Henry Kissinger, uno de los principales capos del polo corporativo transnacional, gobierno global liberal usurpador, a partir de la crisis muy oportuna y adecuada a sus intereses, desatada por la impronta del COVID19, ofrece un plan para enfrentarla: potenciar los organismos multilaterales del gobierno mundial y en colaboración de corporaciones farmacéuticas y tecno científicas, liderar una campaña global contra las enfermedades infecciosas e iniciar en todos los países tutelados bajo el paraguas controlador(schutzhatf) de la ONU la vacunación obligatoria masiva global, pretexto ideal para salvaguardar el orden financiero mundial emitiendo dólares masivamente desde la FED y evitar a toda costa cualquier vestigio de soberanía, nacionalismo e independencia de las naciones, con la malsana finalidad de imponer la dictadura unipolar total plutocrática del globalismo.
Su plan no es otra cosa sino la obligada subordinación a la globalizada ley del valor del capital (hiperfiduciario y tecnológico): Mundialización del fetichismo de la mercancía mediante la cual la hegemonía del capital fiduciario desmaterializa por completo tanto la producción como la palabra (Samir Amin).
Dilema irresoluble de la plena circulación en todas las direcciones de bienes, mensajes y sujetos y el hecho de que el capital no puede tolerar límites a la libre circulación de la fuerza laboral, poder para el cual sólo hay ganancia en la disolución de nuestras identidades resistenciales (soberanías) mientras que los dueños del poder conservan las suyas incólumes (Grüsner)
Con esta doble pinza, basada en el esquema problema-reacción-solución (solución siempre “adecuada y oportuna”) para ellos, en la que participan, por un lado quintas y sextas columnas internas que, dada su incapacidad congénita de obtener espacios de poder intentan suprimir a los patriotas, para alcanzar su único ideal: tener amos y practicar su ideología: liberalismo, globalización, dominación de la oligarquía fiduciarista global, en contra del interés nacional y como instrumentos del poder externo, haciendo cumplir sus soluciones, maximizando sus ganancias para sí mismos y sus negocios (por vía de costo de oportunidad también) y por el otro, multilaterales, bancos, agencias de calificación, grandes grupos empresariales, rentistas y especuladores de todo tipo, que cual garfios de filibustero trabajan codo a codo, para ahogar y arruinar los Estados Nación soberanos.
Los Globalistas liberales impulsan la “sudanización del planeta” a objeto de cumplir uno de sus objetivos principales: desaparecer los espacios nacionales, diluir las fronteras destruyendo la dimensión interior, hacer que la economía quede reducida a mínimos núcleos (enclaves) tecnológicos conectados a lo externo (lo global) y no a lo endógeno de cada país. Apoyan la succión de recursos, licuación de activos hacia el exterior(centrífuga) hacia regiones donde se ubican sus centros financieros y ciudades globales diseñadas para tal fin, aplicando dos tecnologías letales: demolición social traducida en desintegración de: sistema de seguridad social, mercado formal del trabajo, sindicatos, derecho a la educación y salud pública y desestructuración de zonas interiores.
En nuestro caso este fenómeno es observable muy claramente con la ocupación del territorio nacional por bandas criminales, desplazamiento de campesinos, ocupación de zonas de grandes recursos por grupos irregulares y como corolario la mutilación del territorio nacional como intentan se consolide el despojo del Esequibo. De esta manera cumplen y ejecutan el saqueo corporativo y multilateral en cada rincón del globo terráqueo.
Confiscan y esquilman las riquezas de los países a partir de valorizaciones ficticias de recursos, bienes y capitales, más recientemente con dictámenes pseudo legales. En el caso venezolano ejemplos sobran: CITGO y la Corte de Delaware, Banco de Inglaterra -la pérfida Albión- y el robo de toneladas de oro, miles de millones en recursos financieros retenidos ilegalmente por el sistema bancario mundial, y más recientemente, la operación adelantada desde la Corporación Andina de Fomento (CAF) quien de manera ilegal e unilateral y con el eufemismo de actuar “independientemente del ente del gobierno, entidad pública, a cuya titularidad corresponda la propiedad de las acciones”, recompra las acciones de Venezuela, sin documento alguno de soporte ni necesidad de que medien otras formalidades, sólo la aprobación en Asamblea Extraordinaria de Accionistas.
Esta eufemística “adquisición forzada de las acciones del Estado venezolano”, auténtico saqueo de los activos de la República por vía de multilaterales, aprobado por un conjunto de países integrantes del Grupo de Lima, aliados de Juan Guaidó, tributa a una agenda aún clandestina, compartida con las quintas y sextas (Gorbachovistas y yelsinistas) columnas internas, que aprovechan las circunstancias de indefensión nacional para sacudirse “al socio paria” y sacar la sede de la institución en Caracas.
Frente a este panorama, debemos repensar la integración, las alianzas y la solidaridad. Constituir con otros estados nación soberanos, republicanos, integrar grandes espacios con intereses comunes subregionales y regionales como lo planteaba el Libertador. Otra geopolítica es necesaria contra el sistema corporativo transnacional global.(Duguin)
Los pueblos estamos obligados a unirnos como un puño contra elementos extraterritoriales y factores globalistas internos y externos. Urge contar con organizaciones regionales ágiles creadas con participación de todos los países que respeten la no injerencia en los asuntos internos de los otros y se unan en torno a las banderas y principios de la soberanía, independencia y autodeterminación actuando mancomunadamente, contra el enemigo: globalistas liberales. Divididos y separados cómo los dedos de la mano nos ahogarían estas corporaciones, pues seríamos presa fácil de ellas.
El Estado y la soberanía constituyen la base y el fundamento del Derecho Internacional que estos grupos globalistas “neutrales” de expertos sanitarios, financieros y jurídicos pretenden desplazar, así como sustituir la legitimidad popular que descansa en los pueblos por un orden global a su medida e intereses y una legitimidad plutocrática despótica: un neoimperio.
Reiteramos la perentoria necesidad de identificar y comprender al enemigo: todo aquel o aquello, sujeto político o no, que no potencie, apoye e impulse posiciones soberanistas debe ser considerado como tal.