Retomamos nuevamente CARABOBO, cuando estamos muy cerca de la fecha cumbre de este AÑO BICENTENARIO. Cubrimos en unos artículos cortos, NOTAS BICENTENARIAS, los acontecimientos más resaltantes que antecedieron a la campaña y Batalla de Carabobo, desde inicios de 1819 hasta la firma del Armisticio y Tratado de Regularización de la guerra, firmado en Trujillo, en noviembre de 1820.
Hablar de Carabobo y de toda la gesta libertaria que se libró en la América meridional, es hablar de Bolívar, Libertador de nuestra amada patria y de otras cinco naciones latinoamericanas: Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Panamá. Fueron seis y no cinco porque los territorios liberados abarcan hoy en la actual división geográfica seis naciones que antes formaban parte de los virreinatos de Santa Fe y Perú, donde estaban incluidas la actual Panamá que formaba parte de la Nueva Granada y Bolivia, hija predilecta del Libertador, que fue creada por Él.
Dijimos en una de nuestras primeras Notas Bicentenarias: “En la visión estratégica del Libertador, primero debió ser Carabobo antes que Vargas y Boyacá. Las circunstancias históricas y la visión estrecha de algunos de los jefes patriotas determinaron que no fuese así. (…) Ayer, como hoy, “algunos distraídos en mirar el árbol, no veían el bosque”. Bolívar como visionario y estratega, jamás perdió de vista el bosque”.
Las contradicciones entre los jefes patriotas fue una constante desde 1810 hasta la lamentable y prematura muerte del libertador en 1830. La expresión de esas contradicciones, tempranamente se observaron en el seno de la Sociedad Patriótica en la víspera de la firma del Acta de Independencia, el 4 de julio de 1811, que llevo a exclamar a Bolívar: “¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve, si estamos resueltos a ser libres? (…) Trescientos años de calma ¿No bastan?”.
Esos desencuentros se produjeron en distintos espacios y momentos, donde la autoridad y liderazgo del Libertador fue cuestionada por algunos. Estuvieron presentes en circunstancias adversas como en junio de 1813, cuando se dictó el Decreto de Guerra a Muerte, como en momentos favorables cuando se firmó el Armisticio y el Tratado de Regularización de la Guerra, en noviembre de 1820.
Privó mucho en esas diferencias y contradicciones, lo mucho que en las decisiones y posturas de los hombres que llegan a tener posiciones de liderazgos, influye ese “yo” interno de cada quien, que los lleva a privilegiar lo personal y/o intereses grupales por encima de lo colectivo. Muy acertadamente retrata esta verdad el poeta Gustavo Pereira en la introducción de su libro, “Simón Bolívar, escritos anticolonialistas”, donde expresa: “La historia, al menos la que conocemos, no es un compendio espiritual, poco se ocupa de móviles, ambiciones o sentimientos y menos traduce los sentimientos del alma. Pero qué duda cabe de que detrás de éstos es posible hallar cauces ciertos para la comprensión del mundo de los hombres”
Se llega a Carabobo luego de ser superadas por el ejército patriota y, en lo particular por su jefe máximo, Simón Bolívar, no pocas vicisitudes y dificultades.. El Manifiesto de Cartagena dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada, el 15 de diciembre de 1812, da cuenta de las causas fundamentales que condujeron a la pérdida de la Primera República. El Libertador atribuye en ese magistral escrito, la adopción del sistema federal de gobierno como la principal causa: “El más consecuente error que cometió Venezuela, al presentarse en el teatro político fue, sin contradicción, la fatal adopción que hizo del sistema tolerante, sistema improbado como débil e ineficaz”. Más adelante puntualiza: “De aquí nació la impunidad de los delitos de Estado cometidos descaradamente por los descontentos”. Para sentenciar más adelante: “Al abrigo de esta piadosa doctrina, a cada conspiración sucedía un perdón y a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar”
En 1813, luego de recibir el apoyo de las fuerzas patriotas neogranadinas, Bolívar inicia la victoriosa Campaña Admirable que culmina con su entrada triunfal en Caracas el 6 de agosto de 1813, la cual es tomada por los historiadores como inicio de la Segunda República. Es allí, en su amada Caracas donde se ratifica la decisión, ya tomada, en Mérida, de nombrarlo Libertador y General en Jefe del Ejército Republicano. Entiende ya el Libertador que la guerra desarrollada hasta entonces, tenía más de guerra social que de guerra entre dos naciones.
La aparición de Boves, como jefe realista, capitalizó el descontento que existía en las clases pobres de entonces, que no sentían que esa lucha de independencia fuese a favorecerlos en algo. lo sintetiza y resalta el Poeta Gustavo Pereira en la obra ya citada: “Mal podían compartir siervos y esclavos la misma causa de sus amos y señores”. No era posible en esas circunstancias una real “conciencia de patria”, sin la cual cualquier revolución anticolonial estaba condenada al fracaso. No es de extrañar, entonces, la efímera duración de la Segunda República, la cual feneció en los meses finales de 1814.
Desde la pérdida de la Primera República, en 1812, hasta la firma del Armisticio y Tratado de Regularización de la Guerra, en 1820, lo que se desarrolló en Venezuela fue una guerra cruel y sangrienta, donde no pocas veces los venezolanos enlistados en el ejército realista, observaban impávidos e impotentes como ancianos, mujeres y niños de su propia patria, eran asesinados y violadas las mujeres. El Decreto de Guerra a Muerte dictado por Bolívar el 14 de junio de 1813, fue una natural y lógica respuesta a la carnicería de los jefes realistas.. Lo plasma el historiador Arístides Rojas: “Con cinco de ellos, con Ceballos, Antoñanzas, Monteverde, Suazola y Boves comienza la carnicería desde 1812”.
Desde la Pérdida de la Segunda República hasta la proclamación de la Tercera en 1817 en Angostura, se suceden diversos acontecimientos militares y políticos que van perfilando una recuperación cierta de las filas patriotas y la aparición y consolidación de caudillos militares en los Llanos, Guayana y Estados Orientales. José Antonio Paéz, Carlos Manuel Piar, y los orientales Santiago Mariño, José Francisco Bermúdez y otros, entre quienes estaba Antonio José de Sucre, bordeando los 20 años para ese entonces.
Ya, como dijimos, Bolívar emprende la Campaña de la Nueva Granada por la falta de cohesión de las fuerzas patriotas en Venezuela y la ausencia de Unidad de Mando alrededor de su persona, como Jefe Supremo. Era el año 1819, que se inicia con el Congreso de Angostura, donde Pronuncia Bolívar su más grande proclama política: El Manifiesto de Angostura, que lo catapulta como el más grande visionario y estratega militar y político, que haya parido la América toda.
Vino luego una de las proezas históricas más grandes que haya presenciado la humanidad, El Paso de los Andes, que al descender por el páramo de Pisba, sorprende a las fuerzas realistas neogranadinas, infringiéndoles sendas derrotas en Vargas y Boyacá, y sellando así la Libertad de la Nueva Granada. Vuelve con ello la moral y la confianza a las fuerzas patriotas, se consolida la figura de Bolívar como Jefe Político y Militar y se inicia el descalabro de las fuerzas realistas que culmina con el golpe mortal al imperio español en Ayacucho, donde brilla la joven figura del Gran Mariscal: ANTONIO JOSÉ DE SUCRE. Tenía Sucre 29 años, el 9 de diciembre de 1824, cuando triunfó en Ayacucho, lográndose la Libertad de la Gran Colombia.
CARABOBO, fue, pues, mucho más que esos 48 minutos que duró la batalla en esa hondonada del centro de Venezuela, entre Tinaquillo y Valencia. CARABOBO resume, la heroicidad de nuestro gentilicio, llaneros, orientales, centrales y occidentales, pero sobre todo, en mi opinión, la constancia, al sobreponerse a tantas dificultades y nunca desmayar, y la visión y estrategia política, y genio militar del más grande hombre de América: SIMÓN JOSE ANTONIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD BOLÍVAR PONTE Y PALACIOS.BLANCO, su nombre de bautismo el 30 de julio de 1783, en la catedral de Caracas