitimación ha sido prolongada e integral.

Coordenadas en el frente externo

La primera de ellas sigue en vigor a través de la presencia de varias misiones de observación, acompañamiento y veeduría electoral, de las cuales se espera que se den a conocer algunas valoraciones al proceso electoral.

Sin embargo, hay un particular interés por parte de algunos actores políticos internacionales y medios de comunicación en sobredimensionar el rol de la Misión de Observación Electoral de la Unión Europea (MOEUE), promoviendo que esta podría «validar» la elección.

Estas instancias han actuado en Venezuela sujetos a convenios institucionales firmados con el CNE, donde el país se ha reservado el ejercicio soberano por facultad constitucional de ser la única instancia de validación electoral en Venezuela.

Las misiones electorales, pero especialmente la MOEUE, quienes darán un primer informe preliminar de la elección el día 23 de noviembre, son un referente del cual algunos factores esperan una posición injerencista o que pretenda desconocer los resultados electorales en Venezuela y el rol de la instancia comicial.

La pretendida construcción de la observación como un factor crucial para Venezuela en su frente de relaciones internacionales guarda un nivel de congruencia con los eventos de pretendida legitimación externa de las instancias nacionales.

Esto quiere decir que la infraestructura institucional internacional, diseñada bajo parámetros hegemonistas, se abroga también la facultad de determinar, acorde a patrones selectivos, si Venezuela es apta o no para gozar de legítimos derechos de relacionamiento, de eliminación de medidas coercitivas en su contra y actividades comerciales regulares como lo haría cualquier país.

Ese punto es de especial interés. La procurada «carta aval» de la MOEUE no guarda ningún tipo de coherencia con la legislación venezolana, concretamente con el Artículo 239, Numeral 4 de la Constitución Bolivariana, la cual refiere al CNE como la única instancia que valida las elecciones. Para la selectiva autodenominada «comunidad internacional» eso no parece relevante.

Las instancias de observación, acompañamiento y veeduría que están facultadas solo para omitir opiniones y recomendaciones para futuros eventos electorales, por defecto, no tienen relevancia mayor dentro de Venezuela, pero podrían tener roles funcionales para proseguir en acciones con el fin de lesionar a la República Bolivariana.

  • La elección deja además varias dudas sobre la viabilidad política de la «estrategia Guaidó» de cara al devenir político.
  • Los factores de la Alianza Democrática podrían reclamar más espacios al retomarse el diálogo entre el chavismo y las oposiciones en México.

Las oposiciones se encuentran en un punto de bifurcación, donde se hace evidente que sus fracturas, por ahora inmanejables, resumen el resultado de agendas fallidas y perjudiciales para el país y para su propia condición política.

Los escenarios invariables que surgirán en Venezuela, dentro de lo estrictamente político, tienen en esta elección un punto de gravedad; se consolida como inviable que, por presiones estadounidenses, el país deba elegir a una nueva Asamblea Nacional o que deba someterse a medición y a destiempo el cargo presidencial. Es decir, la «máxima presión» confluirá en un punto de fracaso si sus autores asumen esa dirección.

La elección del 21N deja en la mesa posibilidades invariables solo previstas en la Constitución. Se realiza un referéndum revocatorio en 2023 o la oposición apuesta a una presidencial en 2024.

Sobre esas posibilidades, líderes opositores como Henrique Capriles podrían relanzar su posición de organizador pro-electoral y apuntarse anticipadamente a estos escenarios. Pero la decisión de los estadounidenses de oxigenar nuevamente al gobierno fake de Guaidó, alargando artificialmente su «mandato» superpuesto, podría solo profundizar las fracturas opositoras.

La realidad para cualquier agenda fuera de Venezuela es que dentro del país las correlaciones de fuerza siguen modificándose, haciendo más difíciles de maniobrar las posiciones binarias sobre la vida política.

Con o sin «visto bueno» de algunas misiones electorales en el país, el chavismo usará su propia institucionalidad como carta aval política para librar nuevas disputas en el frente externo, a favor de la recuperación de su espacio internacional.

El talante de relegitimación permanente del chavismo como principal fuerza política nacional y regente del Estado son las principales posiciones de fuerza del país de cara al mundo.

 

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