Evo Morales, protagoniza un combate político-electoral en condiciones absolutamente adversas. Un escenario que de ningún modo es desconocido para él, salvo que el presente está enmarcado por la incertidumbre de unas elecciones que resultan de un golpe de Estado, aún vigente.
Resuelta la carga del fraude electoral que la OEA arma para viabilizar el golpe de Estado, el hecho real es una correlación de fuerzas que en términos representativos parece reproducir una situación similar a la de noviembre de 2019, ahora enmarcada por una guerra hibrida y con los factores del terrorismo al descubierto, sin polvo ni paja.
Los críticos de Evo, y los hubo de izquierda, ante el desenlace del golpe de Estado, presentaron su lista de errores, de desaciertos, y le endosaron la máxima responsabilidad con juicios lapidarios:
“No hizo lo que debía hacer, y es lógico que se venga abajo, cayó por su propio peso”.
Y hasta parecía, que la solidaridad y la defensa de la vida de Evo era una línea roja que no debía pasarse. Parecía, incluso que Evo, el Gran Jefe Indio de Chávez, debía ser castigado, y lo tenía merecido.
Ciertamente todo militante revolucionario no debe perder, en ningún caso su capacidad crítica. Y ese principio, exigía la condena inmediata, sin los peros de si hubiese hecho esto o aquello, del golpe de Estado contra un gobierno y un proceso político, ostensiblemente, democrático y pacífico.
En ese preciso instante, la capacidad crítica, y sobre todo la de izquierda, tenía el alcance de visualizar lo que se avecinaba: “Un coctel explosivo… medios de comunicación absolutamente alineados por la construcción mediática de Evo -terrorista, narcotraficante”…la validación del golpe de Estado por la OEA…una guerra hibrida… Y una guerra civil, en condiciones absolutamente desfavorables, que la ética de la responsabilidad de Evo Morales hizo, imposible, en esa coyuntura
También ciertamente, los nazis avanza cuando la solidaridad y la hermandad se resquebraja: la sólida condena al golpismo, la contundente denuncia de la represión militar-policial y la afirmativa movilización del pueblo boliviano, evidenciaron que los golpistas no son la fuerza representativa ni legítima de la sociedad boliviana.
Las elecciones de mayo en Bolivia, si se hacen, son el alcance de dos confrontaciones articuladas y decisivas: el cruce de espadas de los pueblos y de gobiernos latinoamericanos contra el neoliberalismo y el imperialismo; y la que resulta de las luchas de clases en el escenario boliviano.
En ese campo de fuerzas, Evo define y ejecuta sus estrategias en su condición de líder proscripto de su territorio y de perseguido político por el imperio; limitado a una conexión directa con las bolivianas y bolivianas que viven en Argentina:
Trump presionó su salida de México, dejando mal parado al gobierno de López Obrador; y presiona al presidente Alberto Fernández, para impedir que Evo participe directamente en los actos políticos y en la campaña electoral que involucra 98 mil votantes bolivianos residentes en Argentina, una fuerza estratégica de suficiente peso estratégico en el resultado de las elecciones de mayo, si se hacen.
Evo:
Ha recompuesto sus fuerzas propias y asegurado un significativo nivel de unidad del MAS.
Derrotó el fraudulento informe presentado por la OEA sobre las elecciones del 10 de noviembre de 2019 al punto que unifica aun conjunto de fuerzas regionales decisivas, para el fin de la dictadura de Almagro.
Está persuadido de que sí triunfa en Mayo, la prueba de ácido del golpe de Estado para nada es descartable.
Sabe qué estrategia imperialista lo confronta: la de legitimar un golpe de Estado vía “elecciones democráticas”.
Y sobre todo, sabe que las fuerzas neoliberales y neofascistas están imposibilitadas para estabilizar a una Bolivia democrática y pacífica
La apuesta de Evo. es sumamente arriesgada, una vez más lo acompañaremos, sin peros y sin perder nuestra capacidad crítica.