La posibilidad de encontrarnos con alguien yá fallecido, escuchar unos pasos o voces en la oscuridad de la noche nos aterrorizaba. Cualquier manifestación «del más allá» nos aullentaba del lugar donde se producía, jurando nunca más regresar a él. Bastaba conque se hablara de «aparecidos» para no visitar el misterioso sitio o pasar por éste en silencio porque «los muertos salen».
Nos daba miedo orinar de noche en el patio, quedar a solas en el monte o andar cerca del cementerio. Nunca le pregunté a Manuelón si «los muertos salían» de las tumbas del campo santo de Cataneja y Nélida no me explicó bien las «revelaciones» que recibía. Limardo vio «clarita» la imagen volátil de un cadáver llegando al río Apón, exáctamente donde se encuentra un Jobo condenado a morir cuando amplíen la carretera.
Por todos los pueblos y lugares de la región y el país se dice que «los muertos salen». Leyendas sobre «apariciones» abundan en el Llano, Oriente y Caracas. En las afueras de Maracaibo, Los Haticos, Bella Vista y hasta en el Puente. En La Concepción «los muertos salen» en las carreteras y por Cabimas asombran a los cultivadores de Los Cilantrillos y La Plata. Muchos «sienten pasos en el techo» y se enfurecen cuando incrédulos como Alvarito atribuían estás fábulas al efecto de «hambres viejas».
Verdad o no, siempre me pregunté: ¿Si salen, a qué vienen?. La respuesta agrega otros acertijos a la imaginación.
El extinto Imperio Británico, ése al que todo el mundo se le rebeló, aparece de vez en cuando e irrumpe en escena como si no hubiese tenido sepultura.
Hoy se asocia a los intentos golpistas de fanáticos venezolanos, no quiere devolver los depósitos que nos robó y en la ONU apoya las ilegalidades de un presidente gringo prepotente, racista y arbitrario, a quien enseñaron a ser así. ¿Será que los ingleses quieren demostrar que «los muertos sí salen»?.
¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!