La protección del samán
Los zulianos le decimos «lara» a este árbol tropical que todo el mundo ha visto porque en casi todas partes «se da». Lo he visto en el monte seco de El Mecocal y El Consejo de Ziruma, hacia el Guasare y por todo El Laberinto. Abunda en Encontrados, Casigua, Bobures, Zipayare, El Venado, El Guanábano, Sabaneta de Palmas y hasta en patios de Sinamaica.
En Perijà y todas las zonas ganaderas del país, dondequiera que haya un caño, alrededor de «ciénegos», jagüeyes y ríos, en la sabana también, las matas de Samán crecen frondosas como en Aragua, Carabobo y Yaracuy. Sus extendidas copas brindan protección al ganado atenuando con su sombra el inclemente sol, resistiendo rayos y aguaceros, además de brindar sus frutos forrajeros.
Los Samanes o «laras» se levantan lentamente pero viven mucho tiempo. A distancia se distinguen en los potreros y vegas por sus ramas casi horizontales y gruesas, como «protegiendo» al que se le acerque. Parecen extensos paraguas adornados con rosadas y abundantes flores filamentadas.
El Riecito siempre fue un «laral», la costa Apón y todo el Palmar, el muro del Santa Ana transcurre entre centenares de «laras» que protegen los cursos de agua que se encuentran por el camino. Es la naturaleza, mitigando la evaporación incesante, evitando con esta especie vegetal que los ríos se sequen.
Los Capitalistas y «chulos» extranjeros que codician las riquezas de nuestro país no tendrán compasión con nosotros, ni se la pediremos. Sus cómplices tampoco mitigarán su avaricia, menos aún si hay venezolanos que se prestan a ello.
Persistirán en el estrangulamiento económico del país de manera cruel, inclemente, sostenida y progresiva. Nos corresponde protegernos con la dignidad, orgullo y fuerza propia de los patriotas. Preservaremos nuestra soberanía, con la misma efectividad conque el Samán cumple su función protectora.
: ¿Depredadores o saqueadores?
En el mundo de los animales, un sistema de alimentación que encadena la dependencia de una especie al consumo de otra, garantiza la sobrevivencia y el equilibrio de las poblaciones de cada una. Para ello, sobre todo los animales carnívoros, una especie más fuerte desarrolla técnicas para la localización, ataque y consumo de presas débiles.
Así, los felinos utilizan la técnica de aislar a la víctima, seleccionar en lo posible espacios abiertos donde poder aprovechar la velocidad que les caracteriza; las babillas y caimanes, siendo de sangre fría, ahorran energías esperando quietos la llegada de sus víctimas, es decir, “se sientan a esperar” ; algunas arañas utilizan señuelos para atraer engañando a las hormigas y otros insectos; los monos pueden arrojar piedras y los cascabeles guardan silencio cuando van a atacar.
Al mismo tiempo, las presas preparan y organizan su defensa en grupos, como los venados, que multiplican con eso los ojos capaces de divisar un agresor; fingen su muerte, como las cucarachas; algunas fabrican escudos protectores como lo hacen los moluscos y las almejas; y otras llaman a sus congéneres con cantos o chillidos para que concurran a la defensa, prescindiendo del llamado falso de Tarzàn.
En esta carrera de armamentos ofensivos y defensivos, las presas han venido ganando la guerra y por eso la depredación natural no es la causa principal, ni mucho menos, de la extinción de miles de especies animales. La naturaleza es así y no hay manera de evitar que la información genética de cada especie los lleve a perseguir presas colocadas en un eslabón inferior, para garantizar su sobrevivencia.
Pero, sucede lo mismo con los humanos?. Es natural que la ambición imperial codicie las riquezas de otro país?. Es inevitable que la supremacía, racista, clasista y económica que se han atribuido amenace permanentemente la existencia de millones de congéneres?. No constituye un acto brutal la utilización de señuelos, noticias falsas, mamparas, falsos positivos, títeres y otros instrumentos para desafiar la inteligencia humana?.
No son depredadores naturales quienes nos amenazan. Los imperialistas no necesitan de nosotros para sobrevivir ni menos aún constituimos una amenaza para ellos. Son SAQUEADORES simplemente, “chulos” a la fuerza, que no consumen las presas que naturalmente los depredadores animales matan. Su voracidad es infinita, como infinita debe ser también nuestra capacidad para defendernos.
¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!