El tiempo de las negociaciones parece llegar a su fin, el enfrentamiento entre la OTAN – el globalismo – y Rusia – el multipolarismo – parece inevitable.
Pese a la propaganda de Occidente, donde Rusia se muestra como una sociedad atrasada, cuyas fuerzas armadas son incapaces de mantener un sólido avance en Ucrania, aduciendo logística deficiente, equipamiento anticuado, falta de entrenamiento y corrupción que provoca que falten repuestos e insumos de calidad, la realidad es bien diferente.
Rusia tiene una marcha implacable avanzando sobre las fuerzas de Kiev, sin prisa pero sin pausa. Igualmente, la guerra económica y financiera la viene ganando Rusia, que ve como sus arcas se llenan gracias a las propias sanciones de Occidente, mientras las economías europeas se asoman al abismo.
Inclusive en el área diplomática, los éxitos rusos se pueden observar cuando el Occidente Colectivo no logra sumar aliados, y países como India aumentan sus compras a Rusia.
Ante este panorama, la situación es bastante clara. La derrota de Occidente es un hecho que se producirá inexorablemente si no se consigue cambiar el rumbo de los acontecimientos.
En definitiva, la resolución de la disputa por el control del sistema mundial se resolverá a través del uso de las armas, por eso es clave que podamos conocer cuál es la capacidad militar real de los Estados Unidos y Rusia.
La mayoría de los análisis se realizan basándose en el cálculo de las economías en disputa, dónde el producto bruto interno de los Estados Unidos es casi 15 veces mayor que el ruso, una situación que pretende marcar la disparidad de capacidades de ambos contendientes.
La realidad, sin embargo, índica que existen muchos factores a considerar, desde la paridad por poder adquisitivo hasta las riquezas naturales y el acceso a la energía. El segundo hecho a tener en cuenta cuándo se hace un análisis de este tipo, es que el indicador de los gastos militares es apenas un indicio de las capacidades para la guerra, pero está muy lejos de ser algo concluyente.
Así las cosas, es habitual que la discusión se pretenda cerrar diciendo que Estados Unidos gastan 778 000 millones de dólares (3,7 % de su PBI), muy por encima de los 61 000 millones de dólares que gasta Rusia (4,3 %).
De esa manera, las FFAA de Estados Unidos debería ser al menos 12 veces más poderosa que las rusas, algo que claramente es un absurdo.
Este tipo de conclusiones elementales encajan perfectamente con la idea que prevalece en el país americano y que explica que esta nación tiene una amplísima superioridad económica, financiera y militar. Esta conclusión no solamente parte de los ciudadanos comunes, sino también de muchos analistas políticos desinteresados en conocer las bases sobre las que se asienta el poder militar.
Muchas veces esto es por cuestiones ideológicas, la idea de que analizar lo militar tiene que ver con una posición belicista, y tal vez, fascista, hace que los sectores liberales de izquierda tengan un marcado desinterés por estos temas. Por otro lado, los sectores más conservadores desconocen en líneas generales las capacidades militares de Rusia, embebidos en un nacionalismo que les impide ser objetivos a la hora de sopesar la realidad.
Sea por la razón que sea, la verdad es que el desconocimiento existe y el papel de la prensa haciendo propaganda a favor del Occidente termina por generar un consenso en el cual se convalida esa superioridad de Estados Unidos sobre Rusia.
En este punto entonces es necesario ser una opción a la propaganda, aclarando que las fuerzas armadas de Estados Unidos han dejado muy atrás las capacidades que supieron tener y hoy se basan en una columna vertebral que data de los años 90 y que se ha modernizado parcialmente.
Washington no ha desarrollado un proceso exitoso o innovador desde los años 90 en el ámbito militar. Tomemos un ejemplo: el proyecto más costoso de la historia de los Estados Unidos es el del caza F-35 Lightning II, cuyo costo inicial fue pautado en 400.000 millones de dólares. El proyecto, una vez en marcha, ha escalado su costo en forma geométrica y muchos creen que supera los 1.5 billones de dólares.
El F-35, a pesar de sus enormes costos, resultó un fiasco. Sus capacidades están muy lejos de lo esperado, siendo un avión lento y poco maniobrable con una interminable lista de fallos que superan los 800 y cuya resolución ha sido virtualmente imposible, llevando al Pentágono simplemente a que desistiera de seguir pidiendo más cambios.
El F-35 tiene fallos inconcebibles y que deberían hasta poner en duda si se trata de un avión de quinta generación. Esta aeronave carece de la capacidad de volar por encima de la velocidad del sonido sin poscombustión ni poseer velocidad de crucero supersónica. Pero no es el único problema, sí tenemos en cuenta qué se les debe indicar a los pilotos que si superan dicha velocidad (Match 1), lo deben hacer apenas por unos segundos, pues en caso de excederse comprometen la propia integridad del avión.
Su baja visibilidad es mayor que la de los aviones rusos, pero eso se debe por la forma de calcular. Se diseminó la idea de que tiene menor perfil ante el radar que el Su-57, no obstante, esto tiene que ver precisamente con la manera de estimar su visibilidad, que es diferente entre rusos y estadounidenses.
La lista de problemas continúa cuando su pintura antirradar sufre por la corrosión del mar, pudiéndose observar los cazas embarcados en los portaaviones, grandes manchas de óxido que le quitan su propiedad furtiva.
La situación se ha puesto tan complicada que la propia Fuerza Aérea de Estados Unidos quiere comprar más cazas F-15EX Advanced Eagle en lugar de los F-35 Lightning II, ante el escaso rendimiento.
Sí bien es cierto que ha sido un éxito en ventas, el F-35 se ha colocado en el exterior gracias a la presión de los propios Estados Unidos, que han garantizado a la empresa Lockheed Martin las ganancias.
La lista de desaciertos en los nuevos proyectos no se ha limitado a este cazabombardero, los llamados Buques de Combate de Litoral han sido dados de baja por sus bajas prestaciones, siendo desguazados los ya construidos con apenas unos pocos años de servicio.
Y no debería asombrarnos entonces cuando el destructor de la clase Zumwalt, destinado a reemplazar a los más antiguos de la clase Arleigh Burke, también resulta un fracaso.
Con una idea inicial de botar casi una treintena, apenas fueron construidos 3, nunca participaron en misión alguna y hoy se los puede observar cubiertos de óxido sin destino aparente. La clase anterior, la Arleigh Burke recién mencionada, se ha mantenido en funcionamiento, siendo que la mayoría de ellos entraron en servicio en los años 90. El último se ha sido fabricado en el año 2015, es decir, hace 7 años.
Los problemas de equipamiento militar de mala calidad y caro no se limita a los antes señalados. Los antiguos B-52 Stratofortress, construidos en los años 50, aún permanecen en servicio, evidentemente al borde de la obsolescencia. Estos bombarderos estratégicos no han podido ser totalmente reemplazados por el más moderno Rockwell B-1 Lancer, quien debía dar paso al B21 Spirit, que con apenas 21 unidades fabricadas, y varios accidentes, ha seguido el mismo camino cesando su producción debido a que su costo inicial de 700 millones de dólares ascendió hasta la suma de 2500 por unidad.
La lista de desaciertos continúa con lo que debía ser el reemplazo de los portaaviones clase Nimitz, el Gerald Ford.
Una vez más su costo inicial de 7.000 mil millones fue superado, pasando los 13.000 millones de dólares, aunque existen fuentes que estiman que ya lleva superados los 17 000 millones en función de los reacondicionamientos y modificaciones.
Para no ser menos, el Gerald Ford tardó 5 años en sus pruebas, para recién ahora obtener su certificación. Los problemas iniciales que iban desde los fallos de las catapultas electromagnéticas hasta el funcionamiento de los ascensores en los hangares. No sabemos si realmente han sido solucionados o el apremio ante una situación militar tan tensa, ha llevado a seguir el mismo camino que el F-35 y hacer la vista gorda ante los problemas existentes.
En este punto debemos recordar que las flotas de portaaviones de los Estados Unidos deben ser 11, pero apenas hay 6 operativos y la urgencia de contar con el Ford pudo haber sido decisiva para la certificación.
Como vemos, los problemas se repiten y todos tienen un mismo patrón, proyectos caros que luego salen más caros aún y que terminan por ser un fracaso. Tampoco debemos extrañarnos entonces que los submarinos Seawolf, que realmente eran formidables, también hayan caído bajo la guadaña presupuestaria, fabricándose apenas tres unidades para ser reemplazados por los Clase Virginia de inferiores prestaciones.
¿Por qué razón si el presupuesto militar aumenta año tras año se deben discontinuar los proyectos exitosos y gastar fortunas en otros que no funcionan?
Estábamos diciendo que la columna vertebral sigue siendo la de los 90, pero modernizada, los tanques M1 Abrams son otro ejemplo; Sufriendo numerosas modificaciones y actualizaciones, se intenta estirar la vida útil de este diseño hasta los 80 años.
Esta situación de baja calidad en prestaciones y altos costos se repite en el Reino Unido. Los Destructores Tipo 45 han debido permanecer en puerto mientras la Armada rusa hacía maniobras en las proximidades. Esto se debe a que tienen un problema estructural y la planta motriz deja de suministrar energía, debiendo ser remolcados cómo sucedió en el mar Mediterráneo hace poco meses.
La situación del Reino Unido en el plano militar es tan patética que sus portaaviones Queen Elizabeth II y Prince of Wales navegan con apenas la mitad de la dotación de aviones, siendo además que los mismos son F35 alquilados a los Estados Unidos. La pretensión de fabricar un caza de sexta generación, el Tempest, parece más una burla que una realidad.
Esta situación solo demuestra que el negocio privado se ha impuesto sobre los intereses nacionales. Llegando esto al punto de que luego de la caída de la Unión Soviética, y al creerse que al no haber un enemigo militar ni económico visible, consideraron que era el momento de maximizar las utilidades económicas al costo que sea.
El resultado ha sido que, 30 años después, el sistema occidental de defensa está con graves dificultades.
Donald Trump había dicho que se necesitaba más de un billón de dólares para sustituir el sistema de misiles en tierra que se encuentra obsoleto. Los expertos militares no se atreven a asegurar cuantos de los misiles podrían llegar efectivamente a despegar en caso de una guerra real.
“China fabrica 5 veces más rápido y por una fracción del valor”. Si alguien hiciera esta afirmación, podría ser calificado inmediatamente como un desestabilizador prorruso; sin embargo, quién dice esto ha sido el mayor general de la Fuerza Aérea de EE. UU., Cameron Holt, quien supervisa todas las adquisiciones de armas como subsecretario adjunto de la Fuerza Aérea.
Holt agrega: “En paridad de poder adquisitivo, ellos gastan U$ 1 y los nuestros U$ 20 para llegar a la misma capacidad”, “Vamos a perder si no podemos descubrir cómo reducir el costo y aumentar la velocidad en nuestras cadenas de suministro de defensa”.
Estos dichos en boca de un alto militar nos permiten comprender que no estábamos equivocados cuando ya hace muchos años advertimos esta situación ante la incredulidad de la mayoría.
Las conclusiones que podemos sacar a priori son que los costos de producción de los EE. UU. son dramáticamente más altos que los de China y Rusia, los cuales les impide ser competitivos a la hora de fabricar. Pero existe otro problema y es el de la corrupción del sistema que Eisenhower describió acertadamente como el amenazante Complejo Militar Industrial.
La corrupción en los Estados Unidos ha alcanzado niveles extraordinarios y ha llevado al país a una situación como la que describimos. En tres décadas, Washington ha perdido el liderazgo militar y sus capacidades pueden ser rápidamente sobrepasadas por China, quedando en un tercer lugar.
Si esto no se dice claramente es porque toca distintos intereses, por un lado, el del contubernio entre políticos y generales que hacen buenos negocios comprando armamentos a precios exorbitantes sin importarle si realmente cumplen con su función. Seguramente nunca pensaron que en algún momento podrían ser usados contra una potencia equivalente y no un país menor y sin posibilidades de defensa.
Esta situación se combina con la falta de interés en intelectuales y políticos, que mencionamos al principio de la nota, y con la propaganda, que es un factor donde sí el mundo Occidental predomina ampliamente.
Existe una cierta inercia en la forma de suponer y sentir de la sociedad que le cuesta seguir los cambios habitualmente, hoy agravados por la velocidad y profundidad en que se están dando. La imagen de los Estados Unidos, poderosos durante décadas, produce un factor de incredulidad en muchas personas, no aceptando que la realidad es que el mundo ha cambiado.
Los datos duros son claros, un informe del gobierno americano publicado a finales de 2021 afirma que los chinos tienen 355 barcos de guerra, al menos tan grandes como una corbeta, mientras que EE. UU. apenas 205, aunque es cierto que su tonelaje es la mitad. Sí bien los aviones que transportan y los misiles son muchos más, debemos tener en cuenta dos cosas.
La primera es que China produce realmente 5 veces más rápido, fabricando entre 30 y 40 buques al año, de modo tal que seguirá creciendo la diferencia rápidamente.
El segundo es que Beijing cuenta con navíos ultramodernos que compensan al menos parcialmente su falta de experiencia en combate real. Esto no debiera asombrarnos porque se refleja igualmente en la infraestructura moderna de China contra la envejecida de EE. UU.
Occidente se ha visto retrasado en aspectos claves de la guerra moderna. Rusia tiene una tradición en enfocarse en la guerra electrónica, lo que le da una enorme ventaja sobre sus enemigos, y esto se refuerza con una generación nueva de armas sin equivalentes en Occidente.
El misil Burevestnik tiene propulsión nuclear, lo que le da un alcance ilimitado y le permite volar con mucha facilidad sobre las defensas instaladas, pudiendo variar su trayectoria esquivando las mismas. Este innovador misil se complementa con el dron Poseidón, cuyas capacidades le permiten destruir una ciudad costera o una flota de portaaviones. Los misiles hipersónicos, que pueden ser de distintos tipos, incluyendo el planeador hipersónico Avangard, hacen que sean inútiles las defensas antimisiles actuales y, según anuncia Rusia, esto se mantendrá durante décadas.
¿Qué ofrece Estados Unidos como oposición? Las armas que hasta ahora hemos visto y que han recibido una enorme publicidad previa, no parecen ser relevantes para cambiar significativamente el curso de la guerra en Ucrania. Los Javelin, los drone Switchblade, los sistemas Himars y MLRS se han sucedido como la esperanza de torcer el rumbo sin ningún resultado.
Por supuesto que estas son apenas algunas de las armas que se encuentran en el arsenal occidental, pero resulta indudable la sobrevaloración de las mismas por parte de la prensa.
La situación además es más complicada por la rápida evolución de la guerra moderna, donde Estados Unidos ha cometido tal vez errores estratégicos como es la no consideración en su real importancia de la guerra electrónica, clave para la coordinación y eficiencia de los ejércitos modernos.
Un tema también polémico es el papel de los portaaviones en el futuro, altamente sensibles a los nuevos tipos de armas como son los drones estilo Poseidón o sistemas hipersónicos.
Estados Unidos ha basado su capacidad de proyección de fuerza en las flotas marítimas, las cuales se sostienen en las capacidades de los portaaviones.
Ha invertido enormes recursos en la creación y mantenimiento de estas flotas, cuya vulnerabilidad es enorme y pueden ser destruidas en apenas un par de minutos.
¿Cuál sería el impacto económico de un dron Poseidón cargado con una cabeza nuclear si elimina una flota completa en un solo ataque? Pero más importante que esto sería el impacto psicológico sobre la sociedad estadounidense. La ecuación costo-beneficio entonces puede cambiar y resultar que los portaaviones son una mala apuesta hoy.
China ha fabricado 3 y ha puesto en marcha un cuarto porta avión; aun así, no sabemos exactamente cómo van a operar, no es lo mismo que lo hagan protegidos cerca de sus costas, que incursionar a miles de kilómetros, como hace Estados Unidos.
Sí bien, como decíamos, esto es muy polémico, Estados Unidos parece tener dificultades para adaptarse a su nueva realidad de no ser ya la potencia hegemónica. La que puede disponer de todos los recursos a su antojo para construir su fuerza militar, debiendo tal vez adaptarse sus estrategias a la actual situación de declive.
Así las cosas, resulta bastante difícil de comprender por qué razón la OTAN sigue con su política inflexible de confrontación con Rusia y China. Hacemos un pequeño repaso, nos encontramos con sanciones y confiscación de fondos, ampliación de la OTAN, armas de alcance mucho mayor (300 a 500 km), bloqueo a Kaliningrado. Amenazas de entregar armas nucleares gratis a Ucrania como ha pedido el eurodiputado Radoslaw Sikorski o el pedido de establecer armas de ese tipo como pretende el Viceprimer ministro polaco, Jaroslaw Kaczynski. Todo en apenas 4 meses, una virtual declaración de guerra.
¿Cuál es la posibilidad ganar esa guerra en estas condiciones? El mejor resultado al que puede aspirar la OTAN es que Occidente sea destruido mientras daña mortalmente a Rusia y China.
¿Ese es realmente el plan del globalismo anidado en EE. UU. y Londres? Parece demencial, pero no se encuentran, por el momento, otras razones lógicas que expliquen lo que estamos viviendo.