Llevan 20 años poniendo en práctica todas las doctrinas de la guerra no convencional para derrocar a la revolución bolivariana. Desesperados, arremeten ahora con un bloqueo económico total. Esta nueva orden ejecutiva firmada por Trump busca afectar a todo el pueblo venezolano. Es un crimen de lesa humanidad.
Según el último informe de la Organización Mundial del Comercio, del total de las exportaciones petroleras de Venezuela, el 41% tiene como destino final los EEUU. En cuanto a las importaciones, el 38% proviene de allá. Son cifras del 2017.
El 38% de los bienes importados se desagrega de la siguiente manera: 18% en combustible, tanto bienes refinados, como insumos para la producción petrolera; 6% corresponde a maquinarias, repuestos y tecnología en general; 4% son productos químicos, léase medicamentos; 3% son alimentos; 2% son bienes para el sector transporte; la diferencia está repartida en otros rubros.
Afortunadamente, el petróleo es muy demandado en los mercados internacionales. Debemos preocuparnos y sobre todo ocuparnos en solucionar la dependencia del 18% en combustible e insumos para la producción petrolera, así como del 6% en tecnología.
En medio de las dificultades son muchas las oportunidades que se abren. Fortalezcamos aún más las relaciones comerciales y financieras con los países aliados; apostemos a la producción nacional pero no en manos de los grandes monopolios trasnacionales; apoyemos la producción comunal y estadal. Para ello es imprescindible, ahora más que nunca, controlar el uso de las divisas. Permitir que los grandes capitales, los que nos bloquean, se las lleven libremente, es por decir lo menos, una torpeza.
Atendamos el asunto del ataque a la moneda, que en orden de prioridades, causa más daños que el propio bloqueo económico. Fortalezcamos el bolívar, respaldémoslo en oro, deslindémoslo del dólar, aumentemos las reservas en oro, que al estar en las bóvedas del BCV no podrán ni robarlas, ni bloquearlas. Empeñémonos en la recuperación de la producción petrolera.
Los bloqueos no derrocan revoluciones, mucho menos si éstas cuentan con la mayor reserva de petróleo y oro del planeta, pero sobre todo cuando cuentan con un pueblo consciente y en unión cívico militar que, ni en la peor de las tormentas, desvía su rumbo.