Apenas pasa un día sin que aparezcan titulares sobre amenazas en política de seguridad procedentes del extranjero: ataque de hackers desde Moscú, aviones de combate chinos en el espacio aéreo de Taiwán, lanchas rápidas iraníes en el Golfo Pérsico y pruebas de misiles de largo alcance en Corea del Norte. Se presta mucha atención a los intentos de influir de forma encubierta en las elecciones y los votos en Estados Unidos y Europa, sobre todo con Rusia como sospechoso principal. En comparación, apenas se presta atención a la influencia ejercida por EE.UU. -recordemos las supuestas armas biológicas de Saddam Hussein- o a la campaña del socio de la OTAN, la India, contra Pakistán.
También leemos y oímos comparativamente poco sobre las estrategias y conceptos con los que la OTAN quiere afrontar los retos de seguridad de nuestro tiempo. Un estudio encargado por el grupo La Izquierda en el Parlamento Europeo (The Left in the European Parliament) pretende cambiar esta situación: “Rhetoric and Reality of Disinformation in the European Union” (Desinformación en la Unión Europea, retórica y realidad) analiza los esfuerzos de la OTAN para convencer a la propia población de lo esencial que es la Alianza para su seguridad.
La OTAN no se fundó originalmente como un club de estados amantes de la libertad, sino como una alianza defensiva contra la Unión Soviética. Eso fue hace más de setenta años, y el hecho de que la OTAN siga existiendo no hay que darlo en absoluto por sentado. Con el colapso de la URSS y la disolución del Pacto de Varsovia, la Organización del Tratado del Atlántico Norte perdió a su oponente histórico. ¿Por qué no se disolvió simplemente la OTAN tras el fin de la Unión Soviética y del orden mundial bipolar? ¿Por qué fueron aceptados algunos países de Europa Central y Oriental y a otros no? ¿Cuál es la justificación de las nuevas hostilidades?
Una institución que ha crecido a lo largo de cuatro décadas (1949-1989/91), en cuya continuidad tienen un inmenso interés no solo los estados sino también la industria armamentística, puede movilizar enormes fuerzas de persistencia y supervivencia. Desde 1990, se puede observar cómo se buscan continuamente nuevas razones para mantener a la Alianza. Se trata, sobre todo, de nuevas amenazas a la seguridad interna de las sociedades occidentales, difundidas, no sin conllevar una fuerte opinión, por parte de los medios de comunicación locales. No se discute sobre posibles alternativas, como un desarme coherente y una cooperación en seguridad. Para nada.
Siempre en busca de nuevos dominios de defensa
En los últimos treinta años la OTAN y sus partidarios han ido ampliando el concepto de seguridad y extendiendo la razón de ser de la Alianza más allá de la defensa militar de los países miembros. El concepto de seguridad para los socios de la OTAN abarca ahora la protección frente a toda una serie de nuevas amenazas, entre las que destacan: el terror islamista internacional, la posible proliferación de armas biológicas, químicas y nucleares de destrucción masiva, y los nuevos tipos de conflicto a raíz de la crisis climática. Además, también se abordan las amenazas a la seguridad interna, que pueden provenir de movimientos de protesta locales o transnacionales conectados entre sí, o estar influenciados e instrumentalizados desde el exterior, especialmente por Rusia y China.
Las amenazas más actuales a la seguridad de los socios de la OTAN se califican de «híbridas». La guerra híbrida incluye el uso de tropas y armas convencionales, pero también tácticas de guerrilla por parte de agresores encubiertos y no reconocibles como soldados. También incluye campañas de desinformación y propaganda, así como ciberataques. Por eso la OTAN ha declarado el ciberespacio como su propio dominio de defensa, junto con el aire, la tierra, el mar y el espacio exterior. La creciente importancia del ciberespacio y de los posibles ataques en él se ve subrayada por la decisión de la Alianza en junio de 2016 de declarar el ciberespacio como terreno de intervención. De este modo, una serie de ciberataques puede desencadenar la activación de la Alianza en virtud del artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte. A la cabeza de la lista de estados que, según las estimaciones actuales de los expertos de la OTAN, amenazan la seguridad de los miembros del Tratado del Atlántico Norte están Rusia y China.
Think tanks de la OTAN
Los esfuerzos realizados con éxito para volver a definir el concepto de seguridad no son de naturaleza puramente semántica. Como consecuencia, la OTAN pasó de ser una alianza focalizada en la defensa del territorio de sus miembros contra un agresor externo (entonces la Unión Soviética) a una alianza militar internacional que muestra una creciente disposición a intervenir en cualquier parte del mundo.
Para justificar este catálogo de misiones ampliado y diversificado, la OTAN ha creado una red de los denominados Centros de Excelencia (Centres of Excellence, CoE), que en la actualidad cuenta con 26 instituciones y está previsto que siga creciendo. Estos centros de excelencia son think tanks militares. Su objetivo es impulsar la transformación de la Alianza, entre otras cosas, desarrollando nuevos conceptos y doctrinas estratégicas. Además, deben mejorar las capacidades de cooperación de las distintas fuerzas armadas -aéreas, terrestres y marítimas- y formar y desarrollar al personal de mando y a los especialistas. Actualmente están establecidos en 19 de los 29 países miembros de la OTAN, principalmente en Europa. La mayoría de estos think tanks se encuentran en Europa Central y del Este, especialmente en los países bálticos; solo hay un CoE en Estados Unidos. Los think tanks abarcan un amplio campo de temas, incluyendo las operaciones cívico-militares, la ciberdefensa, la medicina de defensa, la seguridad energética, la defensa contra el terrorismo y las operaciones a bajas temperaturas.
En 2005, el primero de estos Centros de Excelencia de la OTAN, el Centro Conjunto de Competencia Energética (Joint Power Competence Centre, JAPCC), inició su labor en Kalkar (Renania del Norte-Westfalia, Alemania). Actualmente hay tres think tanks de la OTAN en Alemania, pero esta última también participa en otros quince centros en cuanto a personal y financiación. En 2020 se gastaron 996.702 euros en ayudas financieras. El JAPCC presume de no estar limitado en su trabajo por «la obligación del consenso o la conveniencia política». Por lo tanto, puede contribuir de forma significativa a dotar a las fuerzas de la OTAN de una gran fuerza e influencia en el aire y el espacio.
Los think tanks militares están fuera de la estructura de mando de la OTAN. Su actividad y orientación no requieren un consenso en el seno de la Alianza, lo que facilita enormemente su trabajo y, sobre todo, las oportunidades de cooperación con actores externos de la empresa, la ciencia y la política. Los países que participan financieramente y en términos de personal deciden conjuntamente la orientación de los contenidos del CdE. Así pues, los centros de excelencia permiten, por un lado, el intercambio dentro de la Alianza sobre cuestiones militares, pero también por otro la vinculación de los miembros no pertenecientes a la OTAN, las organizaciones internacionales y las instituciones europeas, como la Agencia de Defensa de la UE.
Además, esta red de think tanks de la OTAN constituye una infraestructura para influir en la opinión pública y en los procesos de toma de decisiones políticas en Europa. Refuerzan y reiteran las prioridades estratégicas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, promoviendo así también los intereses de Estados Unidos. Y por último, pero no por ello menos importante, disparan el gasto militar.
Juegos de ciberguerra en la agenda
Otros dos CoE en los que participa Alemania están situados en los Estados bálticos. El Centro de Excelencia de Ciberdefensa Cooperativa (CCDCOE) en Tallin, Estonia, y el Centro de Excelencia de Comunicaciones Estratégicas (StratCom COE) en Riga, Letonia. El CCDCOE es uno de los centros de excelencia más antiguos de la red y cuenta con el mayor número de países participantes: Además de los 25 países miembros de la OTAN, Austria, Finlandia, Suecia y Suiza también patrocinan el think tank.
La tarea principal de la organización es coordinar el intercambio de información de los servicios secretos que conciernen al ciberespacio. Uno de los principales programas del think tank es el llamado Manual de Tallin, que por primera vez elaboró las directrices de la OTAN para una guerra en el ciberespacio. Un grupo de juristas internacionales recopiló 95 normas para guiar a los Estados en caso de ciberguerra.
Hasta la fecha, no ha habido ningún conflicto armado internacional que haya tenido lugar exclusiva o predominantemente en el ciberespacio. No obstante, las operaciones en el ciberespacio pueden considerarse conflictos armados según la nueva doctrina de seguridad. Una de las normas establece que ciertas operaciones en el ciberespacio dirigidas contra civiles también pueden ser legítimas. Por ejemplo, el envío de propaganda se clasifica como agresión, lo que permite atacar a personas civiles. El uso de engaños e información falsa también se permite para la defensa. Parece que se ha pensado que solo más propaganda ayuda contra la propaganda.
Otro de los objetivos en las actividades del CCDCOE es la educación y la formación del personal militar y civil de la OTAN y sus miembros. Para ello, el centro de excelencia organiza conferencias y los llamados ejercicios cibernéticos, juegos de guerra en el ciberespacio. Estos encuentros reúnen a personal de alto rango de la OTAN, miembros del gobierno, servicios policiales, militares, académicos, directivos de empresas y, en parte incluso periodistas. «Locked Shields» es uno de los mayores entrenamientos militares del mundo en el ciberespacio. El ejercicio se celebra anualmente en Tallin desde 2010 con entre 1.000 y 1.500 participantes. El escenario de la maniobra de 2021 implicaba que Crimsonia atacara el sector financiero de Berylia, así como sus redes de comunicación móvil y el suministro de agua. El escenario -una mezcla de ciberataques y desinformación- se inspiró en los supuestos intentos de Rusia y China de abusar de la crisis del Covid-19 para aprovechar las debilidades de los países de la OTAN.
El CCDCOE intenta llegar al público civil con informes periódicos sobre los riesgos potenciales del uso de Internet y los ataques de hackers. Por ejemplo, en octubre de 2020, el director del Centro de Excelencia, Jaak Tarien, expresó los peligros del teletrabajo en tiempos de pandemia. El gran volumen de trabajo desde los ordenadores de casa durante la crisis del Covid 19 había atraído a espías, ladrones y bandidos, dijo. Unas medidas de defensa adecuadas requieren una mayor inversión en recursos y nuevos enfoques de defensa. Además, está convencido de que el público no es consciente del alcance de las actividades maliciosas en el ciberespacio.
Este tipo de relaciones públicas alimenta la narrativa de un mundo lleno de peligros, en el que los malos acechan por todas partes, especialmente en Internet, y a menudo vinculados a Rusia. Sin embargo, son precisamente la OTAN y el propio CCDCOE los que están contribuyendo a convertir Internet en un ámbito de operaciones militares ofensivas. Ya a finales de 2017, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, afirmó que la Alianza debe explorar también las posibilidades ofensivas de la tecnología digital.
Uso militar de las redes sociales
Fundado en 2014, el think tank letón StratCom es a su vez un componente del programa intensivo de guerra híbrida de la OTAN. Este centro de excelencia se dirige a la comunicación estratégica y la coordinación de las relaciones diplomáticas y el trabajo en las relaciones públicas, así como en las operaciones a nivel psicológico y de información. En otras palabras, (contra)propaganda.
También en este caso, las áreas de responsabilidad se dividen en investigación y formación continua. Los primeros proyectos incluían un análisis de la «campaña de información de Rusia contra Ucrania» y la preparación de un informe de expertos sobre la cuestión de cómo podrían utilizarse militarmente las redes sociales. La base del trabajo del think tank fue un informe interno crítico de la OTAN titulado «We have met the enemy, and he is us» (Hemos encontrado al enemigo, y es nosotros), que analizaba el papel de la comunicación en el fracaso de la misión en Afganistán. Una de las conclusiones del informe era que la labor en las relaciones públicas clásicas debía fusionarse con la difusión de información falsa.
Con una revista semestral -Comunicaciones Estratégicas de Defensa (DSC)- el think tank también buscar tener efecto en los círculos civiles y académicos y en el público en general. Los artículos que se publican en ella dan una idea de la orientación del trabajo del think tank. Por ejemplo, se considera abiertamente el uso activo de la desinformación, así como el uso de las redes sociales para difundir narrativas simples y fácilmente reproducibles para ganar los «corazones y mentes» de la población en general. Además, los autores de DSC recomiendan el uso de perfiles falsos y, en general, tácticas de comunicación más agresivas, así como una guerra más amplia a través del troleo en foros y redes sociales en internet. Según el DSC, los generales de la OTAN también deberían ser mucho más activos en el espacio digital.
El sector privado y Hollywood
Fuera de la red de CoE, los think tanks cofinanciados por la OTAN también operan en Europa en interés de la alianza militar, como el think tank GLOBSEC, fundado en Bratislava (Eslovaquia) en 2005. GLOBSEC se dirige especialmente a la sociedad civil y a los actores políticos de Europa Central y Oriental, pero al mismo tiempo actúa como organización de presión en Bruselas para influir en la política exterior y de seguridad de la UE. Además de la OTAN, el trabajo de GLOBSEC está financiado por la Comisión Europea, el think tank National Endowment for Democracy de Washington y numerosas empresas. Una preocupación especial del think tank eslovaco es la profundización de la cooperación de la Unión Europea con la OTAN. En los encuentros regulares con representantes de ambas instituciones se discute el fortalecimiento de la resiliencia, la agenda híbrida y la ciberseguridad de la alianza militar.
En apoyo de la llamada Iniciativa OTAN 2030, GLOBSEC 2020/2021 ha organizado seis eventos para el intercambio intensivo entre la OTAN y las empresas. Entre otras cosas, esta iniciativa de la OTAN hace un llamamiento a la sociedad civil, especialmente a los jóvenes y al sector privado, para que contribuyan a reforzar la Alianza. Entre los temas tratados se encuentran el futuro de la guerra, el papel del sector privado en la OTAN y las llamadas innovaciones de defensa sostenible. El objetivo declarado de esta serie de eventos era estrechar la cooperación entre la OTAN y los actores del sector privado para compensar la desventaja estratégica frente a Rusia y China, porque en estos dos países no hay distancia entre el Estado la economía, por lo que esta última puede movilizarse rápida y fácilmente en beneficio del primero.
Una de las cuestiones centrales debatidas por los participantes giró en torno a cómo podría contribuir el sector privado a utilizar el espacio de la información como arma. Se destacó la utilidad potencial de las pequeñas y medianas empresas y de las organizaciones de la sociedad civil. Sin embargo, un requisito previo era que la OTAN suavizara su normativa sobre subvenciones. Además, el StatCom entró en juego en Riga como facilitador de una mayor cooperación entre el sector privado y la OTAN. De este modo, StratCom podría mejorar la interacción con los ciudadanos.
Además, los participantes también concluyeron que era necesario invertir más en el control de la potestad interpretativa de las relaciones de poder internacionales. Para ello hay que hacer más eficaces los métodos de difusión de la narrativa de la OTAN. En este sentido, la producción de contribuciones no ficticias para los medios de comunicación debe complementarse con otras de ficción, como películas, libros y videojuegos. En el futuro, la OTAN también debería desempeñar un papel en las películas populares de Hollywood y en las series de plataformas de contenidos comerciales como Netflix. Para mejorar la imagen, es imprescindible ampliar el alcance en la industria cultural, especialmente en los países miembros. Esta es la única manera de comunicar directamente la importancia de la OTAN.
El miedo a los enemigos externos
Por un sentido de autopreservación, la OTAN orquesta un escenario de amenaza externa y agita el miedo al enemigo del este. Durante la campaña electoral de 2021 para el Bundestag no era raro que se afirmara por parte de no poca gente que La Izquierda (Die Linke) no era elegible para ellos. Ante una Rusia agresiva, la OTAN es más importante que nunca. Amplios círculos de la sociedad también aceptan la lógica relacionada con el aumento constante del gasto en el ejército y el armamento, aunque se quejan igualmente de las escuelas en mal estado, un sistema de salud pública infradotado, carreteras y puentes en mal estado, y la lenta digitalización. En la era de la austeridad, la narrativa de la OTAN tiene un impacto muy concreto en la vida cotidiana de la población. La supuesta urgencia de reforzar el ejército mediante un rearme constante para la seguridad exterior nubla nuestra visión de conjunto: las soluciones alternativas a los conflictos y problemas globales son desechados y se les quita importancia.
En cambio, cada vez se militarizan más ámbitos de la vida. La nueva doctrina de la OTAN conduce a una espiral de armamento y redistribución de fondos públicos. La tarea de la izquierda social, así como de La Izquierda, debe ser contrarrestar este desarrollo con una lógica de desarme y cooperación internacional para superar la catástrofe climática global y fortalecer la cohesión social. La cooperación internacional debe incluir también a los países que no son miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, en lugar de seguir presentándolos como enemigos. La cuestión de si la OTAN como organización internacional independiente sigue realmente vigente no debe quedar fuera de este discurso.