La Dictadura de Gómez y la Lucha Clandestina de los Trabajadores
A pesar de los 27 años de represión de la dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935), los trabajadores logran crear sus primeras organizaciones de clase y realizar movimientos huelguísticos significativos para la época. Con el surgimiento del proletariado petrolero se produjo un salto cualitativo en la estructura de la clase obrera.
En 1909 se fundó una de las primeras organizaciones de trabajadores de la historia de Venezuela, denominada Asociación de Obreros y Artesanos del Distrito Federal, que editaba el periódico «Unión Obrera» (34). Los trabajadores del Gremio de Tipógrafos, cuyos estatutos fueron aprobados en 1909, se convirtieron en uno de los sectores de vanguardia en la promoción de las nuevas organizaciones sindicales.
En relación a los movimientos huelguísticos, existen antecedentes acerca de un paro realizado por los trabajadores del puerto de La Guaira en 1908. Uno de las primeras huelgas de carácter nacional fue la de los telegrafistas en marzo de 1914. El movimiento se originó a raíz de una rebaja de salarios acordada por laDirección General de Telégrafo. Los telegrafistas de Caracas comenzaron el movimiento de protesta, logrando el respaldo de sus compañeros de Oriente, Valencia, Trujillo, Maracaibo y otras ciudades. Dirigieron el siguiente telegrama al Director General:
«Recibimos su circular, que en nada atenúa la irrevocable resolución de los telegrafistas de Oriente y el resto de Venezuela, por estar ya gastadas las frases de ofrecimiento en que está concebida. Esperamos aumento de sueldo y mejor trato o reemplazo inmediato» (35).
Los trabajadores llegaron a plantear la renuncia a sus cargos si no se aceptaban sus peticiones. En el Archivo de Miraflores, que contiene numerosos documentos sobre esta huelga, existe una comunicación dirigida al Director General de Telégrafo en la que los dirigentes del movimiento señalan:
«Anoche recibimos su circular donde nos transcribe una Resolución del Ministerio de Fomento, fechada el 28 de febrero de 1914; por ella vemos que se nos aumentan 10 bolívares quincenales, pero como dicho aumento aparece prescrito en Ley Presupuesto 1913 a 1914, y es el 2 de Marzo cuando se nos aumenta y participa; llenos de indignación y con el decoro que le es peculiar a todo venezolano que se dé una alta idea de sí mismo, protestamos enérgicamente y nos adherimos a nuestros compañeros de la República para renunciar a los cargos que desempeñamos, si no se nos aumenta el sueldo» (36)
El movimiento huelguístico, coordinado a escala nacional, exigió la destitución del Director General de Telégrafos. Sus miembros ya habían tomado conciencia de sus fuerzas, reflejada en la nota del 5 de marzo de 1914 difundida a todos los huelguistas: «El Gremio de Telegrafistas debe darse una clara idea de la fuerza potencial que tiene, desde luego que es el eje sobre el cual descansa el gobierno y Venezuela comercial; por cuyo motivo, no debe ni pensar siquiera, torcer el rumbo de este paso trascendental que ha dado, paso que marcará en el correr del tiempo la ruta que nos conducirá a la cima de nuestras justas aspiraciones» (37).
Al ordenar el gobierno de Gómez la prisión de los dirigentes, hubo manifestaciones generales de solidaridad de sus compañeros:
«Pedimos se suspenda la orden de prisión contra los jefes de Estaciones de esta ciudad y de Carúpano, o si no que se ordene también nuestra prisión, pues somos solidarios de nuestros compañeros» (38).
No existen en el Archivo de Miraflores «documentos que relaten el final de la jornada, pero a deducir por uno de los últimos telegramas, los telegrafistas lograron la modificación del Presupuesto que originó la protesta» (39).
Los tranviarios de Caracas, los telefónicos y los trabajadores del Gran Ferrocarril de Venezuela y del FF.CC. Caracas-La Guaira se organizaron hacia 1919. Con el fin de evitar las medidas punitivas del gobierno de Gómez, los panaderos, carpinteros, zapateros, albañiles y otros gremios se organizaron en «Sociedades de Socorros y Mutuo Auxilio» que llevaban nombres de santos, como «Sociedad de la Virgen del Carmen» y «Divino Redentor». Un viejo dirigente obrero manifestó en una entrevista: «a la entrada de la sede del Gremio de tranviarios había una Virgen del Carmen. Todos los obreros al entrar se arrodillaban y se persignaban.
Pasaban a la Asamblea y luego uno veía como aquel obrero que se había arrodillado muy humilde ante la Virgen intervenía combativamente en relación a sus reivindicaciones. Era la gente más agresiva y combativa que yo he visto en muchos años» (40).
Esta cobertura táctica facilitó el trabajo clandestino durante la tiranía gomecista. Los contactos inter-gremiales permitieron crear la primera central obrera venezolana. En 1919 “se organizó la Confederación General Obrera’ sobre la base de las corporaciones obreras de los tranviarios de Caracas, del Gran Ferrocarril de Venezuela, del Ferrocarril Caracas-La Guaira, de la Electric Light Co., y de Teléfonos de Caracas. La Confederación editó el periódico ‘El Obrero’, de muy corta duración» (41). Aunque este embrión de central obrera fue reiteradamente reprimido, su actividad permitió centralizar los conflictos y organizar movimientos de solidaridad, ejerciendo una influencia decisiva en el desarrollo de la conciencia de unidad de la clase obrera venezolana.
La dictadura de Gómez procuró contrarrestar esta influencia creando una «Federación de Trabajadores», integrada por algunos elementos incondicionales. Este intento de estatización sindical, es decir, de crear un organismo sindical subordinado al Estado, no tuvo éxito. En 1928, Gómez trató de frenar las luchas obreras dictando una Ley del Trabajo que fijaba la jornada de 9 horas de trabajo.
1919 fue un año de significativos movimientos huelguísticos, que se atrevieron a enfrentar abiertamente a la dictadura. Los gráficos se lanzaron al combate exigiendo mejores salarios. «Los topógrafos – dice Jesús Prieto Soto – le cogen calor a la lucha…El presidente fundador del gremio, Leopoldo Mattey Coronado, inició gestiones ante las autoridades de la gobernación del Distrito Federal: haciendo uso de un vocabulario enciclopedista fue acusado de subversivo y quedó recluido en La Rotunda hasta su muerte. Luis Germán Ferrer, vice-presidente del gremio, más cauto que Coronado, agotó medios persuasivos hasta que finalmente declaró una huelga a mediados de enero, la cual dio como resultado la firma de la llamada tarifa 20” (42).
En 1919 hubo «una huelga en las minas de cobre de Aroa, que concluyó con un aumento de salarios de 15 céntimos y medio diario» (43). Los zapateros de la Casa Boccardo lograron un triunfo en la huelga que realizaron en ese año por aumento de salarios. Los tranviarios también declararon una huelga «por salarios-hora y algunas otras condiciones de trabajo, teniendo que pelear en la calle contra la policía y contra los esquiroles» (44). Este enfrentamiento de los huelguistas contra las fuerzas represivas de la dictadura de Gómez demuestra que los tranviarios fueron uno de los gremios más combativos de aquella época.
Estas huelgas de las primeras organizaciones sindicales venezolanas fueron impulsadas por una vanguardia obrera cuya ideología no se ha podido todavía esclarecer a través de la documentación existente.
Mientras en otros países de América Latina las luchas sociales de principios de siglos fueron orientadas por la socialdemocracia y, fundamentalmente, por el movimiento anarquista, en Venezuela no se ha podido comprobar el grado de influencia de estas tendencias ideológicas.
Sin embargo, algunos indicios permiten adelantar, como hipótesis de trabajo, una cierta influencia del anarquismo en los primeros organismos sindicales venezolanos. Pérez Salinas anota que a raíz de la represión de las huelgas españolas de 1917, llegó a Venezuela un sector de trabajadores anarquistas:
«Huyendo de la represión desatada llegaron a la zona del Caribe grupos de anarco-sindicalistas y de socialistas españoles…Los que llegaron a Venezuela se dedicaron al trabajo, pero también a la siembra de la simiente, a la propagación de la idea sindical, de acuerdo a sus correspondientes filosofías, predominando la del anarco-sindicalismo» ‘(45).
Un profundo conocedor de la historia del movimiento obrero, Rodolfo Quintero, ha entregado, asimismo valiosos antecedentes para el esclarecimiento de la ideología proletaria de las primeras décadas del presente siglo:
«Los rasgos anarquistas del Período inicial, apreciables en formulaciones, objetivos y tácticas de la época es la primera de las cuestiones. El predominio del taller artesanal y la pequeña manufactura, las prédicas y gestiones de anarcosindicalistas europeas, españoles e italianos principalmente» que vinieron a trabajar en las construcciones iniciales durante el gobierno de Gómez. «Entre éstos – continúa Quintero – vinieron militantes de organizaciones anarquistas, particularmente de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT española) fundada en 1910. En más de una ocasión me reuní con algunos de estos anarcosindicalistas y las publicaciones que denominamos ‘Lecciones Obreras’ redactadas por mi y difundidas en Caracas el año 1930 reflejan un estado de confusión ideológica y los efectos de los planteamientos hechos por aquellos equivocados pero respetables compañeros anarcosindicalistas. Los gremios de panaderos, tranviarios y otros organismos denominados de «Mutuo auxilio» fueron seriamente penetrados por las ideas de Proudhon y
Bakunin» (46). En este artículo, Quintero sostiene que en el sindicato petrolero clandestino (SAMOP) en 1931 «predominaban tendencias anarquistas».
En una entrevista hecha por el periódico Compañero a un viejo dirigente sindical venezolano también se aportan otros antecedentes de la influencia anarquista: «En este país no habían mano de obra calificada y ya en este siglo, cuando Juan Vicente Gómez se fue a Maracay y empezó a hacer construcciones empezó a venirse una gran cantidad de obreros italianos y españoles, en una época que abunda en el anarquismo. Con esta gente que contrató Gómez se vino una gran cantidad de anarquistas, quienes sembraron aquí la idea de la lucha obrera… Yo recuerdo, ya para los años 27 y 28, época de las luchas estudiantiles, que todavía existían muchos anarcosindicalistas. Ellos, subestimaban el partido político y le daban fundamentalmente importancia al sindicato. Consideraban que el sindicato era la fuerza definitiva para la transformación de la sociedad y que la revolución tenía que fundamentarse en una huelga general que desquiciaría la actual sociedad y que necesariamente convertiría a la clase obrera en el elemento determinante de la dinámica social. Ellos predicaban esto e impulsaron organizaciones de las más antiguas, como la de zapateros, albañiles y algunos grupos gráficos que nacieron bajo el signo anarcosindicalista. Recuerdo que existía un compañero que se llamaba Antón, que era zapatero, que se reunía clandestinamente con quienes estábamos ligados al movimiento obrero. Con él aprendimos las primeras nociones de lo que era un sindicato y de cuál era la finalidad del sindicato. Los anarcosindicalistas fueron los que enseñaron a los intelectuales las primeras cosas referentes a los sindicatos» (47).
Los anarquistas también contribuyeron a la organización de las primeras organizaciones del proletariado petrolero. Un viejo obrero de este Gremio, Raúl Henríquez Estrella, recordaba en un artículo haber recibido orientación anarquista: En 1930, «mis actividades políticas y sindicales se desarrollaron más o menos así: el español José Fernández, tornero en el Táller Mecánico, marxista-anarco sindical en España, me conquistó con sus ideas clasistas» (48).
La influencia anarquista se hizo manifiesta hasta 1936. Rodolfo Quintero sostiene que, además de los petroleros, ese año «otros sectores de trabajadores se organizan igualmente en sindicatos, impresionados sus dirigentes por el nombre manejado con anterioridad en los cursillos y las reuniones semi-clandestinas donde participaban anarcosindicalistas españoles» (49).
Nuevas fuentes documentales podrían ampliar el significado del papel jugado por el movimiento anarquista en Venezuela. Si bien es cierto que la estrategia de los anarquistas no era la más adecuada para el derrocamiento del Estado burgués, no se puede minimizar su influencia en la generación de la conciencia de clase antipatronal y anticapitalista.
Las repercusiones de la Revolución Rusa de 1917 en los sectores de vanguardia de los trabajadores venezolanos no han sido aun debidamente valorizadas. Federico Brito Figueroa aporta importantes datos para la investigación de este problema esencial. «En 1918 comienza a circular en Caracas el periódico ‘El Obrero’, cuyo editor responsable es un señor de apellido Armas; pero el verdadero redactor es Leopoldo Torres Abandero, el sastre y poeta al cual hemos tenido oportunidad de referirnos anteriormente. Los primeros siete editoriales del periódico están dedicados a explicar qué es el bolchevismo, con información y juicios de valor escritos desde perspectivas democráticas» (50).
Origen y desarrollo del proletariado petrolero
La formación del proletariado petrolero en la década de 1920 significó un cambio cualitativo en la estructura del movimiento obrero venezolano, configurándose la primera gran concentración obrera del país.
El capitalismo se afianzó como el modo de producción preponderante en una formación social donde aún supervivían algunas formas precapitalistas. El proceso de urbanización de las ciudades y poblaciones de la región petrolera tuvo una rápida expansión. La población del Estado Zulia aumentó en 100.000 habitantes entre 1920 y 1926. Miles de campesinos, que estaban cesantes a raíz de la crisis agrícola, migraron a las zonas petroleras, atraídos por mejores salarios. Mientras el coeficiente de movilidad interna ascendía a 3,91 en 1920, para 1926 llega a 11,8 y para 1936 a 13,4. Es decir, que el mayor aumento de los desplazamientos de población se produjo entre 1920 y 1926. Sin embargo, las nuevas explotaciones no eran capaces de absorber esa masa de campesinos en busca de nuevas fuentes de trabajo.
En la década de 1920 ya existían más de 10,000 obreros petroleros, sometidos a una inicua explotación, como lo señala Salvador de la Plaza: «Las empresas imperialistas crearon los campos petroleros, debidamente cercados, y los convirtieron en pequeños estado autónomos dentro del Estado, regidos por reglamentos y cuerpos de policías propios que tenían por finalidad asegurar la más exhaustiva explotación de los trabajadores venezolanos. El libre comercio de esos ‘campos’ y la entrada de ellos a quienes no portaran la ficha de enrolamiento de la compañía respectiva estaban prohibidos, así como también el tránsito por las carreteras construidas por las compañías para comunicar entre sí a los campos petroleros o con los poblados más cercanos» (51).
Las condiciones de vida en los campamentos petroleros han sido también descritas por Aquiles Ferrer, un viejo obrero minero: En la época de Gómez «los salarios oscilaban entre 7 y 9 bolívares para los obreros de última categoría. Las vacaciones si las había, no pasaban de una semana, lo que consideraban como descanso… Las viviendas en Mene Grande en 1926 mejoraron con la construcción de las 50 casas para los empleados de cierta categoría siendo el lugar de Pueblo Viejo, para los obreros, en unas casitas de paredes de bahareques y techos de enea, situadas sobre el cerro que queda cerca de las oficinas de dichas compañías.
Esas viviendas fueron eliminándose poco a poco para ser pasadas totalmente a San Felipe y Pueblo Aparte. Donde la estrechez era la misma de sus alojamientos de peores condiciones, porque los techos eran de zinc en una zona más baja y la temperatura era agotadora, en aquellas paupérrimas casuchas, divididas en un espacio de 10 metros cuadrados… El Dr. Néstor Luis Pérez, a la sazón Ministro de Fomento, en visita oficial para observar el sistema de vida de los obreros petroleros, al detenerse frente a las viviendas, cerca del caserío Tasajera, quedó sorprendido al contemplar aquel cuadro, por lo cual dijo : Cómo es posible vivir en estas casuchas que parecen calabozos?. No se explicaba cómo podían soportar tan asfixiante manera de habitarlas
… Allí se apiñaban en cada uno de los campamentos más de 150 hombres. Las hamacas eran colgadas de los diferentes tirantes de maderas fuertes, para que pudieran soportar el peso de las cargas de ‘mapires’ en aquel estrecho sitio. Había guindachos casi hasta el tope de la cumbrera, teniendo que trepar en escaleras. Había que ver aquel enjambre humano para poder apreciar la vida en común en esas improvisadas viviendas. Así era Lagunillas en ese entonces'» (52).
En esas condiciones de explotación fueron emergiendo los primeros embriones de conciencia declase: «Las uniones mutualistas, los clubes obreros, los centros culturales aparecen bajo el techo de zinc de aquellas casuchas que hacen de Cabinas y Lagunillas el refugio de todas las miserias. Los proletarios se reúnen en las noches y discuten sobre sus condiciones de vida… Tener casa decente y agua y servicios sanitarios son las primeras reivindicaciones, las elementales. Por allí empieza a manifestarse la conciencia de clase. Luego se agregan las reclamaciones de salarios y el cese del tratamiento despótico con que la arrogancia del extranjero se ejerce sobre los lomos del criollo» (53).
Los primeros movimientos de protesta. de los obreros petroleros comenzaron en 1922 y culminaron con el estallido de la primera huelga petrolera en junio de 1925 en Mene Grande. «Allí – dice Pérez Salinas – cansados del trato despótico, arbitrario y humillante de los jefes extranjeros de las compañías, los trabajadores se van a la huelga que es promovida mediante la arenga del obrero fogonero Augusto Malavé, exigiendo un aumento de salarios» (54). La huelga tuvo una duración de 9 días. Los obreros reclamaban porque se les obligaba a trabajar doce horas diarias, sin feriados ni vacaciones remuneradas. También se multaba a los trabajadores por cualquier motivo, encargándose el jefe civil de aplicarla en dinero o arresto.
La huelga petrolera de 1925 constituyó un hito relevante en la historia venezolana porque los trabajadores demostraron por primera vez que eran capaces de paralizar la principal industria extractiva del país, poniendo de relieve el poderío de la nueva clase social emergente.
En estos conflictos comenzó a forjarse la nueva vanguardia obrera venezolana. Según cuenta uno de sus integrantes, se obtuvo el apoyo de algunos trabajadores norteamericanos: «entre los perforadores de las compañías petroleras, que eran obreros norteamericanos, había sindicalistas y marxistas. Estos obreros eran tenidos aquí como técnicos pero pertenecían a los sindicatos norte americanos … Nosotros sostuvimos entrevistas con muchos de ellos y algunos nos orientaban en el trabajo sindical y político, pero ante los obreros venezolanos ocultábamos nuestros contactos, pues al fin y al cabo ellos eran presentados como capataces … Nos veíamos de noche y nos daban su experiencia y como ganaban mucho dinero como capataces contribuían con el movimiento. Recuerdo sobre todo a uno que lo llamaban Mister Luis, que era sindicalista y nos ayudaba mucho» (55).
Ante la prohibición de formar sindicatos, los trabajadores formaron en Cabimas, en 1931, un organismo semiclandestino llamado «Sociedad de Auxilio Mutuo de Obreros Petroleros» (SAMOP) que luego redactó un proyecto de Estatutos y un pliego de peticiones. «La Asamblea constitutiva de SAMOP contó con la asistencia de más de cinco mil obreros, habiendo sido designado presidente el mismo Rodolfo Quintero, quien era para entonces un empleado de la Venezuela Oil Concesions. La SAMOP, a pesar de su fachada de organización mutualista, fue en verdad el primer sindicato petrolero» (56).
Después de haber constituido Comités de empresa en cada centro petrolero, la SAMOP resolvió presentar un pliego de peticiones y crear un fondo de resistencia: «Tres días antes del acordado para iniciar la ofensiva, fueron despedidos de las compañías todos los directivos de la SAMOP. El presidente de la organización, Rodolfo Quintero, refiere que, luego Mario Maya gobernador del Distrito Bolívar, y Armando Valbuena, Jefe Civil de Cabimas, al frente de quince hombres armados con los viejos fusiles «Mausser» del gomecismo, lo hicieron preso: ‘Fui amarrado – dice – con un grueso mecate y trasladado a la cárcel de Maracaibo donde estuve dos años hasta que pude fugarme y salir del país por la vía de Paraguachón’. Y así fue quebrado ese movimiento» (57).
A pesar de la represión, los trabajadores petroleros reestructuraron su organización clandestina y se constituyeron en un factor decisivo en el desarrollo del sindicalismo después de la muerte de Gómez, sobre todo en las huelgas y movimientos de 1936.
El Movimiento de 1928
El año 1928 fue decisivo en el cambio de táctica de lucha contra la dictadura de Gómez. Las manifestaciones populares pasaron a primer plano, poniendo de manifiesto una mayor efectividad que los intentos putchistas.
Los universitarios aprovecharon «La semana del Estudiante» y la elección de la reina del festival para realizar una poderosa manifestación de protesta callejera exigiendo libertades democráticas. La represión de Gómez no logró amedrentar al movimiento. Los comerciantes cerraron sus negocios, los tranviarios paralizaron y los albañiles suspendieron las obras, sumándose a numerosos núcleos de trabajadores que se solidarizaron con los estudiantes. Eustoquio Gómez, primo de dictador, manifestaba en una carta:
«El 25 de febrero fue la poblada que se le fue encima al Gobernador, fue una cosa asombrosa, que lo hubieran linchado si nosotros no lo hubiéramos apoyado en ese momento que salimos a tomar medidas enérgicas … el pueblo de Caracas por las calles hablando horrores contra el general Gómez y su gobierno descaradamente» (58).
Las jornadas de 1928 no estuvieron limitadas al movimiento estudiantil. La lucha iniciada por los universitarios fue un detonante que hizo prontamente estallar todas las expresiones de rebeldía contenidas desde hacía mucho tiempo en las capas populares. A partir de 1928, la movilización de los trabajadores, estudiantes y capas medias se convirtió en el elemento decisivo en la lucha contra la dictadura gomecista.
Luego de las jornadas universitarias, se desencadenaron en 1928 las huelgas de los tranviarios de Caracas, de los bancarios, de los panaderos y los trabajadores del puerto de La Guaira.
Un protagonista de estas movilizaciones, Martín J. Ramírez, relata: «la combativa actitud de los trabajadores del puerto de La Guaira, que en el mes de febrero realizaron una acción huelguística contra el régimen y por la libertad de los estudiantes. Ese día a las 4 de la tarde, comenzó la huelga cuyos participantes recorrieron los muelles y terrenos de la antigua Corporación del Puerto, saliendo luego a terminar con una concentración en la cual habló el escritor y periodista Elías Pérez Sosa, quien dirigía y editaba un periódico de nombre «Azul»‘ (59).
Uno de los iniciadores del movimiento de 1928 fue el poeta Pío Tamayo. Nacido en el Tocuyo, Estado Lara, había recorrido Puerto Rico y Estados Unidos. En Panamá, se relacionó con sectores revolucionarios, tomando parte activa en la huelga de los inquilinos. Después de ser expulsado de Panamá y Guatemala por sus actividades políticas a favor de los explotados, regresó a Venezuela en 1926. Colaboró en el diario Mundial y en la revista Elite, donde conoció a los dirigentes de la Federación de Estudiantes. Los versos que pronunció con ocasión de la coronación de la reina de la Semana del Estudiante en 1928 y su participación en las luchas callejeras determinaron que Gómez ordenara su arresto. Un testigo de la época, que estuvo preso con Tamayo, relataba: «Muchos fuimos sus discípulos y supimos por primera vez de él lo que significaban las desigualdades sociales, el injusto reparto de los bienes … A Pío Tamayo oímos por primera vez en su charla masalizada y llena de imágenes poéticas, el relato de las luchas de los partidos políticos, de las huelgas, de la constitución de los sindicatos. A él, quien estaba en vigilia permanente de muerte, le escuchamos por primera vez una concepción materialista de la historia y una teoría cabal de cuanto acontecía en Venezuela» (60).
Pío Tamayo fue detenido el 14 de febrero junto con los dirigentes estudiantiles Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Prince Lara. La Federación de Estudiantes exigió la libertad de los detenidos: «incitamos a las autoridades del Distrito Federal a reducirnos a prisión en el término de la distancia para compartir con nuestros compañeros su dolorosa situación» (61).
El movimiento de 1928 se prolongó durante todo el mes de febrero. El 24, un sector de mujeres hizo una manifestación en Caracas llamando al cierre del comercio como protesta por la detención de los estudiantes. El general Willet informaba a Juan Vicente Gómez que «un grupo de empleados de banco y casas de comercio trató de imponer el cierre. Fueron detenidos y uno de los manifestantes resultó ligeramente herido en riña con la policía» (62). El gobernador Velasco alertaba a Gómez sobre la gravedad de los sucesos en los cuales no solamente participaban los estudiantes sino también sectores de obreros y empleados:
«Ya empezó la huelga de los institutos bancarios cuyos empleados excitan al comercio a cerrar en son de protesta … De los detenidos que hablo en mi telegrama anterior, 46 son empleados de bancos y casas de comercio que fueron los instigadores de la manifestación de protesta y hubo que reducirlos por la fuerza resultando dos de ellos heridos. Los otros 25 son gentes del pueblo que los acompañaban».(63)
Desde el puerto La Guaira, el doctor Efraín González comunicaba al gobierno: «Elevo a su superior conocimiento que esta tarde suspendieron el trabajo los vapores que estaban descargando debido a que los empleados de comercio en huelga invadieron los muelles e impidieron que continuaran en sus trabajos los estibadores, quienes se agregaron a los manifestantes» (64). Antonio Chalbaud Cardona informaba al gobierno el 24 de febrero: «después de mediodía de hoy se ha presentado una huelga en el pueblo de este puerto, cerrando el comercio y suspendiéndose trabajos de muelles» (65).
Los telefonistas y tranviarios se plegaron también al paro el 25 de febrero. El general Willet comunicaba: «Hoy se ha carecido de servicios de teléfonos por haberse declarado en huelga los empleados; sólo funcionan los teléfonos automáticos. Tampoco ha habido servicio de tranvías» (66). Las manifestaciones de protesta continuaron los días 26 y 27, mostrando claramente que la oposición a Gómez había superado el carácter «putschista».
De la generación de 1928 surgieron los principales líderes políticos de la Venezuela postgomecista. Al calor de las luchas obreras y estudiantiles se generaron los primeros núcleos del partido comunista y lasprimeras organizaciones políticas de las capas medias.
La lucha de clases en 1936
Después de la muerte de Gómez (17-12-1935) hubo una gran movilización popular que abarcó a diferentes sectores sociales. Fue un movimiento pluriclasista, controlado en definitiva por la burguesía y las capas medias que aspiraban fundamentalmente a conquistar libertades democráticas y nuevas formas de control y redistribución de la renta petrolera.
Sin embargo, la clase dominante no tenía un partido burgués estructurado, ni orgánica ni programáticamente. La dictadura de Gómez ni siquiera había permitido la existencia de un partido burgués tradicional. A la muerte del dictador, hubo una crisis de dirección política que superó transitoriamente el Ejército, representado por el general Eleazar López Contreras.
En 1936 estuvo planteado en Venezuela el problema de la toma del poder por el movimiento popular, pero el proletariado y las capas medias radicalizadas carecieron de una dirección política adecuada. Un viejo dirigente de la izquierda venezolana ha manifestado en una entrevista: «En Venezuela no se tomó el poder en 1936, precisamente porque faltó una dirección revolucionaria, clasista propiamente tal, porque existieron condiciones objetivas para tomar el poder… todas las masas estaban dispuestas a tomar el poder; todos los sectores estaban listos esperando órdenes y hubieran tomado fácilmente a Miraflores» (67).
La situación de lucha de clases en Venezuela en 1936 puede ser caracterizada como de pre-revolucionaria. La burguesía fue en los primeros meses de ese año desbordada por las combativas movilizaciones de los trabajadores. Las acciones populares contra los elementos más odiados del gomecismo se expresaron en el saqueo de las lujosas mansiones levantadas por los incondicionales del dictador. Los trabajadores se lanzaron a las calles, decididos a castigar a los miembros del Congreso Nacional gomecista, como lo manifiesta un testigo de la época: «Nosotros, Federación de Estudiantes de Venezuela, con todo el pueblo en la calle, tuvimos que convencer al pueblo de que dejara reunir al Congreso Nacional de Gómez.
Después de desaparecido Gómez, se reúne el Congreso Nacional que había nombrado Juan Vicente Gómez por decreto, ante el furor de las masas que querían lincharlos en las calles. Y los estudiantes de entonces, en 1936, andábamos con unos brazaletes calmando al pueblo, porque estaban saqueando las casas de los gomecistas, porque estaban incendiando, porque estaban asaltando jefaturas civiles» (68).
El proceso pre-revolucionario se desarrolló no sólo en Caracas sino que se extendió a las regiones más importantes del país. En la zona petrolera, cuatro días después de la muerte de Gómez, “El pueblo de Cabimas designó un Comité para pedirle al coronel Mario Maya la entrega del poder, quien se negó… El pueblo decidió la recuperación de los poderes públicos aún en manos de los gomecistas. La agitación caldeó los ánimos y la marea psicológica de la masa aumento su oleaje hasta llegar al heroísmo. Monumentos, retratos y afiches gomecistas rodaron por el suelo” (69). El coronel Maya reprimió las manifestaciones populares provocando 37 muertos, casi todos obreros petroleros. Sin embargo, el enfrentamiento armado obligó a renunciar al coronel: «En la mañana siguiente, el pueblo se apersonó al sitio de los sangrientos acontecimientos. Una junta compuesta por Régulo Clavel, Enrique Olivares, César Montenegro y Abelardo Ribero, en función de gobierno colegiado, asumió el poder político y militar provisional de Cabimas” (70).
Sectores populares llegaron a apoderarse de varias zonas del país. Un activo participante de ese período ha manifestado: “Hubo una serie de regiones en Venezuela que fueron tomadas por hombres del pueblo, desapareció el gobierno, el jefe civil gomecista, y el pueblo las tomó» (71).
Los Comités organizados por los trabajadores constituyeron manifestaciones embrionarias de poder popular. Aunque no llegaron a establecer una dualidad de poderes, en el que se enfrentaran un poder obrero al poder burgués, la situación pre-revolucionaria que vivía el país alentó durante 1936 diversas manifestaciones embrionarias de poder popular. Este salto cualitativo en la conciencia de clase se expresó en determinadas zonas en la formación de «guardias cívicas» y milicias armadas. «En la Venezuela de 1936, desde la capital hasta los municipios más recónditos, se ensayó la promoción de guardias cívicas para conservar las conquistas logradas en los primeros choques con el orden gomecista. Hombres armados de escopetas o de revólveres, con sus brazaletes característicos, recorrían las calles” (72).
El proceso de organización de los trabajadores se hizo por múltiples canales: sindicatos, gremios, clubes políticos, Comités y Asociaciones, donde se discutían las nuevas alternativas políticas y las reivindicaciones inmediatas de los explotados. Los trabajadores agrícolas también se organizaron en 1936 en Ligas Campesinas que plantearon resueltamente la lucha por la tierra.
En enero de 1936 se reorganizaron los obreros gráficos, carpinteros, zapateros, tranviarios, telegrafistas, albañiles, tabaqueros y choferes. Los empleados también se incorporaron al proceso de sindicalización, creando en enero de 1936 la Asociación Nacional de Empleados (ANDE) que «recorre las tiendas insistiendo ante los dueños de estos establecimientos para que dispusiesen de sillas para el descanso de los empleados … se acortó la jornada de trabajo. Se trabajaba hasta las nueve o diez de la noche y los domingos hasta la una de la tarde. También se luchó por el sábado inglés» (73). La Federación de Estudiantes se reorganizó el 14 de diciembre de 1935. La Federación Venezolana de Maestros, que actuaba en la clandestinidad desde 1932, fue reestructurada en agosto de 1936.
La mayoría de los autores sostiene que en Venezuela los sindicatos surgieron en 1936 al mismo tiempo que los partidos políticos. Si bien es cierto que los sindicatos adquirieron un carácter legal en 1936, los orígenes del movimiento sindical se remontan a principios del siglo XX, como lo hemos demostrado en páginas anteriores. Casi todas esas organizaciones funcionaron en la clandestinidad o semiclandestinidad bajo la dictadura de Gómez, formando cuadros experimentados que hicieron posible una masiva organización sindical en 1936. Durante décadas, en plena lucha contra la dictadura, se formaron esos militantes que en 1936 condujeron el rápido proceso de sindicalización legal.
La especificidad del movimiento sindical venezolano respecto del chileno, argentino y uruguayo radica en que los sindicatos legales estuvieron desde el comienzo subordinados, en importante medida, a los partidos políticos en formación, como ORVE y PRP. Un viejo dirigente obrero ha hecho una referencia a este proceso de 1936: «En los primeros tiempos de funcionamiento de los sindicatos se llegó prácticamente a establecer una confusión entre lo que era un partido y lo que era un sindicato, es decir, se trató de politizar en forma tal el movimiento obrero que los sindicatos funcionaron en buena parte como verdaderas seccionales de partido» (74).
Sin embargo, este control sindical por parte de las agrupaciones políticas fue en 1935 menos absoluto de lo que se ha sostenido, por cuanto ORVE y el PRP eran partidos que estaban recién en un proceso de formación. A nuestro juicio, el control del movimiento sindical por los partidos se puso abiertamente de manifiesto a partir de la década de 1940.
La primera huelga nacional de la historia de Venezuela se realizó el 14 de febrero de 1936. El gobierno del general Eleazar López Contreras había creado una Junta de Censura de prensa, denunciada el 12 de febrero por Hernani Portocarrero en un artículo publicado en el diario «La Esfera» con el título «Democracia o Dictadura». La huelga general planteó como objetivo no solamente el término de la censura de prensa sino también la derogación del decreto de suspensión de garantías constitucionales firmado el 5 de enero por López Contreras, democratización del país, libertad de los presos políticos y destitución de los funcionarios gomecistas.
Los tipógrafos, la Federación de Estudiantes y la Asociación Nacional de Empleados convocaron a la huelga general. Los comercios cerraron y los transportes paralizaron. El gobierno desencadenó una represión que provocó 23 muertos y 130 heridos. «Aquella misma tarde – y como protesta ante el gobierno – se realiza la primera gran manifestación popular de nuestro siglo. Más de 30.000 personas se dirigen al Palacio de Miraflores a pedir el castigo de los culpables … La tarde y la noche del catorce continúa la insurgencia popular. Más de 500 casas de los gomecistas son saqueadas e incendiadas» (75).
Los sectores populares se lanzaron «al asalto y toma de la Gobernación, en donde no se encontraba el Gobernador, hizo preso a dos oficiales del ejército y dio fuego a dos camiones militares» (76). Esta rebelión popular fue frenada por connotados miembros de la burguesía y de las capas medias. Cuando la huelga general estaba en pleno auge, una Comisión encabezada por representantes de la Universidad, de la Prensa, de las Asociaciones de Abogados, Médicos e Ingenieros se entrevistó con el general Contreras, obteniendo algunas concesiones a cambio de la suspensión de la huelga.
La primera huelga general conquistó ciertas garantías democráticas, la expulsión de connotados gomecistas, el Seguro Social Obligatorio y una Ley del Trabajo aprobada en julio de 1936 en la que se legalizó la jornada de ocho horas y los sindicatos por empresa. Con esta ley comenzó el proceso de institucionalización del movimiento sindical, mediante su integración al sistema a través de una legislación que coartaba la libre iniciativa de los trabajadores.
El ascenso del movimiento de masas prosiguió con la huelga del 10 junio de 1936. Esta huelga se hizo para repudiar la «ley Lara», que fue presentada al Congreso nacional por el Ministro del Interior, Dr. Alejandro Lara, para «garantizar el orden público».
La huelga fue convocada por el «Comité de Defensa Democrática», respaldado por la Federación Obrera Venezolana, la Asociación Nacional de Empleados (ANDE), la Federación de Estudiantes y numerosos sindicatos, además de los nuevos partidos políticos, como el ORVE, el PRP y el Bloque Nacional Democrático.
La huelga de junio, que duró 3 días, fue muy combativa no sólo en Caracas sino también en la región petrolera. «En Maracaibo y Cabimas, en medio de la huelga, se produjeron enormes manifestaciones de mujeres con la colaboración de la Mutualista de Choferes. En Lagunillas los choques de los obreros con la policía habían sido sangrientos» (77).
Durante 1936 hubo sucesivas huelgas acordadas por los telegrafistas, zapateros, tranviarios y otros gremios. El proceso de organización sindical fue acelerado; en diciembre de 1936, funcionaban 113 sindicatos legalizados, según la Memoria del Ministerio del Trabajo de 1947. «El movimiento sindical funcionaba prácticamente de noche y los domingos, porque quienes fungían de dirigentes tenían que trabajar sus jornadas completas en talleres, fábricas, tiendas y oficinas … no había burocracia sindical si no fe de activistas». (78)
Este proceso de organización sindical y la necesidad de centralizar las luchas culminó con la iniciativa de crear una central sindical: la Federación Obrera Venezolana.
Durante 1936 el proletariado venezolano mostró por primera vez en la historia del país que era la fuerza decisiva en la lucha por la liberación nacional y social. Se comprobó, asimismo, que sin la alianza con otros sectores de explotados, la clase obrera sóla no podía conquistar el poder. Esta tarea no pudo llevarse adelante debido a la ausencia de un partido marxista revolucionario. Las masas trabajadores fueron rápidamente canalizadas por el populismo de Acción Democrática.
NOTAS AL PIE DE PÄGINA
(34) Hemmy Croes, El movimiento obrero venezolano, p. 49.
(35) Boletín del Archivo Histórico de Miraflores, Nº 28-29, enero-abril 1964, Año V, Caracas, 1964.
(36) Ibid, p. 241.
(37) Ibid, P. 247.
(38) Ibid, p. 255.
(39) Ibid, p. 239.
(40) Compañero, Nº 2, mayo 1976.
(41) Hemmy Croes, op. Cit., p. 51
(42) Jesús Prieto Soto, Luchas Obreras por nuestro petroleo, p.12-13
(43) Hemmy Croes, op. cit., p. 52.
(44) P.B. Pérez Salinas, op. ci., p. 41.
(45) Ibid, p. 40.
(46) Artículo de Rodolfo Quintero en Jesús Prieto Soto, op. cit.
(47) Compañero, Nº 2 mayo 1976, p. 4.
(48) Reproducido por Jesús Prieto Soto, op. cit., p. 246.
(49) Rodolfo Quintero, Sindicalismo y cambio social en Venezuela, p.60
(50) Federico Brito Figueroa, Las repercusiones de la Revolución Socialista de Octubre de 1917 en Venezuela.
(51) Salvador de la Plaza, Economía minera y petrolera de Venezuela., p. 16.
(52) Declaraciones de Aquiles Ferrer en Jesús Prieto Soto, op. cit., pp. 82-83.
(53) Domingo Alberto Rangel, Los andinos en el poder, p. 232.
(54) P.B. Pérez Salinas, op. cit., p. 42.
(55) Entrevista del periódico Compañero, N° 2, mayo 1976.
(56) P.B. Pérez Salinas, op. cit., p. 44.
(57) Ibid, p. 44.
(58) Boletín del Archivo Histórico de Miraflores, N° 4, p. 192, Caracas, 1960.
(59) Carta de Martín. J. Ramírez, Tribuna Popular, N° 189, 10 al 16 de febrero de 1978.
(60) Carlos Emilio Fernández, Hombres y sucesos de mi tierra (1909-1929), p. 133.
(61) El Nacional, Caracas, 24 de febrero de 1978, (Documentos del Archivo Histórico de Miraflores,
proporcionados por la licenciada Mirtha de Barraez ).
(62) Ibid. p.
(63) Ibid, p.
(64) Ibid, p.
(65) Ibid, p.
(66) Ibid, p.
(67) Compañero, N° 3, junio 1976.
(68) Ibid, p.
(69) Jesús Prieto Soto, .op. cit. p. 34.
(70) Ibid, p.
(71) Entrevista periódico Compañero, Nº 3, junio 1976.
(72) Domingo Alberto Rangel, Los andinos en el poder, p. 308.
(73) P. B. Pérez Salinas, op. cit., p. 48
(74) Periódico Compañero, Nº 3, junio 1976.
(75) Rafael Gallegos, El cachorro Juan Vicente Gómez, p. 199.
(76) P. B. Pérez Salinas, op. cit., p. 51.
(77) Hemmy Croes, op. cit., p. 82.
(78) P. B, Pérez Salinas. op. cit., p. 48
Fuente:
Caracas, 1981