La política arancelaria de Trump evidencia las dificultades de reproducir los modelos de hegemonía global verificados hasta la fecha por el capitalismo histórico
Por Steve Maher y Scott Aquanno
El pasado 2 de abril Donald Trump anunció la imposición de aranceles descomunales prácticamente a todos los países del mundo, golpeando con ellos tanto a aliados como a enemigos mediante la imposición de enormes barreras comerciales, cuya aplicación supone un asalto en toda regla a la ideología del libre comercio. Se impondría un arancel del 34 por 100 a China, del 20 por 100 a la Unión Europea, del 49 por 100 a Camboya, del 48 por 100 a Laos, del 46 por 100 a Vietnam, etcétera. Estas cifras eran fruto de un cálculo elaborado a tenor de una fórmula matemática simplificada en la que el déficit comercial de bienes de Estados Unidos con un país determinado se dividía por el valor de las importaciones estadounidenses de ese país y ese número se dividía a su vez por dos. The Wall Street Journal ha lamentado que Trump estuviera «volando por los aires el sistema de comercio mundial» y volviendo a la «vieja era del proteccionismo comercial». Para el Financial Times se trata de «un acto asombroso de autolesión», que «trastornaría el orden económico mundial y empañaría la prosperidad de Estados Unidos». Los inversores pronto entraron en crisis. Los principales índices bursátiles se desplomaron y se volatilizaron aproximadamente 10 millardos de dólares en capitalización de mercado.
A medida que los bonos incrementaban su coste, la Casa Blanca, nerviosa, pareció cambiar de rumbo, reduciendo el tipo arancelario al 10 por 100 para la mayoría de los países, con la notable excepción de China, a cuyos productos se aplico el arancel del 125 por 100. Tras este periodo de confusión, la aplicación de estos nuevos aranceles se ha suspendido durante noventa días. Una vez que finalice este período de carencia, no está claro si el plan original del «Día de la Liberación» de Trump se restablecerá, se suavizará o se descartará. Pero incluso en su forma actual, los aranceles representan un cambio importante en la economía global, cambio que los analistas, con independencia de su adscripción, están luchando por interpretar.
Los aranceles de Trump parecen, a primera vista, representar una ruptura con el papel histórico del Estado estadounidense de supervisar el capitalismo global
La idea de que la agenda de Trump está dictada por las Big Tech ha sido desechada, ya que pocas empresas pueden perder más con los aranceles que Amazon y Tesla. Tampoco es cierto, como algunos han sostenido, que los aranceles sean una respuesta al declive del capitalismo estadounidense. Antes de la toma de posesión de Trump, la economía estadounidense era relativamente sólida, caracterizada por un alto crecimiento de la productividad, una fuerte inversión y gasto en I+D, y enormes beneficios para sus multinacionales. Otros han sugerido que Trump quiere presionar a los Estados para que se unan a un «Acuerdo de Mar-a-Lago» global a tenor del cual el dólar se debilitaría para fortalecer la competitividad del sector industrial estadounidense. Pero ello también es inverosímil, ya que esta iniciativa desestabilizaría profundamente el sistema del dólar, que es uno de los pilares clave del poder global estadounidense, que Trump está empeñado en refortalecer.
Los aranceles de Trump parecen, a primera vista, representar una ruptura con el papel histórico del Estado estadounidense de supervisar el capitalismo global. Desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha perseguido tozudamente un único proyecto hegemónico: construir un «imperio informal» compuesto por Estados soberanos oficialmente independientes, unidos entre sí a través de flujos transfronterizos de comercio e inversión. Estados Unidos sentó los fundamentos del mismo mediante la creación del sistema de Bretton Woods, cuyos controles y salvaguardias permitían al resto de países cierta flexibilidad en la aplicación de sus correspondientes políticas fiscales y monetarias autónomas, al tiempo que proporcionaba un marco estable en el que proseguir la integración mediante la eliminación de los aranceles y, finalmente, de las barreras no arancelarias. En la década de 1970, Bretton Woods fue dejado de lado y sustituido por los flujos ininterrumpidos de comercio e inversión de la globalización neoliberal: un orden integrado unido por la libre circulación de capitales bajo el liderazgo estadounidense.
FUENTE DIARIO RED
19/04/25