La importancia de Estados Unidos en el mundo es innegable, por lo menos después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, cuando su influencia en el orbe terrestre comenzó a sentirse con mayor impacto. Por ello la llegada a la Casa Blanca de un nuevo presidente genera siempre buenos o malos auspicios en el orden mundial. Al interior de la sociedad estadounidense, las expectativas son mayores, tan to por la pesadilla que significó el período recién concluido del inefable magnate Donald Trump, como por los deseos de una gran mayoría que espera una vue ta al American Dream, sobre todo, por el bombardeo incesante de los medios de comunicación que modelan y controlan la opinión del común de los estadounidenses con un saldo usualmente poco crítico. Así culmina D. Trump su febril y complejo período, como un subproducto de una clase burguesa que viene agrietándose progresivamente desde sus raí ces más profundas. Ya no es la paradoja de demócratas o republicanos lo que se debate en los intersticios del sistema de poder para controlarlo, sino se presenta hoy en su profunda crisis, como una fractura que luce insalvable en el bloque político dominante. Y esa es nuestra visión, son las contradictorias y divergentes posiciones que mantienen ambos bandos sobre la dirección y el peso hegemónico de EE.UU en la dominación del sistema capitalista global lo que hace in superable su crisis. O lo que es lo mismo, la conducción del imperialismo en esta fase de su desarrollo mundial. Su pro undización determinará el curso histórico del imperialismo capitalista.
BLOQUES EN DISPUTA
En Estados Unidos, están disputándose el control del Estado dos corrientes políticas muy bien diferenciadas. Ellas se conforman con fracciones del gran capital financiero con ópticas distintas en relación a la globalización. Así se distinguen, en primer lugar, lo que podríamos denominar el bloque del “anglicanismo de avanzada”, formado por una fracción del capital financiero trans nacional, que políticamente constituye un bloque de poder globalista con visos multilaterales, con fuertes adherentes que controla el partido demócrata desde la época de Bill Clinton. Integrado por socialdemócratas y corrientes del liberalismo que abrazan la globalización como una posición de “avanzada”, con variados matices que hoy se perfilan desde Bernie Sanders hasta Joe Biden en las corrientes demócratas. Sus relaciones con Wall Street y la OTAN y los grandes capitales del globalismo de las transnacionales denotan una fuerte adhesión a la reconfiguración de un orden mundial fundado en un neoliberalismo doctrinario. Y, por otra parte, un bloque “angloamericano desfasado”, dominado por sectores del partido republicano, con visiones del Destino Manifiesto adocenado en las tesis de la Guerra fría; con neoconservadores y halcones del Pentágono o corrientes de ultra derecha del Tea Party, todos profesan un fanatismo religioso a ultranza y un supremacismo racial. Este bloque se estructuró en el gobierno de Ronald Reagan y su concepción guerrerista es más ultramontana que los demócratas. No obstante, es en el gobierno de George W. Bush, con la guerra al terrorismo y el desmoronamiento del Oriente Medio cuando un sector del establishment republicano se adhiere al globalismo y dan continuidad al dominio mundial unipolar según las tesis del New American Century. Pero, dentro del republicanismo Donald Trump emergió como un outsider en la política y logró llegar a la Casa Blanca, representa una corriente de los capitalistas con un proyecto nacionalista muy diferente a esos dos grupos, que la pudiéramos llamar “ de los Industrialistas”; toda vez que pretende afirmar el mercado interno, orientar la producción nacional y cortar, en buena medida, con las importaciones, de allí deviene su rivalidad y guerra arancelaria contra los chinos. Además, en su plan está hacer de Estados Unidos un productor de petróleo que le garantice su autosuficiencia. En fin, su slogan del “ America First” va en esa dirección. No obstante, sus diferencias con el bloque angloamericano desfasado, tiene coincidencias en lo estratégico que le gana su aceptación. Ambos bloques -el angloamericano de avanzada y el angloamericano desfasado- mantienen inalterables su posición al intervencionismo, dependiendo de las decisiones del Pentágono cuyo peso específico determina las incursiones.